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» El cordillerano
Fecha: 24/12/2025 09:36
El rafting, una alternativa para desconectarse de los problemas a partir de la unión con la naturaleza Jacques Zwobada es socio fundador de Aguas Blancas, empresa pionera del rafting en la zona. Jacques nació en Bariloche (“Mi tatarabuelo era don Bernardo Boock”, cuenta) y, durante su juventud, realizó labores diversas. A modo de ejemplo, señala: “Trabajé para Invap, en la planta química de Pilcaniyeu; estuve ocho meses. Era muy interesante, pero sacrificado”. Disfrutando, en plena bajada. Tras un intento de estudiar en Mendoza (“Nunca fui muy amigo de los libros; estuve seis meses y me volví”, sonríe), se desempeñó como mozo por la noche en un restaurante de una tía. Al lugar, solía ir a cenar el propietario de una empresa de turismo. Y, de ese modo, a partir de la concurrencia de ese hombre al lugar, la vida de Jacques tomó un rumbo inesperado, que lo puso en un camino que hasta hoy transita. “Era 1989, y ese año no nevó. Los empresarios no sabían qué hacer con los brasileros, por lo que se les ocurrió llevarlos al Limay para que realizaran rafting”, narra, para luego desarrollar: “En aquella época, había muy pocos guías para esa actividad, así que aquella persona me preguntó si me interesaba ir al río”. A la espera de los aventureros... De esa forma, Jacques se transformó en guía. Y sumó a su hermano, que se había recibido de profesor de Educación física en Mendoza y, ante el llamado de Jacques, volvió a Bariloche y también se metió en el tema. Una abuela los ayudó para que pudieran contar con una camioneta trafic y también comenzaron a colaborar con una empresa estudiantil. En camino... Luego, en 1995, cuando la firma que había convocado a Jacques inicialmente perdió el permiso para desarrollar actividades en el río, y como no le agradaban las otras que había, decidió que había que ponerse al frente de una nueva propuesta. Una vez más, la ayuda de la abuela fue providencial, porque brindó una mano para comprar una balsa. “Pudimos gestionar el permiso de Parques Nacionales, algo que en ese momento era muy difícil. De esa manera, arrancamos, ¡con una balsita! Mi hermano manejaba la trafic, yo guiaba”, rememora Jacques, evocando el surgimiento de Aguas blancas, la empresa emblema del rafting en Bariloche, que acaba de cumplir treinta años. Jacques —¿Conocías la zona del Limay? ¿Era algo que tenías incorporado? —Antes iba al Limay porque mi tío tenía campo en Rincón Grande, pero el río, en realidad, lo fui descubriendo con el rafting. —¿Y te gustó la actividad? —¡Sí! Mis trabajos, hasta ese momento, aparte de cuando fui mozo, habían sido de oficina. Cuando me encontré con esto, al aire libre, dije: “De acá no me sacan más”. En ese momento no era una actividad muy comercial, porque se ganaba poco, pero era algo muy lindo. Cuando en el noventa y pico empezamos a ir al Manso, hicimos un par de bajadas con gente amiga, para conocer el río, y a la tercera vez ya fuimos con clientes. La alegría que provoca una actividad en la que la naturaleza es protagonista. —Antes el rafting no era una actividad muy común, ¿verdad? —Al principio, en el Limay, hacíamos dos o tres bajadas por semana. Resultaba difícil juntar gente, y si no reunís a varias personas, en estas excursiones, el negocio es limitado. Todo era a pulmón. —¿Cuándo fue el quiebre? Es decir, ¿en qué momento el rafting comenzó a tenerse en cuenta como actividad turística? —En 1992 o 1993 hubo una empresa que comenzó a llenar el vacío que había en Bariloche respecto a lo que era, específicamente, turismo de aventura. Le dieron mucha importancia a todo eso. Se dieron cuenta de que la gente se enganchaba con salir a la naturaleza y bajar por un río. Y eso continuó, no se trató de una moda pasajera. Así, ahora trabajamos bien, aunque en la actualidad nos afecta que la Argentina está muy cara, lo que provoca que el extranjero venga menos y los argentinos vayan a Brasil o Chile, por ejemplo. Un folleto de años atrás. —¿El turista que se acerca a hacer rafting es mayormente nacional o internacional? —Ambos. En los comienzos trabajábamos mucho con extranjeros, mientras que ahora vienen más argentinos. —¿Cómo se maneja el tema de la seguridad? ¿Varió a lo largo del tiempo? —Sí, cambió mucho. Nosotros éramos paisanos arriba de una balsa, y cuando llegó gente que conocía la actividad, de otras partes del mundo, nos trajo, entre otras cosas, cursos de rescate en ríos de montaña. Nunca tuvimos situaciones complicadas, porque es un río amigable, pero ahora hay mucha más conciencia de los riesgos y de la seguridad que se debe tener. Por ejemplo, si alguien ve un tronco tirado en el río, nos ponemos de acuerdo entre las empresas para ir a sacarlo y así evitar que alguen se enganche. Sendero hacia la aventura. —En la actualidad, más allá del negocio, ¿disfrutás del rafting? ¿Seguís practicándolo? —Sí, cuando puedo bajo con mi hijo en doky, una canoa chiquita inflable. Es algo muy lindo. —¿Cómo describirías, para el que no lo conoce, la sensación que implica hacer rafting? —Es una actividad que te desenchufa de todo. Lamentablemente, ahora hay señal en muchas partes del río… Digo “lamentablemente” porque la gente está pendiente del teléfono. Más allá de eso, el rafting tiene la virtud de que, al estar en plena naturaleza, te desconecta, porque estás mano a mano con el lugar. La constante, a lo largo del tiempo, siempre ha sido la alegría compartida. CONTACTO Aguas Blancas cuenta con varias propuestas para disfrutar del rafting. Los interesados pueden contactarse por mail escribiendo a [email protected], o bien por WhatsApp, al +542944690426. Además, es factible ubicar a la empresa por Instagram en @aguasblancas.rafting, o bien visitar su página web, http://www.aguasblancas.com.ar. Felicidad salpicada.
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