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» Redaccion Rosario
Fecha: 23/12/2025 13:00
En cuanto a las recientes elecciones en Chile, en las que José Antonio Kast ganó con el 58 por ciento de los votos, es preciso observar, por un lado, una situación específica: Chile no suele ser un indicador representativo de América Latina. Además de otros antecedentes históricos de importancia, hay que recordar que la dictadura pro británica y pro norteamericana de Augusto Pinochet fue profunda, violenta, dejó marcas indelebles en esa sociedad. Más que en otras. Luego, que la estructura económica es rígida y la cultura derivada no habilita expectativas de ascenso social. Paradójicamente, el régimen se benefició con la nacionalización del cobre dispuesta en 1971 por el entonces presidente Salvador Allende. Si bien luego se abrió la posibilidad de la participación privada, un 30 por ciento aproximado de la producción se mantuvo en manos del Estado, lo cual influyó para construir una economía relativamente estable. Entonces, se puede ver la continuidad de un esquema injusto pero con cobertura cultural, y equilibrado. Ahora, más recientemente, es posible considerar que la acción gubernamental de Gabriel Boric defraudó en varios sentidos. En principio debo aclarar que no me satisface dividir las corrientes entre izquierda y derecha. Ni en este Sur ni en el resto de las regiones. La cuestión nacional popular regional es determinante, porque remite a los intereses geoeconómicos profundos de un pueblo en su territorio, y en Chile son pocos los que han desarrollado una filosofía de ese tenor. Lo intentó, en soledad relativa, el pensador Pedro Godoy, también conocí a representantes sindicales muy lúcidos, que comprendieron el problema. Pero no hay allí una tendencia que pueda equipararse con el forjismo. Y si bien la Argentina parece tener problemas semejantes, cuando vemos el trazo grueso de ambas naciones, podemos detectar las diferencias. Creo que los contrastes de clase y los relacionados con la cuestión nacional son factores ineludibles a la hora de entender un país y diseñar una política en beneficio del pueblo. No me dice mucho que Kast sea calificado de ultraderecha y que Boric sea calificado de centroizquierda. Para ser sincero, no me dice nada. Entonces, Boric recibió el gobierno impulsado por las grandes movilizaciones previas y no alteró la economía ni la cultura chilenas. Dilapidó su caudal. Boric confundió los asuntos parciales, cada uno de ellos digno de un debate y no de definiciones plenas como feminismo, ecologismo, indianismo, con resoluciones gubernamentales. No pueden imponerse como políticas de Estado, a lo sumo se los puede plantear como sugerencias de debate abierto hacia toda la sociedad. Esto vale para muchos países, no sólo para Chile. Hay una especie de definición sobre lo bienpensante en el progresismo que termina censurando o persiguiendo a quienes proponen objeciones fundadas. No comparto los ejes fuertes de ninguna de esas concepciones y puedo argumentar como ya lo he hecho acerca de sus rasgos anti científicos y, en varios puntos, anti históricos. Por lo demás: si no mejorás la economía y encima pretendés insertar cosmovisiones difíciles de absorber por las grandes mayorías, te estás agenciando una dificultad con demasiadas aristas. Es cierto que el apoyo a Jeannette Jara (perdió con el 41 por ciento de los votos, contra el 58 de Kast) no es una cifra menor. Todo el período evidencia una sociedad partida. Pero, dentro de esa lógica, debe admitirse la descripción de Marco Ominami sobre el Frente Amplio chileno: “Es la mayor derrota de la historia de Chile para el mundo humanista en décadas, no solamente desde la vuelta a la democracia, en la primera vuelta. Yo soy pecador también. Así que 73-74 por ciento votó por candidaturas vinculadas, orgullosas del régimen de la dictadura y de la economía que fue desastrosa. Es una adhesión inapelable a un modelo del pasado”. El problema que tiene este analista es que se encuentra apresado por la dualidad izquierda-derecha y no logra zafar para afrontar una mirada geopolítica de fondo. Boric tuvo realmente muchas posibilidades en las manos. Una inusual para Chile: movilización juvenil, preeminencia en gobernaciones e intendencias, en las legislaturas zonales, demandas para reformar la Constitución y proponer una profundización de los espacios estatales. Pero el énfasis de esa iniciativa terminó priorizando exigencias circunscriptas y minoritarias. Y la