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» Mdzol
Fecha: 23/12/2025 12:09
Esta pregunta me acompaña desde antes de ser terapeuta de parejas. De hecho, diría que fue una de las motivaciones para estudiar Psicología: entender el amor, los vínculos y sus maneras de relacionarse, especialmente en las parejas. Y hoy, después de más de veinte años de profesión y de escuchar, semana tras semana, la intimidad de cientos de vínculos, sigue generándome curiosidad. Ilusoriamente, continúo buscando explicaciones, aunque la experiencia me enseñó que, cuando se trata de personas, casi nada puede predecirse del todo. Estas preguntas las escuché en cenas con amigos, en charlas familiares, en pasillos de escuelas, en comentarios al pasar: “¿Viste que viven peleando y siguen juntos?”, “Eran la pareja perfecta… ¿cómo pasó?”. Durante mucho tiempo pensé que la respuesta estaba en descubrir qué hacían bien unas parejas y qué hacían mal otras. Con los años, la clínica y la investigación me llevaron a una conclusión bastante menos tranquilizadora, pero mucho más real: no es el conflicto lo que define si una pareja dura o se separa. Lo que marca la diferencia es cómo se tramita ese conflicto, qué lugar ocupan el amor, el respeto, la reparación, el sentido de estar juntos y también qué expectativas ponemos hoy sobre la pareja. Este artículo no busca decirle a nadie si tiene que seguir o separarse. Busca algo más honesto: ayudar a pensar por qué seguimos juntos, cómo lo hacemos y a qué costo. El gran malentendido: creer que una pareja sana es una pareja sin conflictos Uno de los mitos más extendidos es creer que una buena relación es aquella en la que no se pelea. Esta falsa creencia se alimenta del mito de “vivir enamorados”, como si el amor debiera mantenerse eternamente igual que al principio, cuando elegimos al otro desde la ilusión de que esa persona era “la indicada”. Pero el enamoramiento, inevitablemente, va dando paso a otra etapa. Con el tiempo aparecen diferencias, desacuerdos y aspectos del otro que no nos gustan. Y con ellos, los conflictos. Esto no es necesariamente malo —aunque sí incómodo—. La experiencia clínica muestra exactamente lo contrario a lo que solemos creer: el conflicto es parte constitutiva de cualquier vínculo íntimo y saludable. Hay parejas que discuten mucho, fuerte, con intensidad emocional, y siguen juntas durante décadas. Y hay otras con muy poco conflicto visible que, de repente, se rompen sin que nadie lo vea venir. Esto nos obliga a cambiar el enfoque: la pregunta no es si hay peleas, sino qué pasa con esas peleas. Conflictos que no se resuelven… y relaciones que sí continúan John y Julie Gottman, investigadores de las relaciones de pareja durante más de cuarenta años y creadores del Método Gottman, demostraron algo clave: no es el conflicto en sí lo que separa, sino la forma en que la pareja se trata cuando hay conflicto. Las parejas que se sostienen no son las que no discuten, sino las que logran discutir sin destruirse. Por eso muchas parejas que “viven peleando” duran: porque debajo del ruido todavía hay vínculo. Un dato poco conocido de sus investigaciones es que la mayoría de los conflictos de pareja no se resuelven nunca del todo. Son diferencias estructurales: formas de ser, de organizarse, de vincularse con el dinero, con la familia, con el tiempo. Y esto, en sí mismo, no es un problema. El problema aparece cuando el conflicto se convierte en un campo de batalla, cuando deja heridas que no se reparan, cuando erosiona el respeto. Las parejas que logran sostenerse suelen tener algo en común: después de lastimarse, saben —o al menos intentan— volver a encontrarse. En cambio, muchas parejas “correctas”, “educadas”, sin grandes discusiones, se separan porque ya no hay encuentro emocional. No hay peleas… pero tampoco hay intimidad. Por eso, la duración de una pareja no siempre habla de bienestar, y la separación no siempre habla de fracaso. Cuando la discusión se vuelve destructiva Los Gottman identificaron cuatro formas de interacción que, cuando se vuelven habituales, deterioran profundamente la relación. A estos patrones de comunicación destructivos los llamaron “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”: - la crítica, - la actitud defensiva, - el desprecio, - y la evasión o cierre emocional. Cuando estos patrones se instalan, el conflicto deja de ser un espacio de ajuste y se transforma en una lucha de poder. En el consultorio suelo decir algo que a veces incomoda, pero es clave: cuando en una pareja alguien gana, pierde la pareja. Porque si la