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» El Zonda
Fecha: 24/12/2025 03:03
Ya en plena "década infame", Saúl Taborda cavilaba en sus "Investigaciones Pedagógicas": "Breves años bastan y sobran para demostrar que no pueden existir estudios universitarios, siquiera sea con miras a formar profesionales idóneos, mientras la enseñanza de las escuelas primarias y secundarias permanezca en estado de descuido en que ahora se encuentra". Acto seguido se preguntaba, demostrando su verdadero interés pedagógico: "¿Puede un egresado universitario convertirse de la noche a la mañana en un espíritu tocado de luz, de amor y de ciencia y en apóstol ferviente del "problema más grande y difícil que puede ser propuesto al hombre" (Kant)? "Una sola cosa sabemos -se respondía el pedagogo - y es que todas las incertidumbres y las inquietudes en que se debate nuestra época (sin solución de continuidad en el marco de una Nación inconclusa y dentro de un mundo cada vez más injusto y arbitrario) derivan de la evidente transitoriedad que le comunica el desorden en que se encuentra la inteligencia de los pueblos occidentales", desorden que en lugar de menguar se ha acrecentado. Por eso ampliaba: "Lo que nuestra situación exige es, más que una reforma, la instauración decisiva de un orden educativo", que no puede regirse sino por un "ideal nacional". Resulta necesario, entonces, preguntarnos cuál es o debería ser el ideal y el fin de la educación común y pública para crear las condiciones de la conciencia nacional que nos falta. La pregunta no es trivial ni solo retórica cuando se trata justamente de nuestro destino personal y colectivo. En su Historia de la Pedagogía (1934), Wilhelm Dilthey -considerado en Europa como el renovador de las ciencias del espíritu- advierte que los factores que determinan el desarrollo de la educación son: el ideal de educación, que depende del ideal de vida de cada pueblo y de cada generación, y los medios o técnica educativa, que se hallan en relación con el conocimiento científico. Del primer factor "surge la educación nacional (atinente a casa pueblo del universo); del segundo, la ciencia de la educación o ciencia de la pedagogía". Nos interesa el primer aspecto. La educación nacional El abordaje de dicha cuestión conlleva la necesidad de atender la vida espiritual, cultural e histórica del propio pueblo y prestar atención a la relación entre cultura y educación, entre cultura e historia, entre historia y educación (la historia constituye el marco que contextualiza la realidad política, económica, social, cultural y educativa de una sociedad y es, en el decir del historiador José María Rosa, "la conciencia del pueblo"). Tal vez por eso el educacionista latinoamericano Paulo Freire sostenía que no solo había que enseñar y aprender a leer un texto, sino también el contexto. Yendo al meollo de nuestra cuestión educativa, en su Informe educativo de 1909, el santiagueño Ricardo Rojas se preguntaba, sin que haya habido una respuesta conducente a solucionar semejante problema de fondo, si la situación educacional de la Argentina no planteaba "un verdadero problema de restauración nacional". Para tal caso, anticipaba Rojas, "tendrán estas generaciones que dividirse entre los que quieren el progreso a costa de la civilización, entre los que aceptan que la "raza" sucumba entregada en pacífica esclavitud al extranjero y los que queremos el progreso con un contenido de civilización propia que no se elabora sino en sustancia tradicional", o, lo que es lo mismo, rescatando nuestras raíces nacionales y latinoamericanas. Por eso, sostenía el intelectual santiagueño antes de ser ganado por la metrópolis cosmopolita: "Para cohesionarnos de nuevo, para conservar el fuerte espíritu nativo que nos condujo a la independencia, no nos queda otro camino que el de la educación acertadamente conducida a esos fines". Parecen palabras escritas en nuestros días: "No sigamos tentando la suerte con nuestro cosmopolitismo sin historia y nuestra escuela sin patria. Si lealmente queremos una educación nacional, no nos extraviemos… no nos suicidemos en el principio europeo de la libertad de enseñanza… debemos salvar la escuela argentina… ante el clero exótico (y no se refería a las tradiciones religiosas quincentenarias del pueblo latinoamericano), ante el oro exótico, y ante la prensa que refleja nuestra vida exótica