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» El Litoral
Fecha: 26/12/2025 10:43
I Estoy con Juani Saer en Paris. Hemos cenado en un restaurante del barrio Latino y caminamos por las orillas del Sena. Hace frio y hay mucha neblina. Hay un puente; en el rio se distingue la sombra de un barco mientras un auto pasa lentamente por el bulevar, como si paseara. Pareciera que estuvieramos caminando por la Costanera, a orillas de la laguna Setubal, le digo. Se rie, una risa silenciosa, discreta: Puede ser, puede ser la laguna Setubal atravesada por el Puente Colgantey cerca del puente un bar donde se come pescado y en donde dos o tres muchachos hablan de literatura y discuten los alcances de la palabra region". Juani sabe de lo que esta hablando. Nadie mejor que el para entender esas disquisiciones. Precisamente, uno de los datos singulares de su literatura es esa capacidad para percibir con intensidad lo que el mismo califico como su region, su zona. Regionalismo? Localismo? Nada de ismos empobrecedores. El universalismo pintando la aldea, como dijo un gran escritor ruso. Mira tambienLa ciudad como un libroAhora estoy con una amiga en Madrid, en el Museo del Jamon. Hay mucha gente ese viernes a la noche. Hay mucha gente, pero mi amiga santafesina registra entre el tumulto, el rumor de voces, un tono inequivoco. Despues me dice. En algun lugar, a pocos metros de aqui hay dos o tres muchachos que hablan comiendose las esessolo los santafesinos ejercen esa virtud, concluye. De hecho, hay tres santafesinos que viven en Europa, que ahora se encontraron en Madrid como manana probablemente se reunan en Venecia o en Brujas o en Marsella. Son jovenes, estudian, no saben si regresaran alguna vez a sus pagos, pero a pesar de ellos mismos, o tal vez no, hablan como si estuvieran en un bar de bulevar o en un cafe de la peatonal. No pueden evitarlo. Y si pudieran, renunciarian a hacerlo. Nos reconocemos, conversamos, se rien cuando le comentamos por que notamos su presencia, pero en cierto momento, en ese Museo del Jamon, no muy lejos de la Plaza Mayor de Madrid, hay cinco santafesinos hablando de su ciudad perdida a miles de kilometros de distancia. Salgo de Florencia en auto rumbo a Turin. Cae la tarde. Esa hora del crepusculo con sabor a pena tenida con felicidad. La autopista, una imprevista llanura y dos o tres casas con el parpadeo hospitalario de sus luces. Viajando de Santa Fe a Rafaela esos tonos, esas luces, ese silencio de casas que se preparan para el reposo, las he contemplado muchas veces, pero ahora no estoy cerca de Humboldt o de Esperanza o de Nuevo Torino; tampoco esta llanura se parece exactamente a la de mi pampa gringa, sin embargo, la revelacion se ha impuesto sin pedir permiso. Obstinada y bella. La revelacion y la pena: estoy tan lejos. Y, ademas, es probable que por dos o tres meses no regrese. Supongo que lo que me sucede a mi les sucede a todos. Supongo. Mi certeza, o, mejor dicho, mi presuncion, es que una region o una patria chica se constituye con estos afectos, con estas imagenes, con estos recuerdos que, cuando se esta muy lejos, suelen sorprendernos porque uno en mas de un caso no los tenia en cuenta o ignoraba la presencia de esos lazos invisibles que nos atan a la tierra, a mi exclusivo pasado. II Siempre suele ser una sensacion intensa: puede ser de melancolia, de nostalgia, de perdida, tal vez de ausencia. Tratare de contar lo que me pasa. No creo en la patria en terminos abstractos, el refugio de todos los sinverguenzas, como califico con su habitual pericia Samuel Johnson, pero creo en mi region, y creo que ella es algo mas que una suma de accidentes geograficos. Los laberintos de mis castillos no son los de Alemania, son los de mi alma, escribio Edgar Allan Poe. Y, con las diferencias del caso, digo lo mismo. Mi historia, mi biografia, mi filiacion esta comprometida con esta relacion que constituye mi propia eternidad. Esta saudade la percibo como una herida cuando estoy lejos, en otro pais o en otro continente. No se cuando o como ocurre, pero ocurre. Mira tambienLicitaron