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  • BRAC: la conexión patagónica que une música urbana, gestión colectiva y territorio

    » El Patagonico

    Fecha: 21/12/2025 23:26

    BRAC es un proyecto artístico y de producción cultural creado por Emmanuel Tapia, pensado desde su origen como un puente entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires. La iniciativa nace a partir de una red de vínculos construidos previamente en la escena urbana y se consolida cuando Tapia integra al proyecto a Angelian, primer artista del sello y figura clave en la conexión entre ambos territorios. A partir de ese vínculo inicial, BRAC comienza a tomar forma como un espacio de trabajo colectivo que articula música, producción audiovisual e identidad visual, con un esquema de roles definidos. Con el tiempo se suman Tomin Wolf, Andrés González y Ludmila Hermann, conformando un equipo donde cada integrante aporta desde su especialidad, pero bajo una dirección general clara. Lejos de una lógica improvisada, BRAC se construye como una estructura organizada, donde la producción musical, el desarrollo audiovisual y la estética responden a una misma idea de proyecto. En ese entramado, Emmanuel Tapia ocupa el rol de creador y productor general, responsable de la marca, de las conexiones y del funcionamiento integral del dispositivo, mientras los artistas desarrollan su obra dentro de ese marco. DEL PULPITO AL BARRIO: ESCRIBIR PARA NO CALLARSE El vínculo de Angelian con la música se construyó antes de su ingreso formal a la escena urbana de Comodoro Rivadavia. A los 17 años comenzó a cantar en una iglesia evangélica del barrio Quirno Costa, donde permaneció hasta los 19. “Ahí empecé a encontrar la voz”, recuerda en comunicación con El Patagónico. Ese espacio funcionó como una instancia inicial de formación: allí perdió el miedo al escenario, comenzó a experimentar con instrumentos y a reconocer sus propias posibilidades expresivas. Tras esa etapa, la música siguió presente, pero en un registro más personal. Angelian exploró canciones románticas y algunas influencias del rock, mientras el rap se mantenía como referencia constante. “El rap ya lo conocía desde antes. Siempre me gustó esa onda”. Desde la adolescencia consumía cultura urbana a través de discos, películas y videoclips. “Veía la película de Eminem y quería ser como él”, sintetiza, marcando una influencia que no era solo musical, sino también simbólica. El punto de inflexión llegó cuando decidió volcarse de lleno a la música urbana y subirse por primera vez a un escenario. Tenía 20 años. Su debut fue en un evento realizado en los altos del Draw, ante un local lleno. La canción que interpretó había sido escrita ese mismo día. “Me dijeron que me querían presentar y pensé: es la primera vez, encima con Poesía Urbana. Pero dije: es hoy o nunca”. Esa decisión marcó el inicio de una etapa de mayor exposición y circulación por distintos espacios de la ciudad. A partir de entonces, comenzó a presentarse en plazas, bares y cervecerías, mientras grababa material de manera independiente. Muchas de sus letras ya existían desde años anteriores. “De chico escribía un montón, pero no me animaba a cantarlas”. Con el tiempo, esas canciones fueron tomando forma en el estudio: algunas surgieron en el momento de la grabación, otras fueron reescritas a partir de viejos borradores. “Depende mucho de lo que te pasa en ese momento”, dice, al describir su proceso creativo. Entre esas composiciones, “Ilearned” ocupa un lugar central. Dedicada a su hermano, la canción funciona como una pieza clave de su identidad artística. “Más que un tema, es un desahogo”. La primera versión fue grabada en formato one shot en Periferia Récords de Jauriman, y tuvo una respuesta inmediata del público. A partir de esa recepción, decidió regrabarla y publicarla en su propio canal. El videoclip oficial se lanzó a mediados de este 2025, resignificando una etapa temprana de su escritura. Otro de los primeros hitos fue Salvemos la Patagonia, canción realizada junto a Tomin Wolf durante los incendios que afectaron a la comarca andina en 2019. El tema fue escrito, grabado y publicado en apenas dos días. “Veíamos lo que pasaba y nadie estaba hablando. Tomin me llamó y me propuso hacer un tema y yo ya había empezado a escribir algo. Dijimos: saquemos algo de esto”. La repercusión fue inmediata y llevó la canción a circular por medios regionales y nacionales. Ese episodio consolidó una mirada que atraviesa toda su obra: la música como herramienta para decir algo más allá de