sin conducirla, pues el criterio con que los propios periódicos se realizan carece aquí también del espíritu nacional. Predomina en ellos el propósito de granjería y cosmopolitismo. Lo que fue sacerdocio y tribuna, es hoy empresa y pregón de la merca… para salvar los dividendos de capitales extranjeros o evitar la censura quimérica de una Europa que nos ignora". Y sosteniendo esa estrecha relación entre instrucción, formación y educación, entre educación y cultura, entre historia y educación, concluía Rojas: "Como vemos, el cuadro no es halagüeño, sin duda; pero no he querido omitir sus detalles, porque aparte de ser un reflejo de nuestra vida actual, el periódico y como él la revista y el libro -y hoy podemos agregar la radio, la televisión, Internet y las redes sociales- son la continuación de la escuela, interesándonos por consiguiente la obra de educación o de extravío que ellos realizan en nuestra sociedad". Ideal nacional y pedagogía del genio nativo Saúl Taborda, que había cursado estudios pedagógicos superiores en Europa, retomaba la idea de Dilthey, aunque adaptándola a la creación de una pedagogía para el hombre y la mujer nativos. En su concepción pedagógica del "genio nativo", Saúl Taborda -además de ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918, autor de "Investigaciones Pedagógicas" y propulsor de la Universidad Latinoamericana-, coincidente a su vez con la concepción educativa y cultural de Ricardo Rojas, definirá el "acontecer particularmente educativo" como "una relación de docente y docendo movida por un propósito de enseñar en vista de un ideal", o sea "la imagen de lo que debe ser" de acuerdo al "ideal de vida" del propio pueblo. Porque como bien señalaba el cordobés, los ideales "no son creaciones arbitrarias y exteriores al hombre –mucho menos exteriores a la propia sociedad-, pues tienen carácter social". Por el contrario, "lejos de ser un producto de la abstracción, el ideal nace en las entrañas de la vida concreta", en la medida en que ese ideal se da "en las distintas formas que asume la realidad social que integran y estructuran una colectividad en cada uno de sus momentos históricos". Asimismo, el "ideal" que funda y fundamenta el propósito específico de "enseñar", se complementa necesariamente y conforma un todo, una continuidad y una contigüidad con el ideal de una comunidad (de una Nación) a través de otras instancias educativas y formativas fuera de la escuela o academia: "Se da también ‘en el ancho seno del pueblo", por lo que adquiere a la vez "una fisonomía o una manifestación peculiar" a nivel cultural e histórico. En definitiva, se trata de un "orden educativo existencial", que prolonga "sin solución de continuidad la faena docente en las múltiples manifestaciones de las relaciones sociales" que se corporizan, aparte de la escuela o la academia, en el hogar, el templo, la calle, el oficio o profesión, la plaza y la vida pública, siempre en el marco de la propia comunidad y de la propia Nación. etender que se puede educar "con prescindencia de las contingencias de tiempo y lugar" (la propia y misma Patria), "sustraído a todas las relatividades", según sostenía Alejandro Korn, tanto como pretender ver algo y no querer verlo desde un lugar determinado, como decía el filósofo español José Ortega y Gasset, resulta un verdadero despropósito, mal que le pese al globalismo en boga. En ese sentido, "el presupuesto de la educación –señala Taborda-, es la vida real y concreta que se desarrolla en el dintorno nativo", receptando el "saber intuitivo del medio inmediato". En definitiva, "todo proceso educativo es obra de la comunidad como unidad vital". "El ideal pedagógico" -como decíamos con el alemán Dilthey y que concluimos diciendo con el santiagueño Ricardo Rojas y el cordobés Saúl Taborda- no puede ser una creación abstracta o arbitraria y externa al educando y solo atinente a los individuos en su particularidad, sino un producto social de la comunidad en la que se educa. Y la comunidad modeladora del ideal pedagógico no es y no puede ser otra que la propia Nación. La pregunta y su cabal respuesta de cómo hacer argentinos en instituciones creadas para desargentinizarnos, debería estar implícita y explícita hoy en la agenda y currícula de los tres niveles de enseñanza como anticipo de un futuro promisorio.
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