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» El Liberal
Fecha: 24/12/2025 10:08
¡Qué hermoso es aplaudir, celebrar y felicitar los logros propios y los de los demás! Si lo hacemos desde el corazón, nos alineamos con la humildad, el agradecimiento y la verdad de nuestro ser. Celebrar al otro es honrar la vida que se expresa en cada uno. ¡Es el ideal del alma! aunque... no siempre sucede así. En nuestro interior habitan emociones silenciosas que, sin darnos cuenta, nos alejan de esa luz. Una de ellas es la envidia, un sentimiento profundo y muchas veces negado, que nubla la mirada del espíritu e impide que el amor fluya libremente. También te puede interesar: Durante mucho tiempo creí que la envidia era desear lo que el otro tiene. Sin embargo, aprendí que, cuando el logro ajeno despierta en mí el deseo de crecer, aprender o avanzar, no hay envidia: hay INSPIRACION. El otro se vuelve un espejo que me muestra lo que también es posible para mí. Pero entonces ¿QUE ES LA ENVIDIA? ¡Es no querer que el otro tenga lo que yo no tengo! ¡Guau… qué fuerte! Claro, porque la envidia verdadera aparece cuando el corazón se endurece y no desea que el otro tenga aquello que yo no tengo aún. Ahí se revela una herida del alma, un dolor no sanado, una distancia con la propia abundancia interior. Puedo ver que este sentimiento nace de la comparación, del olvido de que cada persona tiene su tiempo, su camino y su misión. Nos enfrenta a frustraciones, carencias y a la resistencia de hacer el TRABAJO INTERIOR que todo crecimiento auténtico requiere. No estamos dispuestos a esforzarnos para alcanzar metas, pero tampoco estamos dispuestos a reconocer lo que otro obtuvo con su propio sudor. La envidia se manifiesta cuando no podemos alegrarnos sinceramente por el bien del otro. Se expresa en silencios fríos, miradas esquivas, en críticas, en juicios, en palabras que hieren o pensamientos que separan. Es, en el fondo, un pedido de AMOR que aún no sabemos escuchar. Pero nada que habite en nosotros está destinado a condenarnos. Todo sentimiento puede ser llevado a la luz de la conciencia. Cuando reconocemos la envidia sin culpa y la ofrecemos a la transformación interior, comienza el verdadero despertar. Transmutada, la envidia se vuelve humildad, empatía y gratitud. Es una puerta al progreso humano que nos conecta con la alegría, el disfrute y el celebrar el trabajo o la obra del otro y, al hacerlo, reconciliarnos con nuestra propia valía. Así, aprendemos que al honrar los logros ajenos también sanamos la relación con los propios. ¿Es fácil hacerlo? No. Porque no siempre estamos educados para valorarnos y valorar a los demás, mucho menos disfrutar de los logros- sobre todo-de los que no son nuestros ¡¡Hay que aprender a hacerlo!! Te invito a mirar con honestidad tu interior, a no temerle a lo que encuentres y si esta este sentimiento, aceptarlo y entregarlo AL AMOR QUE TRANSFORMA. En el camino de ser mejores personas, evitamos dañarnos y dañar a los demás. Y cuando dejamos de competir y comenzamos a RESPETAR y AGRADECER...el espíritu descansa y la vida se fortalece para el bien de TODOS. ¡¡Les mando un fuerte abrazo!!
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