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» Mendozaopina
Fecha: 27/12/2025 00:13
por Virginia Piccolillo/Corriere Dellasera El conmovedor sufrimiento de la despedida del Papa Francisco permanecerá para siempre en las imágenes de la última bendición. El aliento tiraba a la fuerza. El gesto arrebatado de una debilidad evidente. La voz temblorosa. El largo baño de multitudes. ¿Y luego qué? ¿¿Qué pasó? Fuentes vaticanas confirman que el Papa se despertó a las seis de la tarde y fue discreto. A las 7 de la mañana cayó enfermo. Media hora después, exactamente a las 7.35 de la mañana, se anunció el deceso. Ahora se confirma que se trató de un ictus que se produjo como parte de un grave problema cardiovascular. El cuerpo ya estaba sometido a pruebas por infecciones respiratorias que habían provocado su hospitalización en el Policlínico Gemelli. Las tres crisis habían puesto en duda la posibilidad de recuperación y en aquellos días se extendieron los rumores de que tan pronto como las condiciones mejoraran un poco, el Papa Francisco sería traído de vuelta a la Casa Santa Marta para enfrentar la posibilidad en el Vaticano de que el resultado de su enfermedad fuera fatal para el Papa de gran corazón. Se había prescrito convalecencia con ventilación asistida, los médicos habían recomendado el aislamiento. Pero el Pontífice siempre ha dicho que no pasaría este período lejos de sus compromisos. Y así fue: se produjo la sorpresa de Bergoglio entre los fieles, las conversaciones no negadas al rey Carlos y, justo un día antes, domingo, el encuentro con el vicepresidente de los Estados Unidos J.D. Vance. Y de nuevo el último baño de multitudes: los saludos, las bendiciones, las miradas y sonrisas a los niños. Hay quienes el domingo notaron un mayor endurecimiento, en comparación con días anteriores, del brazo. Hay quienes vieron a una persona detrás del Pontífice masajeándolo. Que notó una respiración aún más dificultosa. Pero lo que el Papa Francisco, el día de Pascua, quiso que el mundo le prestara atención y lo recordara no es el boletín médico de una persona frágil y enferma que no quería prescindir de sí mismo, sino el llamamiento por la paz y la humanidad lanzado al mundo. Así lo recordaba el cardenal vicario de la diócesis de Roma, Baldassare Reina, al anunciar su muerte: «Lloramos el testimonio del Evangelio, el pastor misericordioso, la fiesta de la paz».
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