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» El Litoral
Fecha: 24/12/2025 15:33
Navidad, tiempo y carne: una reflexion filosofica sobre interrupcion, encarnacion y cuidado La Navidad, entendida como un momento de encarnacion y dignificacion humana, desafia la logica del consumo y reclama una etica del cuidado y la hospitalidad. La tradicional y emblematica escena del nacimiento de Jesus evoca una etica de la acogida (Dios hecho Hombre, naciendo en un establo) y el recibimiento familiar, que interpelan a las sociedades contemporaneas. El tiempo no es una serie de instantes; es la unidad en la que se despliega la memoria, la presencia y la esperanza Paul Ricoeur (Tiempo y relato, 1984) La Navidad, en la plenitud de su misterio liturgico y trascendiendo la superficialidad de sus ritmos comerciales, exige ser reconocida como un acontecimiento central en la filosofia del tiempo. Nuestra reflexion no parte de una neutralidad secular, sino que se enraiza en la tradicion cristiana, la cual sostiene que lo sacro no puede ser despojado, sino que el fundamento ineludible de toda verdad. Partiendo de esta base, y al trazar las convergencias entre las meditaciones de San Agustin, Martin Heidegger y Paul Ricoeur, se propone que la navidad constituye una experiencia temporal que interrumpe la linealidad cronologica (chronos) y, en su lugar, despliega un tiempo cualitativo, kairologico, capaz de reconfigurar la memoria, el presente y la esperanza. En este sentido, la aproximacion de San Agustin es fundacional. El obispo de Hipona observa en sus Confesiones que la experiencia del tiempo es una dificultad inherente al alma que recuerda, espera y atiende, al punto de formular su celebre aporia: si nadie me lo pregunta, lo se; si quiero explicarlo a quien me lo pregunta, ya no lo se (Agustin de Hipona, Confesiones, Libro XI, 1999, p. 267). Esta dificultad no solo diagnostica la complejidad antropologica de nuestra relacion con el tiempo, sino que simultaneamente abre la puerta a la posibilidad de que ciertos acontecimientos- como el nacimiento- instauren una vivencia temporal radicalmente distinta. En ella, la presencia adquiere su espesor particular, y la memoria del pasado, junto con la esperanza del futuro, se entretejen en una unidad vivificante. Para comprender la naturaleza de esta interrupcion, es indispensable acudir a la analitica existencial. Martin Heidegger, en su estudio sobre el Dasein (el Ser-ahi), nos recuerda que la temporalidad no es la sucesion externa del ahora, sino la estructura interna que constituye a ese ser que, irremediablemente, existe proyectandose hacia la muerte. La navidad, al introducir el acontecimiento del nacimiento como quiebre absoluto, actua como una fisura en esa temporalidad proyectiva. De este modo, se revela la historicidad profunda del presente y se muestra la posibilidad de un tiempo que no se agota en la productividad ni en la simple sucesion de tareas. Esta experiencia permite reconocer el kairos: un momento oportuno cuyo valor no reside en la duracion (chronos), sino en la intensidad de su significado y su capacidad para transformar la existencia. Este diagnostico es completado por Paul Ricoeur, quien propone la narratividad como el horizonte en el que la memoria y el futuro logran articularse en una trama coherente de sentido, por lo que la navidad funciona como un hito narrativo fundamental que reinscribe la biografia individual y colectiva en clave de esperanza (Ricoeur, Tiempo y relato, 1984, p. 45). La precitada urdimbre filosofica y temporal nos conduce directamente al problema de la encarnacion. Si, como sostiene la inmutable tradicion filosofica y teologica, lo divino asume la fragilidad humana, la vertiente etica de la navidad adquiere una relevancia ineludible. Al respecto, Santo Tomas de Aquino, al reflexionar sobre la union hipostatica, subraya que el Verbo no anula la condicion humana, sino que la dignifica mediante su union con lo divino (Suma Teologica, I, q. 814, ed. 2003, p. 112). Esta dignificacion se produce a traves de la humildad, un misterio que Hans Urs von Balthasar designa como la kenosis, el vaciamiento o despojamiento en el que la gloria se manifiesta paradojicamente en la bajeza y la vulnerabilidad. Desde una perspectiva filosofica-practica, Emmanuel Levinas aporta una dimension etica que es crucial: el rostro del Otro que se presenta en su fragilidad, reclamando una responsabilidad incondicional. Si, como se postula desde la fe, lo sagrado se manifiesta precisamente en esa fragilidad, la respuesta etica se convierte en el imperativo primordial. Levinas llego a afirmar que la