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  • John Cage y la musica despues de la musica

    » cba24n

    Fecha: 25/12/2025 10:44

    Hay un momento en el que la musica habita el tiempo que le toca despues. Pero ese despues no necesariamente es su final sino uno de sus tantos comienzos. No llega con los instrumentos que se detienen, que se entregan al mutismo del que partieron, que son llevados por los musicos cuando la musica misma se desmantela al dar un paso atras y hacia afuera en el escenario donde se la escucho. Mas bien, ese momento del despues llega por el avance de la musica, por lo que en ella hay de progresivo. Por ejemplo, uno asiste a escuchar las casi dos horas de Mahler en su Segunda Sinfonia y cuenta los musicos en desproporcion, se impresiona con el coro, el solo de soprano y hasta se prepara para un insondable abismo lirico que sabe que en breve tendra lugar. Y, sin embargo, uno escucha -acaso sin querer- un pequeno rechinar del escenario, una fatal tos en la oscuridad, la vacilacion del murmullo del publico entre uno y otro movimiento y, a ese instante, a eso sorpresivo que acontecio, uno lo identifica como lo que es: el absoluto imprevisto que nos salva del absoluto musical. Justamente, la atencion presa del despues de la musica, y no de todo lo anterior. Es el drama de la musica entonces lo que a veces parece terminar, o lo que a veces cumple su movimiento en cada instante de lo que escuchamos y que no necesariamente privilegia la ejecucion. Ya que, por una vez, ahi mismo ese aparente instante ultimo tiene algo de comienzo. En cualquier caso, ese despues arranca cuando a si misma la musica se ha abandonado, cuando se ha despedido de si, cuando en lo ejecutado alcanza su propio olvido. Cansada entonces la musica, y en la volatilidad de su humor, ya no se escucha ni se soporta, ya no se reconoce ni se quiere a si misma, solo se sabe extenuada. Y es su constante paradoja lo que asi comienza a asomar: si se toca musica se corre el riesgo de ya no escucharla. Pero, que es entonces lo que se escucha en ese despues de la musica? Acaso dudamos si efectivamente la musica es algo hecho para ser escuchado. Acaso al llegar el absoluto imprevisto, en una revelacion que salta desde lo banal, es el instante del hastio y de lo nuevo lo que por fin apreciamos. Tal vez por eso, cuando la musica pierde lo que ella sabe que tiene de ironico, es que comienza a extranar su propio humor. La musica solemne, la musica de presencia, la musica de la escucha util y acomodaticia, la musica en despliegue que lo ocupa todo -una sala de conciertos, la proximidad de nuestro sillon, el ascensor corporativo- la musica que sirve a un poder, el de los compositores y ejecutantes, eso que durante infinidad de anos ha reinado en nuestros oidos como una embriaguez impuesta, es lo que ultima a la musica. Ese momento del despues, cuando la musica es ultimacion, es el momento en el que ella dice simplemente basta de musica. Por eso hay que buscar la musica de Cage mas alla de la musica, en una especie de preparacion constante para ella que siempre es despues de algo: del romanticismo, del pop, de la psicodelia, de la electronica, de la informatica, de la television, de los excesos contraculturales, de Marshall MacLuhan y del ascetismo introspectivo. Sin duda hay que buscar la musica de Cage en sus palabras, en el ritmo que le dio a cada una de ellas, como si se trataran de monadas sonoras, abusando de tipografias, disposicion, tamano y hasta estructuracion discursiva -por cierto, su guerra a la sintaxis fue el Vietnam de su epoca. Hay que buscar esa musica tambien en su mutismo de la atencion, una suerte de paso de danza o de comedia en donde lo que esta allende la expectacion de la musica comienza a ser justamente la musica misma, esa musica de su despues. Tambien, por supuesto, en su coleccion de boutade geniales hay musica. Mezcla de inocencia americana y de mirada puesta al Oriente por venir, o como resultado de la intoxicacion europea mal asimilada, la resolucion naif de algunas de sus ideas y propuestas condensa la intensidad de una revelacion que, a veces, crease o no, llega por el camino de la estupidez, la que esta por cierto mas proxima al satori del budismo zen que de anos de estudio y preparacion. Y, por ultimo, hay que encontrar la musica de la exasperacion que el mismo Cage sabia desmantelar y exponer en su aspiracion a una musica de las ideas. Aleatorio o indeterminado, su entusiasmo es el de un ultimo