verdad, junto a una discursividad adecuada a agendas internacionales de soterrado perfil anti industrial, se consolidó la presencia de las grandes corporaciones en servicios eléctricos, salud, educación, jubilaciones, persistió la primarización. No se logró una capacidad recaudatoria adecuada sobre las empresas más importantes, que siguieron capturando los vectores más importantes de la riqueza nacional. Desde ya que no se promovió una comunicación bien situada, manteniendo intacto el poderío de los medios liberal conservadores, lo cual facilitó el despliegue de las ya tradicionales –en el peor sentido– campañas sobre seguridad y corrupción, maniobras conocidas para poner en caja a quienes pretenden transformaciones. Se fue instalando la idea de grandes banderas que ondean sin la concreción de medidas prácticas, una declamación genérica carente de vigor a la hora de poner en marcha un proyecto nacional latinoamericano dinámico. El gobierno argentino ante el resultado Es un impacto a nivel comunicacional. Sobre todo golpea a los compañeros que vienen hablando con entusiasmo depresivo sobre una derecha que se impone en el mundo. Me llama la atención, porque se desconoce el desarrollo de los BRICS+ y de las naciones agrupadas en la Organización de Cooperación de Shanghái. Si la confluencia de China, Rusia, Irán, la OPEP, entre tantos, no es un indicador de avance en sentido productivo, contrario al interés financiero, no sé con qué vara podemos medir los ejes del proceso en marcha. Ni siquiera las elecciones en Europa han dado como resultado una consolidación de ese fantasma que se denomina derecha. En general, el voto masivo es antiatlantista y antibélico. En nuestro continente, los casos de México y Brasil, entre otros, muestran impulsos soberanos potentes. Julio Fernández Baraibar, coordinador del Comité Nacional BRICS, me dio una versión que comparto: “Un eventual triunfo del candidato José Antonio Kast, expresión lisa y llana de la ultraderecha libertaria-conservadora en Chile, no significaría, en mi opinión, el establecimiento de un eje Buenos Aires-Santiago. La clase dominante chilena y sus expresiones políticas adolecen de un antiargentinismo estructural que podría terminar como lo hizo la relación entre Pinochet y Videla”. Y agrega: “Recordemos brevemente: en 1978 la disputa de soberanía sobre tres islas en la zona del Canal Beagle (Picton, Lennox y Nueva), y sus aguas adyacentes, escaló al punto de que ambas dictaduras iniciaron fuertes aprestos bélicos. Durante varios meses, Argentina y Chile estuvieron al borde de una guerra, hasta que la intervención del Papa Juan Pablo II logró bajar la tensión. Un gobierno como el de Kast tendería, por otra parte, a competir con el de Milei en su relación con Trump, con la ventaja comparativa que tiene Chile en su relación con los EEUU, que es de complementariedad y con una alianza que lleva ya más de 50 años”. Es importante recordar que mantiene vigencia el Tratado de Libre Comercio entre Chile y China, un acuerdo de 2006 que convirtió a la nación que orienta Xi Jingpin en el mayor socio comercial de nuestros vecinos. El cobre y el litio, en primera línea. También en materia inversora: la inversión china en Chile crece de modo continuo, sobre todo en energía, minería, telecomunicaciones e infraestructura. En esos rubros han desembarcado compañías como State Grid, Tianqi Lithium y Huawei con millones que no podrán ser descartados por las convicciones ideológicas de Kast. Aparece en el horizonte el interrogante sobre qué plantearán al respecto los Estados Unidos. Los multipolares crecen, insisto, y el centro occidental está en baja. Eso no lo resuelven Kast ni Milei con una verba anticomunista encendida. Allí también hay contraste entre el decir y la realidad. El mundo no ha girado hacia ninguna derecha, lo que estamos observando es un puñado de países que han resuelto complicarse la vida alineándose con el globalismo improductivo y otra creciente cantidad de regiones que están apostando a la inversión, el control estatal, la investigación científico técnica y la inversión en bienes de producción y consumo. Ni Chile ni la Argentina van a crecer apostando a la renta parasitaria y a la primarización. *Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal Publicado en el semanario El Eslabón del 20/12/25 ¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 8000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.
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