etica es la primera filosofia (Totalidad e Infinito, 1961, p. 48), y desde esta radical prioridad, el misterio de la Encarnacion puede leerse como un llamado a reconocer el valor intrinseco e irreductible de cada vida. Por lo tanto, la conclusion practica de esta perspectiva es categorica: la vulnerabilidad que la figura del Nino revela no admite mitigaciones retoricas, sino que exige practicas concretas de proteccion, acompanamiento y reconocimiento. Precisamente, esta reivindicacion de la dignidad del ser fragil entronca directamente con cierta filosofia de la esperanza. Sobre este particular, Ernst Bloch, por ejemplo, propone una ontologia de la esperanza que concibe el futuro no como algo meramente pasivo, sino como un factor efectivo en el presente: la esperanza es, en esencia, motor historico y principio de utopia (Bloch, El principio esperanza, 1959, t. I, p. 12). Ernst Bloch (1885-1977), filosofo aleman de ascendencia judia. Analizo a la esperanza como "motor historico y principio de utopia". De esta forma, si la Navidad instituyera un horizonte esperanzador, no se trataria de un consuelo inerte, sino de una activacion practica de la posibilidad. La promesa divina se convierte asi en una obligacion humana de trabajar activamente por su realizacion. En esta linea, pensadores como Gabriel Marcel, con su enfasis en la fidelidad y la presencia, y Sren Kierkegaard, al reflexionar sobre la paradoja de la fe, recuerdan que la esperanza cristiana no se alcanza disolviendo la duda, sino habitandola, convirtiendola en una espera activa. En un mundo que percibimos totalmente desencantado, esperar significa sostener la tension entre ausencia y promesa, abrazando la incertidumbre sin renunciar jamas a la exigencia transformadora que toda esperanza autentica implica para el sujeto. No obstante frente a estas dimensiones filosoficas, existenciales y eticas, se alza nuestra critica a la mercantilizacion de lo sagrado. Sobre este aspecto, Max Horkheimer y Theodor Adorno denunciaron como la industria cultural invade la experiencia simbolica, transformando el ritual en mera mercancia (Dialectica de la Ilustracion, 1947, p. 99). Esta critica ha sido ampliada en el contexto contemporaneo por Zygmunt Bauman y Byung-Chul Han, quienes senalan respectivamente como la sociedad liquida y la cultura del rendimiento convierten las practicas festivas en espectaculo y consumo vacio, pervirtiendo la hospitalidad y vaciando el sentido profundo del don. Si la Navidad se reduce a varias transacciones de compraventa, el don pierde su gratuidad y la hospitalidad su imprevisibilidad. Ante esto, surge entonces la pregunta fundamental: Que queda del dar sin retorno cuando el sistema social funciona exclusivamente por el intercambio y la visibilidad? La respuesta a este dilema implica la recuperacion urgente de don (gift) como un modo relacional que resiste frontalmente a la logica mercantil. Consecuentemente, el nacimiento, entendido como un llamado existencial al cuidado, despliega una etica del acompanamiento. Esta vision encuentra eco en las reflexiones de Carol Gilligan sobre la voz de la responsabilidad interdependiente y en Martha Nussbaum, quien reclama la centralidad de las capacidades humanas como fundamento de cualquier orden etico. Por ello, Levinas, al centrar la obligacion moral en la respuesta al rostro que demanda, ofrece las herramientas para una pedagogia de la vulnerabilidad inherente a la Natividad. Esta pedagogia implica una formacion de la sensibilidad moral, un aprendizaje para atender, para permanecer y para custodiar al otro en su fragilidad. Esto, a su vez, exige la articulacion de instituciones, practicas y una cultura que priorice, de manera efectiva, el cuidado por sobre la competitividad, el consumo y la eficacia. Paralelamente a la dimension etica, la navidad contiene una profunda dimension contemplativa que nos remite al silencio y a la noche como espacios idoneos para la interioridad. Heidegger, nuevamente, nos habla de la llamada a la consciencia del ser; Maria Zambrano postula la razon poetica como una forma de pensamiento que recupera la profundidad y Simone Weil reivindica la atencion como la forma suprema de la caridad contemplativa. En una sociedad saturada de estimulos y de ruido constante, la navidad se presenta como una posibilidad de retorno a la escucha, una oportunidad para cultivar ese recogimiento y esa atencion que hacen posible la experiencia transformadora. El silencio, en esta lectura, no es un mero retiro, sino una condicion epistemologica y moral que permite percibir aquello que la prisa y el chronos ocultan. Un ultimo