comienzo. Y, aun asi, sus descubrimientos tienen la originalidad de lo evidente que permanece oculto, aunque ni bien aparece, adquiere la obviedad de aquello que ya sabemos: Desde hace anos que los ninos son artistas modernos. Por caso, cuando Webern en sus cuartetos de cuerdas encuentra la irrupcion del silencio, llega sin duda hasta donde la expansion romantica podia permitirse llegar. Lo que sigue es aprender a jugar con ello. Llena de esas interrupciones, llena de esos blancos sonoros que pueden entenderse tambien como bancos de arrecifes o claros de un bosque por el que se camina atento a la irrupcion o ausencia de notas, las composiciones de Webern significaron el avance compositivo, la extremacion de un metodo en el que lo emotivo y lo controlado aun pugnan; y es por eso obvio que ahi la musica estaba senalando un despues a interpretar, una continuidad que requeria de un continuador, alguien que debia dar un paso mas alla para concretar una irreverencia soberana que la vuelva audible e inaudible a la vez. Por eso mismo lo que en ello podemos leer como interrupcion, rapto o simplemente ausencia de musica, Cage lo leyo como el frente de una casa a la que habia que habitar a la salida y en la proximidad de un bosque. Y acaso habitar del modo mas despojado, en una suerte de constante espacio abierto o habitacion-de-la-nada que lo llena todo pues cada algo es la celebracion de una nada que lo sustenta. Pero tambien es cierto que esa musica del despues no necesariamente se repite, vuelve como reiteracion, tiene la capacidad de ser repuesta mas alla de huir a su instante de pieza de museo. Hecha de procedimiento antes que de alguna forma reconocible, la musica de Cage carece de repeticion en tanto que le es imposible ser un objeto, pues es pura experiencia. Vale si como acontecimiento, como eso que tambien el propicio en instalar cual hecho y palabra, es decir, vale como happening. La musica, lejos del pasado y sin importancia en el futuro, es lo que pasa. Pero lo es en tanto que aventura musical. Durante anos el azar ha sido aquello que propicio el surgimiento de una finalidad, llamemosla historia, filosofia, capitalismo; sea como sea esas palabras quisieron ser el olvido del azar, quisieron convencernos de ello y de que era posible doblegarlo. Cage no hizo mas que traerlo como conciencia al dia a dia para justamente aniquilar la conciencia, ya que nuestras intenciones hacen casi insoportable vivir. Previo a ello, Mallarme decia que un golpe de dados jamas abolira el azar, como si extremar la fatalidad nos aliviara al comprenderla, al saber a que renunciamos; pero para Cage el azar regia nuestros infimos movimientos en una fascinante propedeutica a atender, y de eso no habia escapatoria, mas bien lo que nos esperaba era un paisaje en el que el movimiento de una nube tenia una incidencia directa en nuestras vidas, acaso mas importante que el quiebre de un banco, la caida de la bolsa de valores o el fin de una guerra. Como desentenderos de el entonces? Pues con el procedimiento mismo del azar. Una tirada de I-Ching no terminara con el, pero a diferencia de Mallarme que gran parte de su vida se vio paralizado en la especulacion, hara mas llevadera nuestras vidas que fluiran al ritmo de las sucesivas transformaciones que por nada del mundo podemos manejar. Como Satie, Cage no entendia la musica como un objeto, sino que mas bien pretendia que en ella participemos de una atmosfera, contemplemos un paisaje. La misma inocencia americana, que un siglo antes un escritor como Henry James denostara hasta el cambio de nacionalidad en procura de cultura por sobre la propiedad de bosques, rios, montanas y desiertos que le eran indiferentes, pues bien, ese impetu americano por lo que aun corre delante de cualquier nombre, propiciaba ese tipo de escucha en el que la musica deberia irrumpir, debia desplegarse e irse como acaso lo hace una tormenta sobre el cielo de La Florida. Solo habia que atender a lo proximo: Los indios descubrieron hace mucho que la musica seguia sonando permanentemente, y que escucharla era como mirar, a traves de una ventana, un paisaje que no dejaba de existir cuando uno le daba la espalda. De ese modo, profundizar ese paisaje significaba renunciar a la vieja relacion entre musica y razon, acaso el fundamento mismo de Occidente. Cuando Cage deja de lado las relaciones entre armonia o contrapunto, cuando renuncia a la convencion musical de que escuchar es presuponer que estoy reconociendo relaciones, esta