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  • A dos meses de su desaparición: el misterio de la yaguareté Acaí

    » Diario Norte

    Fecha: 22/12/2025 13:30

    A pesar de una recompensa de 250 millones de pesos, nadie aportó un solo dato. Según la fundación Rewilding Argentina, la evidencia es contundente y el veredicto, inapelable: se trata de "la matanza de Acaí". Su conclusión se basa en una única y sombría pista: el collar de geolocalización del animal, que emitió su última señal inmóvil desde las profundidades del río Bermejo. El evento central es tan breve como desolador: liberada el 5 de octubre en el Parque Nacional El Impenetrable, Acaí disfrutó de su libertad apenas 20 días. El 25 de octubre, el dispositivo se apagó. Mientras los conservacionistas lamentan una pérdida casi segura, el fiscal federal Carlos Amad, a cargo del caso, mantiene una cautela profesional, negándose a descartar hipótesis hasta no tener pruebas concluyentes. El misterio de Acaí se ha convertido así en el reflejo de una investigación judicial estancada y un conflicto socioambiental que late bajo la superficie del monte chaqueño. Investigación a contrarreloj La investigación sobre el paradero de Acaí se enfrenta a los mismos obstáculos que el vasto y complejo ecosistema del Impenetrable: un terreno inmenso, una vegetación densa y la dificultad de encontrar pruebas en un entorno salvaje. La clave para desentrañar el misterio reside en dos elementos cruciales: recuperar el collar del fondo del río y analizar la información de los teléfonos celulares secuestrados a pobladores sospechosos. Sin ellos, el caso amenaza con hundirse en la misma incertidumbre que el dispositivo de rastreo. Los obstáculos son tanto físicos como burocráticos: • El collar sumergido: la última señal provino del lecho del río Bermejo, un cauce turbio y de fondo barroso que ya frustró múltiples intentos de recuperación por parte de buzos. Rewilding ahora busca un equipo de dragado más potente, con la esperanza de que la memoria del collar contenga puntos de localización no transmitidos que puedan revelar los últimos movimientos de Acaí antes de su muerte. • El estancamiento judicial: el fiscal Amad sigue a la espera de recibir el análisis de los teléfonos secuestrados a habitantes del paraje Manantiales. La inminente feria judicial de fin de año amenaza con retrasar cualquier avance significativo hasta el próximo año, dejando la investigación en un limbo procesal. • El fracaso de la recompensa: la estrategia para obtener información se basó en una cifra impactante. El daño ambiental por la pérdida del animal se calculó en $2.673.280.260 pesos, de donde se desprendió una recompensa de $250 millones. Para los austeros pobladores de la zona, esta suma representa una fortuna. Que nadie haya llamado sugiere un posible pacto de silencio o un profundo desinterés que revela la complejidad del conflicto. La falta de pistas y la lentitud de la Justicia abren la puerta a las especulaciones sobre los motivos detrás de la desaparición de Acaí, exponiendo la profunda tensión entre las comunidades locales y la vida silvestre. Miedo, ganado y valor de un depredador La desaparición de Acaí no es un hecho aislado, sino el síntoma de una tensión histórica entre los humanos y los grandes depredadores. En una región donde la subsistencia es una lucha diaria, la presencia de un yaguareté puede ser percibida no como una joya de la biodiversidad, sino como una amenaza. Las hipótesis sobre el móvil del presunto crimen reflejan esta compleja realidad: 1. Defensa de la propiedad: la versión más extendida entre algunos pobladores es que Acaí fue asesinada para proteger el ganado, con rumores de que se habría comido un ternero. 2. Negocio clandestino: no se descarta que el móvil haya sido el tráfico ilegal de su piel o incluso del animal vivo, un mercado oscuro que sigue amenazando a las especies más icónicas del continente. 3. Temor ancestral: la mitología local y las leyendas a menudo convierten al felino en un animal temido, un estigma que las organizaciones de conservación luchan por desterrar. La mentalidad de algunos habitantes quedó crudamente expuesta en la declaración de un poblador investigado, quien les dijo a los policías que fueron a su casa: "Yo no lo maté al bicho, pero si me come alguno de mis animales no tendría problemas en hacerlo, aunque vaya preso". Esta percepción contrasta directamente con los datos científicos. Sebastián De Martino, director de Conservación de Rewilding, aclara que los yaguaretés normalmente no atacan a las personas. "En general, siempre que murió una persona atacada por un yaguareté es en circunstancias en que antes hieren al animal", explica. El verdadero conflicto, señala, se da con el ganado. Más allá de este choque de visiones, la pérdida de Acaí representa un golpe devastador para un proyecto de conservación de importancia continental. Símbolo de un ecosistema al borde del abismo La historia de Acaí trasciende el destino de un solo animal; es el barómetro de la salud del Gran Chaco, el segundo bosque más importante de Sudamérica después del Amazonas. La reintroducción del yaguareté, como especie tope de la cadena alimentaria, es esencial para regular el equilibrio de este ecosistema críticamente amenazado. La situación de la especie en la Argentina es alarmante: perdió más del 95% de su distribución original y se estima que quedan menos de 200 ejemplares. En la región chaqueña, está virtualmente extinta: sobreviven entre 15 y 20 machos, pero no se había registrado una sola hembra silvestre en los últimos 30 años. Este desolador panorama comenzó a cambiar en 2019, cuando un guardaparque descubrió las huellas de un macho solitario a orillas del Bermejo. Bautizado Qaramta, su hallazgo fue la chispa que encendió el proyecto. Tras ser capturado y equipado con un collar satelital, protagonizó un hecho histórico: fue cruzado con hembras de cautiverio para generar una nueva camada. Como parte de una iniciativa que comenzó en 2024, Acaí fue una de las cuatro yaguaretés hembras liberadas en el Impenetrable con un objetivo claro: unirse a los machos silvestres como Qaramta para que la población pudiera recuperarse de forma natural. Su llegada, junto a las demás, era la pieza que faltaba para restaurar el ciclo de la vida. Su desaparición no solo es la pérdida de un individuo valioso, sino un freno a la posibilidad de que el Impenetrable vuelva a escuchar el rugido de sus propios cachorros nacidos en libertad. Traspié doloroso, pero no el fin del camino La desaparición de Acaí es, sin duda, un "duro golpe" y un "retroceso" para la conservación del yaguareté. Sin embargo, no es una derrota. Paradójicamente, su tragedia es única porque, gracias a la tecnología, pudimos saber de ella. El collar que monitoreaba su vida también ha documentado su probable muerte, sacando a la luz la cruda realidad de la caza furtiva, un destino que otros yaguaretés sin rastreador probablemente sufren en silencio. El caso de Acaí no es un incidente aislado, sino el primero que la tecnología nos permite ver con esta claridad. La Fundación Rewilding Argentina, la Administración de Parques Nacionales y la provincia del Chaco ya se han comprometido a "reforzar el proyecto de reintroducción" y a continuar la batalla legal para encontrar a los responsables. Aunque la tristeza por su pérdida es profunda, la historia de Acaí se convierte en un poderoso llamado de atención. Subraya la urgencia de redoblar los esfuerzos, no solo en la reintroducción, sino también en el trabajo con las comunidades locales para fomentar una coexistencia pacífica. La lucha continúa para que el silencio que hoy envuelve el misterio de Acaí no se convierta en el silencio definitivo del yaguareté en el Impenetrable.

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