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  • Deshojando la margarita en la escena amorosa

    » El Litoral

    Fecha: 22/12/2025 12:28

    Suele decirse que un psicoanálisis no es una aventura intelectual del tipo “conócete a ti mismo”, sino una experiencia cuyo motor radica en la decisión de trabajar el propio malestar. Es cierto que toda existencia conlleva una cuota de sufrimiento -ya sea en la relación con los otros, con uno mismo o con el mundo exterior-, sin embargo, no alcanza con sufrir de esto o aquello, hace falta querer hacer otra cosa con eso. De la experiencia se deduce que no todo sujeto se decide a dar el segundo paso. Nadie está obligado, son solo elecciones. Mirá tambiénLa ideología de las enfermedades mentalesA diferencia de las creencias de la cultura y sus representaciones mediáticas, los psicoanalistas no enseñan a vivir, más bien invitan a producir un saber sobre las causas del padecimiento subjetivo. Supongamos que una persona se encuentra atascada en una decisión de vida, quizá entre la opción A o B. No es lo mismo proferir un consejo, que sostener un tiempo necesario para indagar cuáles son los embrollos que inhiben o condicionan tal elección. Embrollos generalmente supeditados a las marcas de una vida y las respuestas que fueron posibles para cada uno. Los consejos, así se orienten desde la experiencia personal o desde las buenas intenciones, en su horizonte deciden por el otro. En pocas palabras, la ética psicoanalítica es distinta de la moral del sentido común. En ocasiones, las irrupciones de malestar que precipitan una consulta, se relacionan con los laberintos del amor. Es un campo donde se anudan, si no todos, al menos muchos de los enredos del ser. Al respecto, en 1930, Sigmund Freud escribió: “Nunca estamos menos protegidos contra las cuitas (angustias) que cuando amamos; nunca más desdichados y desvalidos que cuando hemos perdido al objeto amado o a su amor”. Si bien es claro que las rupturas amorosas nos confrontan con un sentimiento de orfandad muchas veces doloroso, Freud introduce aquí una dimensión más sutil del sufrimiento en los seres hablantes. No es lo mismo lidiar con una pérdida amorosa real acontecida en un tiempo y lugar dado, que martirizarse continuamente con la amenaza de pérdida de amor. Mirá tambiénLas palabras y las formas de nombrarEl segundo caso se parece bastante a lo que llamamos un síntoma, es decir, un sujeto atrapado en la infinitud de los fantasmas que habitan en el pensamiento, interpretando cada signo como un oráculo de la mitología griega. Así, en cada nueva expectativa amorosa, se abre un tiempo de conjeturas que oscilan entre el cielo y el infierno de las pasiones. No es casualidad, entonces, que en la cultura persista hasta nuestros días la expresión “deshojando la margarita”. El sintagma en cuestión figura a un sujeto, en general fascinado con su partenaire amoroso, arrancando uno a uno los pétalos de una flor mientras alterna la expresión “me ama” con gesto de felicidad y un “no me ama” con semblante de tristeza. La escena esconde un pequeño problema de lógica con tintes tragicómicos, dado que la revelación de la sentencia final depende del número de pétalos de la flor. Si acaso es impar y comenzamos la serie binaria con “me ama”, entonces la última sentencia será necesariamente igual a la primera. Si acaso el número fuese par, entonces la serie concluirá en la sentencia contraria, a saber, “no me ama”. El punto es que el entusiasta enamorado desconoce el número inicial de pétalos, dejando en manos del azar un asunto que le concierne demasiado. Para el observador externo el efecto cómico radica en el procedimiento que permite arribar a grandes conclusiones a partir de pequeños y arbitrarios signos. Por ejemplo, gracias a un deslizamiento metafórico, quizá un mensaje sin respuesta en un chat equivale al sintagma “no me ama”. Del mismo modo, si constato que se visualizan mis estados o historias en redes, entonces la esperanza se renueva y así sucesivamente. En semiótica, disciplina que estudia los sistemas de significación, se dice que “un signo es lo que significa algo para alguien”. En este caso particular puede decirse que la significación no preexiste, es más bien el resultado de un trabajo interpretativo singular. Según la chifladura de cada uno, tal gesto será signo de amor o desamor. Mirá tambiénUno nunca sabe (y eso permite escuchar)Ahora bien, ubicado el síntoma de deshojar la margarita en la escena amorosa, paso siguiente la Psicología no pierde el tiempo a la hora de ofrecer las explicaciones del caso, muchas veces universales, reduccionistas o incluso literales. Se habla de las “personalidades narcisistas”, especificando que “necesitan y buscan demasiada atención, y quieren que las personas las admiren”. También, cuando los clínicos se aventuran a forjar una hipótesis causal, se propone la teoría del apego de John Bowlby. Según el autor, si las figuras parentales han sido “cuidadores inconsistentes”, entonces el sujeto adulto desarrollará un “apego ansioso”, es decir: “miedo profundo al abandono, búsqueda constante de validación y necesidad de cercanía”. Se trata de una teoría mecanicista, donde se hace corresponder una causa y un efecto. En los artículos de divulgación en medios suele repetirse una misma fórmula en los títulos, especialmente aquellos que comienzan con la expresión: ¿qué significa para la psicología tal o cual cosa? Si los medios ofrecen aquello que el consumidor demanda, es porque el lector prefiere un mundo donde el saber responda por los enigmas. Sin embargo, las cosas siempre son más complejas. Sea como fuere, si acaso uno sufre de este modo de habitar la escena amorosa, si acaso nos preguntamos por qué se ordena así y no de otro modo, entonces estarán dadas las condiciones preliminares para comenzar una búsqueda en un espacio psicoterapéutico. El saber que se construye en un psicoanálisis es singular, dice algo sobre uno, pero nada sobre el vecino. Más allá de las teorías psicológicas generales que todo parecen explicar, cuando se trata de uno mismo y de cómo arreglárselas con la existencia, las respuestas que importan no están en los libros. El autor es psicoanalista, docente y escritor.

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