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» El Esquiu
Fecha: 22/12/2025 05:49
Una celebración hecha de tiempo, mezclas y sentido compartido Lo que hoy conocemos como Navidad no apareció de golpe ni responde a una única tradición. Es, más bien, el resultado de un proceso largo, lleno de cruces culturales, decisiones históricas y adaptaciones sociales. Una historia que se fue armando con el paso del tiempo y que, todavía hoy, sigue sumando capas de sentido según el lugar y la forma en que se vive. En sus comienzos, el eje estuvo puesto en el cristianismo y en la conmemoración del nacimiento de Jesús. Sin embargo, los textos bíblicos no fijan una fecha concreta. Recién en el siglo IV se estableció el 25 de diciembre, una decisión que no fue casual: coincidía con antiguas festividades paganas del hemisferio norte vinculadas al solsticio de invierno. La idea de la luz que vuelve después de la noche más larga se integró así a un relato religioso que buscaba nuevos modos de ser contado y comprendido. Con los siglos, la celebración fue sumando símbolos. El pesebre, impulsado por San Francisco de Asís, acercó la historia a lo cotidiano y lo humano. El árbol, las luces y los adornos tienen raíces aún más antiguas, ligadas a la naturaleza y a los ciclos del año. Cada gesto aportó una forma de narrar, de transmitir y de compartir una misma historia desde lenguajes distintos. Cuando esta tradición llegó a América Latina, no lo hizo intacta. Se mezcló con costumbres locales, con expresiones populares y con una fuerte impronta comunitaria. En provincias como la nuestra, tomó cuerpo en encuentros familiares y celebraciones barriales, manifestaciones donde lo religioso convive con lo social. El calor, la mesa compartida y el encuentro marcaron una identidad propia, lejos de las postales europeas. En tiempos más recientes, el comercio, los medios y la cultura global sumaron nuevas lecturas, no siempre sin tensiones. Pero la capacidad de transformarse es, justamente, lo que explica su vigencia. Esta celebración no es una pieza de museo: es una trama viva que se reescribe cada año, en cada comunidad. En cada mesa, en cada gesto aprendido y repetido, hay una historia que se hereda y se modifica al mismo tiempo. Tal vez por eso sigue vigente, no como un ritual intocable, sino como una tradición viva, hecha de tiempo y vínculos que se renuevan silenciosamente.
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