tal vez proponiendo una poetica radical, la que como punto de partida sostiene que la funcion del arte es imitar a la naturaleza en su modo de obrar. Por supuesto que no se trata de una mimesis de los objetos, sino de las leyes ingobernables que los impulsa, y a las que solo accedemos por un camino tan incierto como el camino que puede trazarse sobre el agua. Pero por eso mismo, el orientalismo es mucho mas que una ola a la que sumarse en su impulso. Asi como Thoreau veia una huida necesaria hacia el oeste, y Walden fue su primer paso para escapar del espiritu americano que solo puede pensar el futuro en los objetos de uso: mas ciudades, mas trenes, mas dinero, mas consumo, mas basura y por lo tanto mas realidad para la pesadilla capitalista, Cage tambien creia en la necesidad de que el despues de la musica sea el fin de la distincion entre Oriente y Occidente, de igual modo que algo parecido sucede con la distincion entre el Yo y el Otro que en toda composicion produce un abismo infranqueable. Por supuesto, su primer paso se oriento entonces hacia el abandono del control, y eso significo el impulso para saltar ese abismo. En un texto sobre Duchamp, en donde Cage prioriza el metodo antes que el objeto al senalar que una manera de componer musica es estudiar Duchamp, uno puede en un primer momento creer que mas alla del procedimiento nada importa, ya que este tiene la impronta de un objeto en si, es una joya en la corona de la genialidad que brilla por sobre la instruccion que dicta; y sin embargo, en el abandono del control, que en piezas como Music of Changes llega al extremo cuando incorpora los 64 hexagramas del I-Ching para la estructuracion compositiva que trabaja sobre una tabla de duracion y amplitud, lo que en realidad importa en esa celebracion de lo incierto es de que modo, aun por encima del proceso mismo, lo que se vuelve relevante a la escucha es el sonido, el sonido que para Cage, a esta altura y luego de multiples experiencias, por supuesto es un objeto preciado. Recuerdo haber amado el sonido antes de haber recibido una leccion de musica, Encontre que me gustaban los ruidos incluso mas de lo que me gustaban los intervalos, Y me imagino que a medida que la musica contemporanea siga cambiando del modo en que la estoy cambiando yo lo que se hara cada vez mas sera liberar por completo los sonidos de las ideas abstractas que se tiene de ellos y dejarlos ser, Un hombre es un hombre y un sonido es un sonido; declaraciones como estas, en entrevistas, conferencias, proferidas en fiestas o en conciertos, hacen de Cage un genio que actua de si mismo. Ese actuar, otra forma de burlar la comunicacion que se le demanda al arte, lo llevo tambien a oscilar entre la inteligencia y la provocacion. Si hay una pieza escandalosa, en donde ese escandalo juega en contra de la inteligencia al eclipsarse tras restos de un dadaismo en ruinas, es sin lugar a dudas 433. David Tudor sentado al piano, cerrando y abriendo la tapa de este como senal de comienzo y fin para los tres movimientos de una pieza silenciosa, era apenas la realizacion de una idea que Cage perseguia hace tiempo. En busca entonces de un silencio absoluto lo que encuentra es la union de opuestos que, desde los materiales mismos con los que venia trabajando, le permite lograr una sintesis de procesos diversos. El resultado fue un concierto en el que durante el primer movimiento se escucho el viento soplar afuera de la sala, en el segundo, gotas de lluvia que repiqueteaban en el techo, y al final, la incomodidad de quienes se levantaban y se iban por lo que presuntamente era una broma de mal gusto ignorando que, en realidad, por detras de ese gesto habia un camino estetico y filosofico que, desde el comienzo hasta ese momento, se justificaba en afirmaciones como la siguiente: Ningun sonido teme el silencio que lo a-paga. Y ningun silencio existe que no este cargado de sonido. Pero tambien es cierto que en ese concierto es posible leer el fin de una larga modernidad que, dejando de lado la genialidad de cualquier autor, reclama transformar la vida en arte, y que se lo reclama -como ya Baudelaire lo hiciera con su lector- a un espectador al que le recuerda que quien experimenta una obra de arte es igual de culpable que el artista. Tal vez por eso Cage jamas se detuvo solo en los conceptos, sino que avanzo hacia ese punto en el que lo que importa es la perspectiva; como un clasico del renacimiento supo ver que lo que viene despues de toda experiencia es