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  • Nunca me quedé con el no se puede: pese a todo, siempre busqué cómo seguir

    » La Gaceta Tucuman

    Fecha: 27/12/2025 00:10

    Luciana Antonella Alanis tiene 23 años, nació en Santa María, Catamarca, y está a tres finales de recibirse de psicóloga en la Universidad Nacional de Tucumán. Su nombre integra la lista de 150 jóvenes distinguidos por la Legislatura y la Secretaría de la Juventud de Tucumán, unos reconocimientos que, según cuenta, no esperaba y que vivió con una emoción difícil de resumir en una sola palabra. Antonella fue destacada por superar barreras derivadas de su discapacidad visual y por su compromiso social. Creo que lo que mejor define lo que siente es el agradecimiento, dice. El homenaje incluyó también a su madre, una figura clave en su recorrido. Hizo muchos sacrificios para que yo pudiera estudiar. Si ella no me hubiera acompañado, todo hubiera sido mucho más difícil, refiere en un diálogo con LA GACETA. La vida de Antonella es un testimonio de esfuerzo y superación. Nunca me quedé con el no se puede: pese a todo, siempre busqué cómo seguir, asegura. Antonella llegó a Tucumán sin autonomía en movilidad y con una discapacidad visual que la obligó, desde el primer día, a pensar estrategias propias para sostener la cursada. Su mamá pidió un traslado laboral desde Catamarca para acompañarla durante los primeros años. Hoy, en el tramo final de la carrera, vive sola, y reconoce ese proceso como una conquista personal y familiar. La Universidad como espacio de posibilidades Su primer año de Psicología fue en 2021, en plena pandemia. Cursó de manera virtual desde su casa en Santa María y, en ese aislamiento, con todo lo que tuvo de difícil, encontró una ventaja inesperada: gran parte del material académico ya estaba digitalizado cuando ingresó formalmente a la universidad. Trabajo con lectores de pantalla, así que la bibliografía digital es fundamental, explica. Aun así, no todo estaba resuelto. Hubo textos que tuvo que buscar, mejorar o mandar a digitalizar. En otros casos, se apoyó en amigas que le leían el material. Nunca fue quedarme con no hay o no se puede. Siempre busqué cómo seguir, insiste. Con el regreso a la presencialidad llegó también el desafío de adaptarse a un espacio amplio, a las dinámicas de los anfiteatros y al ritmo universitario pleno. Al principio todo parecía enorme, pero con el tiempo esa sensación se fue y terminó siendo una etapa que disfruté muchísimo, cuenta. Antonella define su paso por la universidad como la mejor etapa de su vida. Habla de amistades que la marcaron, de docentes a los que admira y de una carrera que eligió casi por intuición, después de haber pensado durante años en estudiar Abogacía. Hoy estoy absolutamente convencida de que no me equivoqué. Psicología es lo que me apasiona, dice. Logros que se acumulan A los reconocimientos de la Provincia se sumó otro logro académico reciente. Durante este año, Antonella quedó entre los 10 mejores promedios de la Facultad de Psicología: alcanzó el sexto puesto, una noticia que vivió con una emoción especial. Fue un logro grande, admite. En paralelo, la universitaria trabaja en el Servicio de Violencia de la Facultad de Psicología, que funciona en el hospital escuela. Allí participa de las prácticas y del abordaje institucional de casos, una experiencia que alimenta su tránsito por los últimos tramos de la carrera y sus proyectos laborales futuros. Perseverancia, constancia y redes Sostener la carrera en tiempo y forma no fue casualidad. Antonella lo atribuye a la constancia y a una relación genuina con el estudio. La carrera me gustó desde el primer día. Sentarme a leer nunca fue un castigo, relata. Como a la mayoría de los estudiantes, el recorrido implicó renuncias: vacaciones cortas, presentarse a cada mesa de examen, tardes enteras de estudio... También hubo estrategias compartidas: estudiar con amigas, organizar horarios, alternar bloques de lectura con descansos... Era exigente, pero también tenía algo de disfrute, matiza. En ese camino, reconoce la importancia de las redes de apoyo. La familia, la pareja, las amistades y la buena predisposición que encontró en muchas cátedras fueron determinantes. Siempre que pedí ayuda encontré respuestas. Tal vez no estaba todo adaptado desde el inicio, pero había voluntad, dice. Lo que todavía falta Aun desde el agradecimiento, Antonella señala aspectos que pueden mejorarse para estudiantes con discapacidad. No habla desde la queja, sino desde la experiencia concreta. Creo que hace falta más diálogo directo entre la universidad y el estudiante, plantea. En su caso, muchas soluciones aparecieron porque ella preguntó, pidió y explicó qué necesitaba. Al respecto, manifiesta: la universidad no siempre sabe lo que el alumno requiere si el alumno no lo dice. Pero también estaría bueno que haya más instancias en las que se pregunte activamente. Para Antonella, mejorar la comunicación es clave: no todas las personas tienen las mismas herramientas o la misma perseverancia. Un mayor acercamiento puede hacer que más trayectorias lleguen a buen puerto. Proyección profesional Con la carrera a punto de finalizar, Antonella imagina su futuro en Tucumán. No piensa irse en el corto plazo y sueña con encontrar trabajo en la provincia para seguir creciendo académica y profesionalmente. Siento que esta es una etapa nueva que empieza, dice. El reconocimiento de la Legislatura aparece, entonces, no como un cierre, sino como una señal en el camino. Una forma de visibilizar recorridos que muchas veces transcurren en silencio, y que, como el suyo, se sostienen a fuerza de convicción, constancia y una idea clara: estudiar también es un derecho que se construye todos los días.

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