factor que nos queda por analizar es la persistencia del mito del nacimiento divino en diversas culturas, lo cual nos invita a considerar su valor simbolico y arquetipico. Mircea Eliade mostro como los mitos reestructuran el tiempo en ciclos de nacimiento y renovacion (Eliade, Mito y realidad, 1963, p. 78). En una linea similar, Carl Gustav Jung, en su lectura de los arquetipos, situo al nino como simbolo de lo emergente, de la posibilidad de la novedad radical en la psique colectiva. Ricoeur, una vez mas, nos ofrece la mediacion narrativa que permite traducir el mito en una identidad compartida por una comunidad. Asi, el reintegro periodico de la figura del nino senala una necesidad humana inmutable de reabrir horizontes de sentido frente a la fatiga historica. Este simbolismo se hace carne en la iconografia misma del pesebre- Dios hecho Hombre, naciendo en un establo-, que plantea interrogantes esenciales sobre la hospitalidad y la extranjeria que resuenan profundamente en la etica de Levinas. Al nacer lo sagrado fuera del centro de la civilizacion, en un espacio de indignidad y marginalidad, la tradicion nos confronta con la pregunta sobre como tratamos al extranjero, al pobre y al marginado. La escena evoca una etica de la acogida que interpela a las sociedades contemporaneas y obliga a preguntar: Por que siguen siendo los espacios de indignidad los lugares del verdadero acontecimiento de la humanidad? La alegria que inaugura la navidad, por ultimo debe ser rigurosamente distinguida de la mera diversion. Baruch Spinoza entendia la alegria como el aumento de la potencia de actuar; Friedrich Nietzsche, por su parte, valoraba la afirmacion de la vida en su coraje creativo y C.S. Lewis nos hablo de una sorpresa gozosa que trasciende la premura del entretenimiento. La alegria profunda que podria albergar la navidad es, en este sentido, una virtud que transforma la existencia y que reconcilia la dicha con la responsabilidad etica. Como siempre, queridos lectores, concluimos esta humilde reflexion con un apartado critico y reflexivo. Si la Navidad, en su esencia filosofica y teologica, ofrece una interrupcion kairologica, una encarnacion que dignifica la fragilidad y una pedagogia de la esperanza y del cuidado, su traduccion efectiva a la vida social y existencial no esta de ninguna manera garantizada. La provocacion final que emana de este analisis es inherentemente etica y existencial, puesto que, si la navidad es el lugar donde lo divino y lo humano se encuentran en la maxima fragilidad, entonces cada encuentro con el excluido, con el nino, con el forastero se convierte en una posible epifania que exige una respuesta inmediata. Por consiguiente, es preciso indagar si la sociedad posmoderna, obsesionada con la eficacia, el consumo y la produccion incesante, posee la entereza necesaria para mantener esa capacidad de asombro que rompe la inercia de la rutina y demanda una accion concreta en favor de los vulnerables. En la misma linea critica, es necesario plantear la cuestion de si la experiencia radical del nacimiento, ese kairos de intensidad significante, lograra resistir a la logica mercantil que no cesa de vaciar su contenido simbolico, trivializandolo en un simple producto de consumo. Esta encrucijada nos obliga a enfrentarnos al rostro del Otro: Responderemos a esta demanda con una autentica hospitalidad, que implica la acogida radical del forastero, o nos replegaremos en la mera indiferencia de quien no desea ver interrumpida su propia comodidad? Finalmente, la interpelacion se centra en la trascendencia de la esperanza. Hemos de discernir si convertiremos la promesa de la esperanza en un proyecto comun y operativo, movilizando la accion transformadora que le es inherente, o si la relegamos a la pasividad esteril de la mera nostalgia por un tiempo que ya fue. La pregunta queda abiertamente planteada, y es en esa apertura radical donde reside la llamada mas exigente de la navidad: la obligacion de transformar el tiempo en cuidado, la memoria en compromiso y la promesa en accion. El autor es un docente, escritor y filosofo sanjuanino. Referencias Bibliograficas Adorno, T., & Horkheimer, M. (1947/2007). Dialectica de la Ilustracion: Fragmentos filosoficos. Madrid: Trotta. (p. 99). Agustin de Hipona. (1999). Confesiones (edicion bilingue o traducida). Madrid: Gredos o Biblioteca de Autores Cristianos. (Libro XI, p. 267). Bloch, E. (1959/1980). El principio esperanza (t. I). Madrid: Aguilar. (p. 12). Gilligan, C. (1982/2013). In a Different Voice: Psychological Theory and Women's Development. 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