discusión se trata de imponerse, de tener razón, de someter al otro, el vínculo se va rompiendo, incluso aunque sigan juntos. Muchas parejas que duran lo hacen pagando un precio alto: silencios, resignación, sometimiento. Y muchas que se separan lo hacen porque ya no quieren seguir pagando esos costos. John Welwood: por qué algunas parejas se quedan incluso estando mal John Welwood aporta una mirada profunda para entender por qué algunas parejas conflictivas duran toda la vida. Él plantea que las relaciones íntimas despiertan nuestras heridas más tempranas: el miedo al abandono, a no ser suficientes, a perder autonomía. Desde esta perspectiva, algunas parejas no siguen juntas porque estén bien, sino porque se sostienen en patrones emocionales no resueltos. Separarse implicaría cambiar, crecer, revisar historias internas que generan mucho temor. Esto ayuda a entender por qué algunas parejas conflictivas duran: no porque el conflicto no importe, sino porque funciona como un pegamento emocional, aunque no sea saludable. A veces el vínculo se vuelve conocido, aunque duela. Y lo conocido, aunque sea doloroso, puede resultar más seguro que lo desconocido. Pero Welwood también deja una enseñanza valiosa: cuando las parejas se animan a mostrar sus “niños heridos” y entran en un nivel profundo de intimidad emocional, se construye una base sólida para atravesar crisis y desacuerdos, dando lugar a relaciones que pueden sostenerse muchos años, incluso toda la vida. Joseph Zinker y la Gestalt: no son dos individuos, es una relación Desde la Gestalt entendemos que la pareja no es la suma de dos personas, sino algo que se construye entre ambos. Muchas parejas que parecen “perfectas” desde afuera no logran sostenerse porque no hay verdadero contacto. Funcionan, organizan, cumplen… pero no se encuentran. En cambio, algunas parejas muy conflictivas siguen juntas porque, aun peleando, todavía se buscan. Hay intensidad, hay presencia, hay algo vivo. Imaginemos por un momento qué sucede con el agua cuando se estanca, y qué pasa cuando fluye, cuando se mueve, como en un arroyo o en el mar a través de las olas. Esto no significa que sea deseable vivir peleando, sino que el problema no es solo el conflicto, sino la ausencia de contacto auténtico. Esther Perel: el peso de las expectativas actuales Esther Perel ayuda a entender por qué hoy tantas parejas que “parecían bien” se separan. Hoy esperamos que una sola persona sea todo: pareja, amante, amigo, refugio emocional y motor de crecimiento personal. Nunca antes se le pidió tanto a un vínculo. Muchas separaciones no ocurren por falta de amor, sino por expectativas imposibles de sostener. El amor no siempre muere por conflicto; a veces muere por asfixia, por fusión, por falta de espacio. Esto explica por qué algunas parejas funcionales se separan y otras, más caóticas, continúan: no siempre gana la relación más ordenada, sino la que puede negociar mejor entre cercanía y autonomía. Entonces, ¿cómo se entiende esta paradoja? Después de muchos años de clínica, hay algunas ideas que se repiten: - No se separan las parejas que discuten, sino las que ya no pueden repararse. - No duran las parejas ideales, sino las que aceptan lo posible. - No siempre sigue junta la pareja más sana, ni se separa la más dañina. - Muchas parejas duran por miedo, costumbre o mandato. - Y muchas se separan porque ya no quieren seguir perdiéndose a sí mismas. Por eso, la pregunta no debería ser solo si seguimos juntos, sino cómo estamos juntos y para qué. Algunas reflexiones finales para las parejas Hay frases que repito mucho en el consultorio, porque condensan años de experiencia: - La búsqueda de lo ideal frustra un montón; hay que ir hacia lo posible. - No se puede vivir enamorados todo el tiempo; lo más complejo es mantener el amor. - En todos los ranchos llueve: de afuera, no todo es lo que parece. - El conflicto es normal; lo destructivo es no saber qué hacer con él. - Cuando en una pareja alguien gana, pierde la pareja. - Negociar es difícil, pero cuando siempre una parte se somete, el vínculo se rompe en silencio. Las parejas no se sostienen por inercia ni por obligación. Se sostienen cuando hay elección, conciencia y trabajo. A veces amar es quedarse y revisar. Otras veces amar es animarse a soltar. Pero seguir juntos solo por costumbre rara vez construye bienestar. ¡Que viva el amor… pero sano! Mauricio J. Strugo. Lic. en Psicología (MN 41436). Sexólogo Clínico. Autor del podcast HDP: Hora de Pensar. Instagram: @elpsicologoysexologo
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