27/12/2025 17:37
27/12/2025 17:37
27/12/2025 17:34
27/12/2025 17:33
27/12/2025 17:32
27/12/2025 17:31
27/12/2025 17:31
27/12/2025 17:30
27/12/2025 17:29
27/12/2025 17:29
» Agencia Nova
Fecha: 27/12/2025 15:02
Durante años, el periodismo gráfico fue el territorio natural de Fabián Polosecki. Sin embargo, en 1992 su carrera dio un giro decisivo cuando se presentó a un concurso del programa Rebelde sin Pausa, que buscaba incorporar a un joven periodista para realizar breves entrevistas callejeras. Junto a Roberto Pettinato, participó en una prueba en vivo que consistía en salir a la calle y entrevistar a un desconocido. El premio era quedarse con el puesto de notero. Polosecki eligió entrevistar al encargado de un bar de prostitutas, un tema que hasta ese momento no tenía lugar en la televisión abierta. La repercusión fue inmediata: no solo ganó el concurso, sino que además le pidieron que continuara realizando entrevistas en esa misma línea, directa y sin filtros. Desde sus primeras apariciones, Polo marcó una diferencia clara en el modo de abordar a los entrevistados. Esa singularidad no pasó desapercibida para Raúl Becerra, referente de la pantalla estatal, ni para Gerardo Sofovich, entonces director de ATC. Ambos advirtieron que aquel joven periodista del barrio de La Paternal tenía un potencial poco común y le propusieron desarrollar un programa propio en el prime time del canal público. El ciclo iba a llamarse inicialmente "El lado oscuro" y buscaba retratar las historias de un Buenos Aires invisible. Sin embargo, tras presentar la idea, Sofovich decidió cambiar el título por "El otro lado". Así comenzó a construirse un mito de la televisión argentina. El día tiene 24 horas de inteligente silencio; hay que saber interrumpirlo con algo que pueda mejorarlo y casi nunca se logra, afirmaba Polosecki al inicio de cada emisión. Todos los lunes a las 23, El otro lado abría una ventana a mundos hasta entonces ausentes de la pantalla chica, dando voz a personajes que raramente encontraban espacio en los medios. Habitual del café La Paz, sobre la avenida Corrientes, Polo recorría rincones de la ciudad donde encontraba historias atravesadas por la bohemia, la marginalidad y el costado menos visible de la sociedad porteña. Prostitución, cárceles, choferes de tren y su desgaste psicológico, el universo de las modelos, la comunidad gay de los años noventa y las personas en situación de calle fueron algunos de los temas abordados con una mirada inédita. El programa se filmaba íntegramente en exteriores y se caracterizaba por el uso de una cámara distante, que evitaba la invasión de luces y micrófonos. Ese recurso permitía obtener testimonios espontáneos, sin el artificio típico de la televisión. El espectador se convertía así en un testigo privilegiado, ingresando semana a semana en realidades desconocidas sin moverse de su casa. Lo que hoy parece habitual, en 1993 fue una innovación absoluta. Polosecki rompió las reglas de la entrevista televisiva: escuchaba más de lo que hablaba, apelaba al silencio y conducía el diálogo hacia lugares inesperados. Aunque muchos lo compararon con Jesús Quintero, su método tenía raíces más cercanas, como el estilo de Roberto Galán, quien lograba grandes confesiones a partir de preguntas simples y pausas precisas. En 1993, "El otro lado" obtuvo el premio Martín Fierro al mejor programa periodístico y Polosecki fue distinguido como revelación. El ciclo se convirtió en una referencia ineludible y sentó las bases para programas posteriores como Zoo, Kaos en la ciudad o Ser urbano, que encontraron un terreno ya allanado. En 1995, Polosecki regresó a la pantalla con "El visitante", un proyecto más experimental en el que interpretaba una versión de sí mismo observando su vida desde el futuro. La propuesta, sin embargo, no logró el impacto de su antecesor. Tras rechazar nuevas ofertas televisivas, en 1996 decidió aislarse y se mudó a una isla del Delta del Paraná. El 3 de diciembre de ese año, se suicidó en la estación de trenes de Santos Lugares. Su muerte selló definitivamente la figura de un periodista singular, cuya obra breve pero intensa dejó una marca indeleble en la historia de la televisión argentina.
Ver noticia original