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» Diario Cordoba
Fecha: 23/12/2025 12:50
Bruselas ha cerrado filas con Dinamarca. La Comisión Europea recordó este lunes que la integridad territorial de Dinamarca es “esencial para la Unión Europea”, en respuesta directa al último movimiento del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidido a reactivar su ofensiva política para que Groenlandia acabe formando parte de EEUU. El mensaje llegó tras el anuncio de Trump del nombramiento de un enviado especial para Groenlandia, con un mandato explícito: trabajar para que el territorio autónomo danés se incorpore a Estados Unidos. Una declaración de intenciones que ha vuelto a tensar la relación entre Washington y sus aliados europeos. Aunque Bruselas evitó mencionar a Trump por su nombre en un primer momento, el destinatario del aviso fue inequívoco. La UE no cuestiona la cooperación transatlántica ni el papel estratégico de Groenlandia en el Ártico, pero sí deja claro que hay líneas rojas: soberanía, fronteras y derecho internacional. Un respaldo político sin matices “No me corresponde comentar las decisiones de Estados Unidos, pero preservar la integridad territorial del Reino de Dinamarca, su soberanía y la inviolabilidad de sus fronteras es esencial para la Unión Europea”, dijo el portavoz comunitario de Exteriores, Anouar El Anouni, en un tono sobrio, institucional y firme. No fue la única voz. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, publicó un mensaje en su cuenta oficial. “La seguridad del Ártico sigue siendo una prioridad para la Unión Europea”, escribió Von der Leyen, subrayando que la estrategia europea en esa región se mantendrá firme. Por separado, António Costa, presidente del Consejo Europeo, también se pronunció en su perfil de redes sociales. “La integridad territorial y la soberanía son principios fundamentales del derecho internacional”, afirmó Costa. Añadió que esos valores no solo importan a la UE, sino “a las naciones de todo el mundo”. Bruselas buscó así un difícil equilibrio : enviar un mensaje de unidad interna sin dinamitar la relación con Washington. Un ejercicio diplomático cada vez más complejo. El movimiento de Trump El anuncio de Donald Trump llegó a través de su red social Truth Social, a través de la cual nombró al gobernador republicano de Luisiana, Jeff Landry, como enviado especial de Estados Unidos para Groenlandia. “Jeff entiende lo esencial que es Groenlandia para nuestra seguridad nacional”, escribió Trump, asegurando que el nuevo enviado impulsará los intereses estadounidenses “por la seguridad y la supervivencia de nuestros aliados y, de hecho, del mundo”. El propio Landry no dejó lugar a dudas sobre su misión: dijo que trabajará para “convertir Groenlandia en parte de EEUU”. El gobernador, en el cargo desde 2024, definió el puesto como “voluntario” y aclaró que no abandonará sus responsabilidades en Luisiana. Un matiz menor frente al alcance político del mensaje. Este episodio viene a reafirmar la insistencia de Trump en que Washington debe controlar Groenlandia por razones de seguridad nacional, control de rutas en el Ártico y acceso a recursos estratégicos, especialmente tierras raras aún sin explotar. Groenlandia y Dinamarca: dos reacciones distintas En Nuuk, la capital groenlandesa, la respuesta fue medida. El primer ministro, Jens-Frederik Nielsen, pidió calma y recordó que la isla tiene derecho a decidir su futuro. “Groenlandia es nuestra y nuestras fronteras serán respetadas”, escribió, apelando al principio de autodeterminación reconocido desde 2009. En Copenhague, el tono fue muy distinto. El ministro danés de Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, se declaró “profundamente indignado” por el nombramiento y anunció que convocará al embajador estadounidense para pedir explicaciones. Para Dinamarca, el gesto de Trump supone una injerencia directa en su soberanía. Groenlandia, con apenas 57.000 habitantes, ocupa una posición clave en el tablero ártico. Aunque es un territorio autónomo, Dinamarca mantiene competencias en política exterior y defensa. Y ahí es donde el pulso se vuelve especialmente delicado. Un viejo plan con nuevas formas Trump no oculta su ambición. Ya en marzo invitó públicamente al pueblo groenlandés a unirse a Estados Unidos y aseguró que la anexión se produciría “de una forma u otra”. En ocasiones anteriores, llegó a no descartar el uso de presión económica o incluso de la fuerza. Según informaciones publicadas en medios estadounidenses, la Casa Blanca ha llegado a encargar estudios sobre el coste de adquirir y administrar Groenlandia, así como sobre los beneficios potenciales de explotar sus recursos minerales. Una lógica empresarial aplicada a la geopolítica. La UE observa con inquietud este enfoque. No tanto por el interés estratégico en el Ártico —que Bruselas comparte— como por la forma y el precedente que podría sentar. La anexión de territorios soberanos no forma parte del consenso occidental posterior a la Segunda Guerra Mundial. Cooperar sí, pero con reglas La paradoja es evidente. Groenlandia alberga una base militar estadounidense, fruto de un acuerdo firmado hace más de 70 años entre Dinamarca y EEUU. Nadie en Bruselas cuestiona esa cooperación ni el papel de Washington en la defensa del Ártico. Pero una cosa es colaborar y otra muy distinta redibujar fronteras. Por eso, la UE insiste en que cualquier discusión sobre seguridad regional debe hacerse desde el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los Estados miembros. El mensaje de Bruselas no cierra la puerta al diálogo, pero sí marca un límite político. Groenlandia puede ser estratégica. El Ártico, crucial. Pero para la Unión Europea, la integridad territorial de Dinamarca no está en venta. El pulso, de momento, se libra con comunicados y declaraciones. Pero el fondo del conflicto apunta más lejos y anticipa nuevas fricciones en una relación transatlántica cada vez menos previsible. 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