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» El Litoral
Fecha: 24/12/2025 07:31
I - Estamos pisando la hora de un nuevo reto que plantean las derechas contemporáneas. Muchos autores y desde distintas perspectivas, abordaron y abordan el tema con suficiente profundidad desde muchos años ha, pero tomamos, para el caso, a Theodor W. Adorno, un emergente de la cuna de una de las oleadas que asoló la mitad de Europa, en el siglo pasado. II - Adorno (Fráncfort del Meno, Alemania, 1903 - Visp, Suiza, 1969) fue un filósofo alemán postmarxista, que llevó adelante un intenso trabajo en los campos de la sociología, crítica literaria, música. Mirá tambiénEs de la esencia del pacto político el respeto a la ConstituciónUno de los principales representantes, junto con Max Horkheimer y Herbert Marcuse, de la primera generación de la Escuela de Frankfurt fundamentada esencialmente en la teoría crítica, esa virtuosa combinación de ideas marxitas, la filosofía hegeliana y el psicoanálisis freudiano como lente para analizar críticamente la sociedad moderna. III - La primera referencia es en 1967, cuando Adorno impartió una conferencia en la Universidad de Viena, por convite de la Asociación de Estudiantes Socialistas de Austria, titulada “Rasgos del nuevo radicalismo de derecha”. Pasó mucho tiempo para que se publique con el mismo título (Madrid, Taurus, 2020). El año de 1967 no era anecdótico; habían pasado dos décadas del final de la gran conflagración mundial, y la Nationaldemokratische Partei Deutschand (NPD), el partido neonazi alemán, había logrado un importante éxito en las urnas. Hasta 1968 llegaría a entrar en siete parlamentos regionales. El fracaso por la mínima de la NPD dos años después en las elecciones al Parlamento Federal de 1969 todavía no era previsible en el momento en que Adorno impartió la conferencia. Para él parecía claro evocar como referente la experiencia histórica del nacionalsocialismo. A esta referencia indeleble del pasado, se debe agregar la de la situación reinante en la década de 1960 con la presencia de la NPD. Lo más llamativo es que estas reflexiones de Adorno son plenamente válidas hoy para entender las razones y objetivos de las nuevas derechas extremistas. Mirá tambiénÁngel Caballero Martín: historiador, médico y docente reformistaEsta conferencia y el posterior libro, puede valorarse como un mensaje de alerta, casi un grito desesperado, cuya lectura tiene un incalculable valor hoy, si queremos entender de una manera adecuada las nuevas derechas extremistas actuales. Es todo un aviso a navegantes para los políticos, la academia y la sociedad en general de hoy. Pasó en los años 30, con la llegada de Adolfo Hitler y Benito Mussolini. Creemos que algunos alemanes que votaron al partido nazi en 1932 manejaban la posibilidad de que podrían ser las últimas elecciones libres durante algún tiempo, pero la mayoría no lo sabía. IV - Adorno vio antes que nadie la deriva totalitaria y huyó de Alemania cuando muchos pensaban que el peligro era imaginario o exagerado. Ya exiliado en Estados Unidos, hizo foco en la naturaleza astutamente tramposa del fenómeno fascista. En 1944, en San Francisco, en un congreso sobre antisemitismo, Adorno formuló una minuciosa caracterización del fascismo, una lección que resulta útil para entender cómo se organizan los discursos y la propaganda de estos movimientos en sus etapas iniciales. El líder fascista, nos dice Adorno, es un lobo solitario, un ciudadano común que lucha contra presuntas fuerzas oscuras que estarían enquistadas en las vigas de la sociedad. Por eso suele mostrarse como blanco de posibles ataques: usa chaleco antibalas o simula atentados reveladores de que lo quieren asesinar. Tiene que ser visto como una piedra en el zapato de los que no quieren modificar el statu quo. Es un pequeño gran hombre que representa la pantomima del cambio; pequeño porque es como cualquier otro ciudadano, pero a la vez grande porque se anima a desafiar a los poderosos. Una mezcla de hombre de barrio y King Kong. Les da voz a muchas personas cuyas ideas han sido largamente despreciadas y que, de un día para el otro, se sienten vicariamente representadas por ese par extraordinario. Estos personajes nunca aclaran con precisión cuál es su objetivo, la configuración de su utopía siempre es brumosa, pero sí ponen énfasis en los medios que van usar para llegar a ese paraíso incierto que predican. Repiten hasta el hartazgo eslóganes. Afirman que la culpa es de un sector específico de la sociedad: puede ser la inmigración que quita trabajo, la micro delincuencia que ataca la propiedad, o algunos marginales que se las ingenian para arraigarse en sus prebendas. Muchas veces esos problemas son reales -nadie puede negar que en El Salvador había un asunto grave con las mafias, o que el comunismo envileció a Hungría-, pero este charlatán fascista se toma de ese