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» Informate Salta
Fecha: 27/12/2025 15:03
La Argentina cerró el año con un PBI en alza, pero con varios meses de estancamiento y retrocesos sectoriales. El rumbo del próximo año estará atado al acceso al financiamiento, la estabilidad cambiaria y la capacidad de generar empleo. La economía argentina termina 2025 con una foto que, a primera vista, parece alentadora: el Producto Bruto Interno muestra un crecimiento cercano al 4,5%. Sin embargo, el recorrido del año revela una dinámica mucho más frágil, marcada por meses de parálisis y caída de la actividad, lo que abre una serie de interrogantes de cara a 2026. El contraste es evidente si se lo compara con 2024. Aquel año cerró con una contracción del PBI, pero con una recuperación sostenida en su tramo final. En cambio, 2025 mostró el comportamiento inverso: un arranque con impulso que se agotó rápidamente. Tras tocar un piso en abril o mayo del año pasado, la actividad repuntó hasta comienzos de 2025, pero desde febrero la economía volvió a trabarse. El endurecimiento monetario para contener el dólar y la inflación, sumado a tensiones políticas y a un clima de incertidumbre sobre la gobernabilidad, impactó de lleno en el nivel de actividad. Para mitad de año, los últimos datos oficiales disponibles mostraban una caída acumulada cercana al 2,5%, mientras la inflación se mantenía en torno al 2% mensual. Sectores clave como la industria, el comercio y la construcción los mayores generadores de empleo quedaron rezagados, y hacia el cierre del año se profundizó la crisis en varias ramas fabriles, con miles de trabajadores afectados, especialmente en Buenos Aires, Santa Fe y el NOA. Así se configuró la paradoja de 2025: un año que cerró con crecimiento estadístico, pero atravesado por más meses de estancamiento que de expansión real. Tres variables que definirán 2026 El desempeño económico del próximo año dependerá, en buena medida, de cómo se resuelvan tres ejes centrales: el riesgo país y el acceso al financiamiento, la relación entre dólar e inflación, y el vínculo entre actividad y empleo. En materia financiera, el Gobierno logró cerrar 2025 con una baja del riesgo país por debajo de los 600 puntos, tras anunciar un esquema de bandas cambiarias ajustables por inflación y una mayor intervención del Banco Central para recomponer reservas. Sin embargo, el indicador aún no logra perforar el umbral de los 550 puntos, clave para abaratar el costo del crédito y facilitar el acceso a los mercados. La estrategia oficial apunta a reducir la dependencia del financiamiento externo tradicional y apoyarse más en el mercado local, a la espera de un contexto internacional más favorable. El primer test será afrontar sin sobresaltos los vencimientos de deuda de comienzos de año y, luego, refinanciar compromisos por unos USD 17.000 millones a lo largo de 2026, incluyendo obligaciones con el FMI, organismos multilaterales y tenedores privados. Dólar, inflación y reservas La estabilidad financiera está directamente ligada al frente cambiario. Si el Gobierno logra despejar dudas sobre el financiamiento, disminuiría la presión sobre el dólar, se facilitaría la acumulación de reservas y se consolidaría la desaceleración inflacionaria. El objetivo oficial es avanzar en una remonetización gradual de la economía y sumar alrededor de USD 10.000 millones al Banco Central, una meta ambiciosa en un esquema de flotación administrada. El interrogante central es cómo reaccionará el mercado ante un dólar moviéndose dentro de bandas: si una suba mejora la oferta de divisas pero tensiona la inflación, o si el ancla cambiaria obliga a ajustar tasas de interés con impacto negativo en la actividad. Actividad, empleo y política En el plano productivo, las proyecciones son moderadamente optimistas. Bancos y consultoras estiman que, tras el crecimiento de 2025, la economía podría expandirse alrededor del 3% en 2026 y repetir ese ritmo en 2027, algo inédito en casi dos décadas. Energía, minería y agro aparecen como los principales motores, apalancados en Vaca Muerta y los minerales críticos, mientras que los sectores intensivos en mano de obra siguen mostrando un rezago preocupante. El desafío para el Gobierno será lograr que el crecimiento no quede concentrado en actividades capital-intensivas y se traduzca en más empleo y mejores ingresos. De esa ecuación dependerá no solo la solidez de la recuperación económica, sino también el respaldo político necesario para sostener el programa de reformas y encarar el calendario electoral que desemboca en 2027.
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