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» Eltucumano
Fecha: 27/12/2025 15:20
Sistema que gana no se toca A dos años del anuncio de una reforma política profunda, el poder eligió no avanzar. No por falta de ideas ni de proyectos, sino porque el sistema electoral vigente sigue dando resultados. Por Hernán Iramain. (Foto: Prensa Legislatura) En política existe una regla no escrita que rara vez se viola: nadie cambia las reglas del juego cuando esas reglas lo llevaron al poder. Todo lo demás discursos, anuncios, promesas suele chocar contra una verdad más cruda y más honesta: el poder actúa en función de su conveniencia. Cuando Osvaldo Jaldo asumió la gobernación en 2023, anunció una reforma política profunda. Entre los ejes centrales se mencionaban la eliminación o modificación del sistema de acoples y la implementación de nuevos mecanismos electorales, como la Boleta Única de Papel o la boleta electrónica. Dos años después, la Legislatura decidió no tratar ninguno de los proyectos presentados por los distintos parlamentarios. El argumento formal fue la falta de consenso entre los bloques. La explicación política es bastante más simple: no hay apuro, no hay necesidad y no hay incentivo real para hacerlo. El sistema de acoples, con todas sus distorsiones conocidas y largamente debatidas, funciona. Funciona para quienes gobiernan y para quienes administran territorio con estructura política, intendentes, recursos y una maquinaria electoral aceitada. Cambiarlo implicaría asumir riesgos innecesarios. Y en política, el riesgo se evita cuando las reglas existentes siguen dando resultados. La pregunta, entonces, no es por qué no avanza la reforma. La verdadera pregunta es: ¿por qué alguien que detenta el poder se apuraría a modificar un sistema que le permite seguir ganando? ¿Con qué urgencia? ¿Para beneficiar a quién? Los datos recientes terminan de cerrar el razonamiento. En las elecciones de medio término de octubre, con la Boleta Única de Papel ya implementada a nivel nacional, el oficialismo tucumano obtuvo más de 15 puntos de ventaja sobre La Libertad Avanza en la provincia. Es decir, aun bajo un sistema distinto al tradicional, el poder local volvió a imponerse con claridad. Si incluso en un escenario nuevo los resultados siguen siendo favorables, el incentivo para modificar el esquema provincial se vuelve prácticamente inexistente. Este escenario deja a la oposición frente a una discusión incómoda pero necesaria. Persistir exclusivamente en el reclamo por cambios en el sistema electoral puede convertirse en una coartada para no abordar otros déficits más profundos: falta de territorialidad, debilidad organizativa, ausencia de liderazgo consolidado y carencia de una estrategia política sostenida en el tiempo. La historia reciente demuestra que las elecciones también se ganan con reglas adversas. Javier Milei llegó a la Presidencia sin gobernadores, sin intendentes, sin aparato territorial propio y enfrentando sistemas diseñados por otros. Ganó primero las elecciones y recién después comenzó a impulsar cambios estructurales. Pero incluso después de haber triunfado en las urnas, tuvo que sentarse a negociar con distintos espacios opositores para poder sancionar leyes fundamentales para el país. Ese recorrido deja una enseñanza central: el poder no se declama, se construye; y la gobernabilidad no se impone, se negocia. Ese orden no es casual: es político. Pretender reformar el sistema desde la minoría, sin haber demostrado previamente capacidad electoral bajo las reglas vigentes, es pedirle al poder que se autolimite. Eso no sucede. Nunca sucedió. Y no sucederá en Tucumán. Las reglas del juego cambian cuando cambia el poder. Antes de eso, lo que existe es negociación, dilación y discurso. La decisión de la Legislatura de no avanzar con la reforma lo dejó en evidencia: más que un problema de consenso, hay una certeza política compartida. El sistema actual sigue siendo funcional a quienes gobiernan y ordena el juego político existente. Y aquí aparece otra discusión que la oposición tucumana debería asumir con mayor honestidad. Si realmente pretende construir poder real, va a tener que esmerarse mucho más que en la denuncia fácil por redes sociales, en videos grabados al lado de un contenedor de basura, en consignas efectistas sobre una legislatura cara o en la presentación de proyectos de reformas profundas que jamás superan el plano discursivo. La política no se construye con indignación performática ni con likes: se construye con organización, territorio, liderazgo y paciencia estratégica. Tal vez el debate de fondo no sea qué sistema electoral se necesita, sino qué tipo de oposición se está dispuesto a construir. Quizás el verdadero desafío sea ganar elecciones con las reglas que existen, acumular poder real y, recién entonces, con legitimidad política y respaldo social, proponer nuevas reglas de juego. Porque en política, como en el fútbol, hay verdades que no admiten demasiadas vueltas: sistema que gana no se toca. Hernán Iramain Abogado - Diplomado en Marketing Político y Campañas Electorales.
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