el modo en que la integramos a lo mas inmediato: nuestra vida. Como los cheques-broma, su Mona Lisa con bigotes, un sombrero con notas musicales o un vidrio trizado e incompleto pero abierto al porvenir, Cage supo que todo lo visto -todo objeto, es decir, mas el proceso de mirarlo- es un Duchamp. Y sin duda el lo fue en la musica. Tal vez por eso bajo cada pieza compuesta, en cada conferencia, en cada imagen y en cada frase que se repite hasta el cansancio, en definitiva, en cada performance, es aun posible oir, en lo que dijo y en lo que interpretaron de el, una apuesta por lo anecdotico. Como si en esos gestos azarosos residiera el matrimonio del cielo y el infierno que arte y vida desde hace tiempo reclaman, la vida del propio Cage fue cambiando a medida que su musica se fue olvidando de la musica; pero a su vez, su musica se fue adaptando a la exigencia de ser un campo de pruebas para los diversos metodos que buscaban una experiencia sonora casual. Three Dance, A Book of Music y The Perilous Night tal vez no existirian de no ser porque Cage trabajaba con su intuicion anteponiendola a cualquier obstaculo. Urgido por componer para un ballet, intentando hacerlo sin percusion, condenado al piano como unico recurso, musicalizar Bacchanal, de Syvilla Fort, le significo encontrar el despues mismo de la musica: Estuve un dia entero tratando de encontrar una secuencia dodecafonica africana. No hubo caso. Descubri entonces que el problema no era yo: era el piano. Me propuse cambiarlo. Lo que sigue se conoce como el nacimiento del piano preparado, una intervencion en el corazon de la musica -al menos la que ha sido hegemonica desde mediados del siglo XVIII y hasta los anos 30 del siglo pasado. Tuercas, tornillos, clavos, tacos y cuanta serie de objetos sea pertinente depositar entre las cuerdas del instrumento hacen a una sonoridad que, en la invencion azarosa, en la emocion que brinda el descubrimiento continuo, deja oir una serie de singularidades que nunca terminan: La primera vez que ubique objetos entre las cuerdas fue con la intencion de poseer ciertos sonidos. Sin embargo, cuando la musica dejo mi hogar y empezo a pasar de piano en piano y de pianista en pianista, quedo en evidencia no solo que todos los pianistas son esencialmente distintos, sino que lo mismo ocurre con los pianos. En lugar de posibles repeticiones, en esta vida cada instancia nos presenta cualidades y caracteristicas unicas. De la busqueda de un sonido a la vida misma como paisaje sonoro lo que cambia no solo es la musica, sino el alcance de nuestra relacion con ella. Ni meramente decorativa, ni mucho menos una especulacion puramente conceptual, la musica de Cage podria pensarse como un materialismo espiritual, y en extremo, como un silencio sonoro, o por que no, como una presencia evanescente que nos introduce en el verdadero mundo en que vivimos. Obsesionado con ello no dudo en afirmar: si quiere que le diga la verdad sobre el asunto, la musica que yo prefiero, incluso para mi mismo o para cualquier otro, es la que oimos si, sencillamente, nos quedamos quietos. Ingenioso, infantil, provocador y a la vez reservado, enamorado de si mismo y dispuesto a olvidarse en el silencio que esta despues de la musica, Cage comenzo su diario, Como mejorar el mundo (solo empeoraria las cosas), senalando: Vamos dejando la / propiedad, para pasar al uso. / Empezando por las ideas. Cuales podriamos / adoptar? Y cuales abandonar? / Desaparicion de la politica de poder. Ninguna / medicion. En esta primera entrada, lo que sorprende como un mantra a repetir es justamente la borradura que propiedad y uso experimentan, acaso como si en ello se cifrara el camino por el cual regresar a ese momento perdido en el que la vida no era otra cosa que su puro gasto, en el que no era otra cosa que la afirmacion de un acto sin finalidad, el que sin temor se extenua por el solo hecho de haber sido otorgado, y porque sabe que lo que le espera es su extravio. Ese mantra a repetir era justamente un mandala en el agua, de leer algo en el, leeriamos lo siguiente: El piano preparado, las impresiones que recibi de la obra de artistas amigos, el estudio del budismo zen, mis excursiones en campos y bosques en busca de hongos: todo eso me ha llevado a disfrutar las cosas tal y como son, como suceden, mas que como se las posee, mantiene o fuerza a ser. La musica entonces fue acaso una excusa para que simplemente advenga su despues.

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