problema real y lo explota abusivamente para conquistar y retener el poder. El grupo social bajo el fascismo quedan hipnotizado por el histrionismo del paladín y la propaganda permanece siempre en un nivel no argumentativo sino emocional. El silogismo es sustituido por el clisé, el efecto teatral o el golpe bajo. La propaganda fascista ataca fantasmas más que opositores reales: construye una imagen del comunista, del judío, del delincuente o del inmigrante que no se preocupa demasiado por la correspondencia entre la imagen y la realidad. Hay una mitologización del adversario que se debe destruir. Con ese panorama el leader lleva adelante una actuación con ribetes místicos, que le insufla vida al movimiento e inyecta una fuerte cuota de entusiasmo a los propagandistas. La personalidad histérica del jefe fascista cumple la función de derribar los frenos inhibitorios: vocifera lo que la mayoría de su auditorio apenas se anima a murmurar. De esta forma rompe las barreras. Ante ese grito se destraban los miedos de los espectadores y todos se atreven a gritar esas “verdades reprimidas”. El propio Adorno dice con claridad que los fascistas son tomados en serio porque, en efecto, corren riesgos. No convocan a la gente a pesar de sus extravagancias, sino precisamente por ellas. Se observa como una forma institucionalizada de exaltación de sectores con cargas de frustración y una buena parte de hartazgo. Nada falta en esa combinación. V - Esta manifestación que bien puede aparecer como que fluye, como que circula con espontaneidad, tiene su costado que Adorno llama muy sutilmente “la insinuación”. Ello se refiere a que quien recibe el mensaje tiene capacidad de identificar los casos o los actores que subyacen del discurso, pero que no están dichos en forma expresa, tal como decir “agentes de las penumbras” y ello dispara en los oyentes, no obstante la generalidad, que se refiere a tales hechos o a tales personajes -escuchamos muchas veces algo como “los endeudadores”-, pero lo cierto es que el destinatario sabe muy bien hacia dónde o hacia quien se ha lanzado la embestida. También, esta forma de expresarse, busca establecer por medio del argot, una plena conexión que identifica a todos los seguidores con el emisor. De manera tal que alguien que circunstancialmente escuche, deba vincularse en forma más estrecha para poder pertenecer y comprender de lo que se habla. Pero otra de las ventajas, es que les permite eludir las críticas sosteniendo que no se refería a tal o cual persona. Se gana en estrechar vínculos y cerrar hermandades. Para ser más gráficos, si se quiere referir a ciertos grupos religiosos, no se lo menciona, pero se refiere a dos o tres o uno de los adherentes que han cometido tal hecho violento que merece el rechazo. Si bien se puede responder en público por ello, el grueso de los integrantes de la cofradía, rápidamente entienden que los simpatizantes de tal fe son proclives a esas conductas nefandas. En estas relaciones, la insinuación tiene una significación en especial, en sentido adorniano: una patente que claramente se advierte y otra subsumida o entre sombras que se deduce por los integrantes de la orden. VI - El agente encargado depende de ciertas circunstancias, puede ser desde un operador estatal encubierto que suelen pulular por esos lugares de convocatorias o por privados ajenos a la oficialidad. Pero en todo caso tienen como destino la radicalización del anuncio para cohesionar o amalgamar a los más encabritados de la cofradía. En algunos casos, lanzan el dardo y se mimetizan. No son actores de alta exposición de forma que esos exabruptos en la medida que dejan de ser útiles al modelo, se los descarta. Si en medio de una cáfila por temas de género, un provocador vocea: “mujeres a la casa”, o “mujeres a la cocina”, desde el grupo se replicará con más fuerza y contenido machista. No obstante cuando el estado de situación se torne insostenible por el rechazo sostenido y generalizado, queda solo y como responsable el que se desgañitó entre la multitud que ejerce de fusible y se corta el hilo de responsabilidad. VII - Creemos, modestamente que se debe estar siempre alerta o nunca bajar la guardia, por estas manifestaciones o brotes que a veces son leves, aislados, de corte trasnochados, pero que puede arrullar el huevo de la serpiente, que en otros tiempos tantos logros tuvieron al punto que los llevó a dominar a la mismísima y culta Europa de los pensadores clásicos, las imponentes catedrales y la música en ensueños hasta enterrarla en el mas negro de los barros de las frías trincheras. Ese flujo hipnótico que se derrama sobre la psicología de los jóvenes donde los lleva a reemplazar la razón por la fe. En adelante todo se puede con una mente iluminada por el brillo fútil de la ilusión de una estrella pasajera. Y hay varios ejemplos.
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