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  • Instrucciones para hacer un turrón de avena | El Diario de la República

    » Diario Republica

    Fecha: 23/12/2025 13:22

    Instrucciones para hacer un turrón de avena En la previa a la primera Nochebuena sin Lala, los integrantes de su familia recuerda a una persona que eligió vivir sin mandatos, sin normas y con las velas apagadas. Por Nicolás Taltavull. Es la primera navidad que pasamos sin la tía Lala. Cada vez que alguien pregunta, mamá dice: la mató el cigarrillo, y se levanta rápido de la mesa o se hace la que busca alguna cosa en su cartera y cambia de tema. Cuando le preguntan a la abuela, ella dice: siempre supe que se iba a ir pronto, y se persigna y después con esa misma mano se sostiene la cara y se queda mirando a la nada. Si yo puedo meter un bocado, repito lo que la tía me dijo la última vez que escuché su voz: no me llores, no me reces, no me dejes a solas con un cura; no prendas velas, las apago. Mamá abre la puerta de mi pieza sin avisar: Qué raro vos hablando sola, ¿te falta mucho? Por qué no golpeás primero. Qué tanto te vas a mirar en ese espejo, vas a cenar a la casa de tu abuela, no de joda con tus amigas. No seas rompe pelotas, mamá, ya termino. Tenía cuarenta y un años la tía Lala. Ella me enseñó a hacer este delineado gatuno, con un pedacito de cinta. Si estuviera, ahora mismo, detrás mío, me estaría retando: vos seguí sin usar corpiños, chica feminista; cuando tengas mi edad vas a hacer campanitas con esas tetas todas caídas y blandengues. Cuando ella pudo pagarse las suyas, yo la cuidé en su casa los primeros tres días. Le hacía de comer y la ayudaba a bañarse. A mi abuela se le bajó la presión cuando se enteró y no le habló por varios meses. Todos la recuerdan a la tía como la loca de los aros. Con cualquier cosa ella se fabricaba unas piezas súper extravagantes y divertidas que, al tomar movimiento, cobraban vida y se robaban las miradas de grandes, chicos, vecinos y amantes. El primer par de aros que recuerdo haberle visto y que me encantó fue el de soldaditos de plástico. Mamá me grita desde afuera: ¿Ese coso que hiciste lo tenemos que llevar a tu abuela? Turrón, turrón de avena se llama. Bueno, eso, ¿lo meto en un táper? Sacalo del frízer, ya voy, esperá un poco. Tenía cuarenta y un años la tía Lala. En los sueños, el cuarenta y uno es el cuchillo. Tengo entendido que la única vez que estuvo presa fue por haberle hecho un tajo en la cara a uno que se quiso pasar de vivo. Otros aros memorables son los de copa de champán, de origami, de cabezas de muñecas Barbie. Los de corazones hechos con cáscaras de limón y naranja. Los de autitos y los de bombuchas. Todos estaban acomodados prolijos en un cuadro enorme de terciopelo negro, en su vestidor. Parecía una obra de arte rara robada de un museo. En el último tiempo bajó mucho de peso y se arrugó como una pasa. Pero lo que más le afectó fue que se le oscurecieran los dientes y se le aflojaron. Ya no quería que la visitara nadie. Ni siquiera las Chicas Altas. Le mando un Whatsapp a Debi: me quiero matar, va a ser la nochebuena más nochemala y aburrida del mundo. Encima mi abuela va a querer que yo bendiga la mesa. Que nos tomemos de la mano. La cena del año pasado sí fue divertida. La tía Lala cayó con aros de pinitos perfumados para el auto. Los había decorado con perlas y canutillos y cola de rata plateada. Preparó daikiris de frutilla y ananá, y hasta mi mamá se tomó un vaso y largó un par de carcajadas. La abuela nos echó a la una de la mañana, con botellas y todo, y la tía se vino conmigo a lo de una amiga. En este cajón, adentro de este cuaderno, guardo el documento viejo de Lala. La foto no le hace justicia, pero con esmalte negro de uñas le pinté su pelo largo y lleno de rulos que siempre olía a manzanilla. Me gusta mirarla y acariciar el relieve. Chicas Altas quiere decir chicas que llevan zapatos de taco altísimo y que trabajan intercambiando amor por dinero. La tía Lala era la única de su grupo que tenía voz finita, de hembra, y por eso le hacían burla. A la semana que murió, mamá y la abuela quemaron su ropa. De madrugada, para no molestar a los vecinos. La abuela me pegó una cachetada, furiosa, cuando descubrió que había guardado en mi mochila un top de la tía. Sí, era cierto, tenía una manchita marrón que podría haber sido sangre, pero a mí no me importaba. Siempre supe que se iba a ir pronto, dijo la abuela por primera vez; desde que era chico le noté eso, eso oscuro que lo envolvía. Mi papá si la quería a la tía. Varias veces le dio plata y la ayudó comprándole mercadería. Lo vi llorar como a un niño en el sepelio. Después él mandó a poner lindo el nicho y a hacer una placa con una foto. La placa dice: Creyó en sí misma, se conoció, se tomó el corazón con la mano y le cosió la palabra “resiste”. Debi se ríe y me dice que me comporte como una señorita hecha y derecha que soy, le contesto: cuando tenga que bendecir la mesa, voy a comenzar con Dios, yo sé que amás a todas las personas por igual, estén enfermas o no. Mamá abre la puerta de nuevo: En cinco minutos me voy, con o sin vos, sabés bien que tu abuela come temprano. Y cierra dando un golpazo. Me acerco más al espejo. Agarro los aritos, que ya se secaron, y me los pongo con cuidado. Llevo la cabeza a un lado y otro, los modelo con poses de catálogo y los hago bailar. Quedaron espectaculares. Para hacer turrón de avena se necesita, justamente, avena, un poquito de manteca, azúcar, cacao, y galletitas de agua, las más baratas. La receta me la enseñó La Pedra, una de las Chicas Altas, una tarde en que me rateé de la escuela y me fui para lo de la tía. La Pedra decía: pobre, pero limpita y buena cocinera. Me perfumo. Me miro una vez más al espejo. Ya quiero ver la cara que pone la abuela cuando me pregunte por los aros. Que hice yo misma. Y son de mechones de pelo de la tía Lala. Más Noticias

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