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» El Zonda
Fecha: 23/12/2025 08:30
El 23 de diciembre de 2024 quedó grabado en la memoria de los sanjuaninos. En plena tarde, una violenta tormenta de granizo se abatió sobre el Gran San Juan y transformó en pocos minutos una jornada habitual en una escena de caos, daños y preocupación. Durante varios minutos, intensas piedras de granizo cayeron con fuerza sobre distintos puntos de la provincia, siendo Capital y los departamentos del Gran San Juan las zonas más castigadas. La magnitud del fenómeno obligó a numerosos automovilistas a detener la marcha y buscar refugio, aunque aun así miles de vehículos resultaron dañados, con abolladuras en la chapa y roturas de vidrios y parabrisas. Las calles se cubrieron rápidamente de hojas y ramas: árboles destrozados, veredas colapsadas y una ciudad que, al finalizar la tormenta, mostraba las huellas del impacto. Las viviendas tampoco escaparon al fenómeno. Se registraron roturas de ventanas y puertas de vidrio, daños en techos de chapa y caña, e incluso membranas dañadas por la violencia del granizo. Los departamentos más afectados fueron Capital, Santa Lucía, Rawson y Rivadavia, mientras que en otras zonas productivas el impacto fue desigual. Según datos relevados días después por el Ministerio de la Producción, se registraron denuncias por daños en áreas agrícolas, siendo Sarmiento el departamento más golpeado, con 2.189 hectáreas afectadas, seguido por Pocito, Santa Lucía y Angaco. Uno de los sectores más comprometidos fue el automotor. Miles de autos dañados convirtieron a las aseguradoras en verdaderos puntos de concentración de reclamos. Durante días, las oficinas estuvieron colmadas de propietarios que aguardaban turno para denunciar los daños, mientras los que no tenían seguro contra granizo acudieron a talleres para reparar los daños. Aquella tarde, las imágenes se multiplicaron rápidamente en redes sociales, vecinos registrando la caída incesante de granizo, autos detenidos bajo techos improvisados y calles convertidas en verdaderos ríos blancos y verdes. La sensación de sorpresa dio paso a la preocupación, mientras muchos sanjuaninos intentaban proteger lo que podían y comunicarse con familiares para advertir sobre la intensidad del temporal. Hoy, a un año de aquella tarde marcada por el ruido del granizo y la incertidumbre, el recuerdo de la tormenta sigue vigente. No solo por los daños materiales, sino porque fue uno de esos fenómenos que detienen la rutina y dejan una marca colectiva en la ciudad y en quienes la habitan.
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