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» InfoNews
Fecha: 27/12/2025 00:33
Desde Mark Zuckerberg hasta Sam Altman, la élite tecnológica invierte millones en refugios subterráneos con robótica avanzada y autonomía total. ¿Prevención o paranoia ante el avance de la inteligencia artificial? En las colinas de Silicon Valley y en islas remotas del Pacífico, el nuevo símbolo de estatus no es un yate ni un jet privado: es un búnker de última generación. Lo que antes era material de teorías conspirativas se ha transformado en un mercado de lujo que mueve miles de millones, impulsado por el temor de los propios creadores de la tecnología a un colapso sistémico o a un avance descontrolado de la Inteligencia Artificial (IA). Tecnología militar Las nuevas instalaciones han dejado atrás la imagen del sótano húmedo de la Guerra Fría. Hoy, compañías como Atlas Survival Shelters y SAFE (Strategically Armored & Fortified Environments) ofrecen infraestructuras que parecen salidas de una película de ciencia ficción: - Autosuficiencia extrema: Sistemas de filtración de aire contra agentes biológicos y radiación, redes energéticas independientes y cultivos hidropónicos internos. - Defensa activa: Fosos de 9 metros con puentes retráctiles, cañones de agua para derribar drones y túneles de escape que funcionan como pistas de karting. - Bienestar artificial: "Claraboyas inteligentes" que replican la luz solar y el ciclo circadiano para mantener la salud mental de los habitantes. - Salud 4.0: Incorporación de asistencia médica robótica para realizar procedimientos sin necesidad de personal externo. La lista de compradores parece un "quién es quién" de la lista Forbes. Mark Zuckerberg lidera la tendencia con un complejo en Hawái que incluye un refugio de 465 m². Bill Gates y Sam Altman (CEO de OpenAI) también han reconocido tener preparativos para escenarios de riesgo de infraestructura global. Incluso el proyecto Aerie, de la firma SAFE, planea una red de 50 ciudades subterráneas en EE. UU. (con proyección a 1.000 en todo el mundo). El primer complejo abrirá en Virginia en 2026, con capacidad para 625 personas y unidades que alcanzan los 20 millones de dólares. "Para muchos compradores, estos búnkeres funcionan como un auto deportivo: simbolizan la exclusividad de poder sobrevivir cuando otros no podrían", señalan analistas del sector. ¿Resiliencia o desigualdad? Este fenómeno no solo despierta curiosidad arquitectónica, sino también una profunda preocupación sociológica en la comunidad tecnológica argentina y global. El auge de los refugios privados plantea tres dilemas clave: - La brecha de supervivencia: Mientras las cápsulas básicas arrancan en 20.000 dólares, las mansiones de 50 millones profundizan la desigualdad en la capacidad de respuesta ante una crisis. - La fragilidad del aislamiento: Analistas de urbanismo advierten que un búnker es efectivo a corto plazo, pero la supervivencia a largo plazo requiere de redes humanas, médicos y técnicos que no siempre pueden "almacenarse" bajo tierra. - Gobernanza privada: El uso de tecnologías defensivas de grado militar en manos de civiles abre un vacío legal sobre quién regula estos estándares de seguridad. Es paradójico que quienes lideran la revolución de la IA sean los mismos que financian estas fortalezas. Los búnkeres son, en esencia, ensayos de automatización y monitoreo extremo. Reflejan una ansiedad latente ante la inestabilidad global y la posibilidad de que los sistemas que ellos mismos crearon desde redes de energía hasta algoritmos de defensa puedan fallar o volverse en su contra.
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