la compra de materiales para renovar la iluminacion del Puente ColganteA veces es un detalle minimo, la letra perdida de una cancion que llega desde una taberna, el perfume que flota en el aire, la luz que en la soledad del campo se dibuja en el horizonte a la hora del crepusculo, un sueno feliz o una pesadilla escabrosa. En todos los casos siento que la patria, la patria chica, me llama; a veces con tono aspero, a veces con dulzura, a veces con sabor a pena, a veces desde el silencio, pero llama. Pocas certezas asisten a mi vida. Una de ellas es mi conviccion de santafesino. Ni fanatismo localista, ni religiosidad integrista, ni fantasias alucinadas. Santa Fe es, en terminos proustianos, mi tiempo perdido, mi epifania, mi mito, y, una vez mas, repito, mi eternidad. Cesare Pavese, James Joyce, Marcel Proust, como testigos. III Descubri mi condicion intima de santafesino cuando alguna vez el destino me instalo a miles de kilometros de distancia de mi ciudad. No estaba mal en aquel lejano pais, por el contrario, vivia en una comoda casaquinta, compartia mis horas con amigos viejos y nuevos, conoci mujeres que aun hoy, casi cincuenta anos despues, las recuerdo. Pero en cierto momento adverti que mi nostalgia por Santa Fe era mas importante que lo que me ocurria todos los dias en una ciudad que seguramente disponia de virtudes propias, pero que a mi me resultaban cada vez mas ajena. Sospecho que fue entonces que me reconcilie definitivamente con Santa Fe, una tarea que supongo que estamos obligados a plantearnos, porque es casi un lugar comun decir que, salvo algunas excepciones, en algun momento de nuestra vida estamos disconformes con la ciudad que el destino eligio para que vivamos. Ni Jorge Luis Borges pudo eludir esa celada. Y la ciudad, ahora, es como un plano de mis humillaciones y fracasos, escribe. Y la conclusion no deja de ser inquietante: No nos une el amor, sino el espanto; sera por eso que la quiero tanto. Esta hablando de Buenos Aires, claro, pero para lo que importa lo dicho vale para cualquier ciudad. El Borges que escribio estos poemas era entonces, segun sus propias palabras, sumamente desdichado, y proyectaba hacia la ciudad sus humillaciones y fracasos. Sin embargo, en otro momento de su vida dijo que los anos vividos en Europa fueron ilusorios, porque su ciudad, su exclusiva ciudad, sera Buenos Aires, mas alla de que luego el destino o alguna misteriosa premonicion lo llevo a morir en Suiza. El tema no es una ocurrencia mia. El poeta griego Constantino Cavafis, alguna vez, supongo, converso con algun amigo que le atribuia a la ciudad todas sus desdichas. El episodio le permitio a Cavafis escribir uno de sus mejores poemas: "La ciudad ira en ti siempre. Volveras a las mismas calles./ Y en los mismos suburbios llegara tu vejez;/ en la misma casa encaneceras./Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-/ ni caminos ni barco para ti./ La vida que aqui perdiste/ la has destruido en toda la tierra. En el prologo de 1969 a su libro de poemas Fervor de Buenos Aires, escrito en 1923, un Borges mayor admite que en aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales, la desdicha; ahora las mananas, el centro, la serenidad. Una vez mas no queda otra alternativa que coincidir con el maestro. Recuperando su perspectiva acerca de la ciudad como un plano de mis humillaciones y fracasos, diria que hoy Santa Fe es para mi un plano de mis penas y mis dichas, de mis interrogantes y mis esperanzas, de lo que soy y de lo que quise ser. Es mi ciudad, la ciudad donde llegue siendo casi un adolescente y que ahora recorro con los anos que, palabras mas palabras menos, son los de un viejo. Es la ciudad donde viven mis amigos y posiblemente mis enemigos; la ciudad que cobijo algunas de mis virtudes y seguramente disimulo mis conocidos defectos; la ciudad de las mujeres que me quisieron y dejaron de quererme; la ciudad donde nacieron mis hijos y mis nietos. La ciudad donde seguramente, en un dia no muy diferente al de hoy, morire.
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