lo individual. “Más allá de lo viral, estuvo bueno hablar de esa problemática y esa situación, se hablaba de cualquier cosa en la tele menos de lo que estaba pasando en la Cordillera”. Desde entonces, su proyecto artístico avanzó hacia una mayor definición estética y profesional. Lanzó temas como Amor y odio, No estamos jugando e Ideología perfecta, acompañados por videoclips que marcaron un salto en la percepción pública de su trabajo. El año 2021 aparece como un momento determinante en su trayectoria cuando surgió un viaje junto a Emmanuel Tapia a Buenos Aires. “Cuando pisé Buenos Aires, ya estaban escuchando un tema mío. Fue re lindo”, recuerda. En ese contexto es sumado por Emmanuel Tapia a BRAC, un proyecto que articula la conexión entre Buenos Aires y Comodoro Rivadavia y que propone una lógica de trabajo colectiva. Emmanuel Tapia y Angelian. En ese proceso de vínculos con la escena porteña, Angelian destaca el encuentro con Dr. Yeco, referente del hip hop de Buenos Aires, cuya experiencia resultó determinante para profesionalizar el trabajo. “Dr. Yeco nos dio una mano enorme”. A partir de ese intercambio, el equipo comenzó a acceder a herramientas concretas para mejorar sus condiciones de producción. “Nos ayudó a conseguir equipos y a entender cómo armar un estudio”. Ese acompañamiento no se dio desde una lógica vertical, sino desde la transmisión de saberes. La posibilidad de contar con un espacio propio de grabación marcó un salto cualitativo en el proyecto, permitiendo mayor autonomía y continuidad en el trabajo artístico. “Tener un lugar donde grabar te cambia todo”, resume Angelian, al referirse a una etapa en la que la música dejó de depender exclusivamente de tiempos y recursos externos. Hoy, Angelian piensa su camino de manera colectiva. “Gracias a Dios tengo un equipo de trabajo”, dice, al referirse a BRAC. Lejos de una lógica individualista, imagina el proyecto como un espacio de acompañamiento para otros artistas. “La idea es que sea como un nido, donde puedan crecer distintos estilos”, explica. En ese horizonte, la música no aparece como un fin en sí mismo, sino como parte de una construcción más amplia, sostenida en el tiempo y anclada en el territorio. LA PALABRA COMO RAIZ: POESIA Y SUR La relación de Tomin Wolf con la música comenzó temprano y de manera sostenida. Nacido en Cañuelas y radicado en Comodoro Rivadavia desde 2018, empezó a escribir canciones desde muy chico y se volcó al rap en la adolescencia, luego de una primera formación atravesada por el heavy metal y el new metal. Bandas como Slipknot, Linkin Park o Papa Roach marcaron sus primeras escuchas, especialmente por el cruce entre rap y guitarras, un punto de contacto que lo llevó a descubrir artistas como Eminem, 50 Cent y Tupac. Antes de consolidarse como rapero solista, tuvo distintas bandas de heavy metal durante la adolescencia, siempre como vocalista. Sin embargo, el rap terminó imponiéndose como forma principal de expresión, tanto por una cuestión práctica como creativa. “Me di cuenta de que con una compu y un micrófono podía hacerlo solo”. Ese rasgo de autonomía marcó todo su recorrido posterior. Sus primeras grabaciones fueron caseras, realizadas con un celular junto a sus primos, pero ya desde entonces el objetivo estaba claro: escribir, grabar y sacar canciones. “Siempre me lo tomé en serio”. A los 13 y 14 años comenzó a participar en juntadas de freestyle en plazas y a compartir temas con otros jóvenes de su entorno, combinando la escritura con la experiencia colectiva de la escena rap. Ese proceso derivó en su primer álbum formal, Gotas de Tinta, grabado cuando tenía entre 13 y 14 años, un disco de diez canciones que hoy ya no está disponible en plataformas, pero que marcó un punto de inflexión. La escritura siempre ocupó un lugar central en su música. Influenciado por la poesía —con referencias que van desde Mario Benedetti hasta Edgar Allan Poe—, su rap se construye desde letras extensas, cargadas de sentido, donde la reflexión y el mensaje tienen prioridad. “Para mí el rap siempre fue decir las cosas”. Esa búsqueda lo llevó a desarrollar un estilo más cercano al rap consciente que a las tendencias dominantes del género. Ese vínculo con la palabra también tuvo un reconocimiento fuera del ámbito musical. Tomin Wolf fue incluido en la Primera Antología de Jóvenes Autores y Autoras de Cañuelas, una publicación colectiva que reunió textos de escritores emergentes de la localidad bonaerense. La experiencia funcionó como una validación de su escritura. “Fue importante para mí, porque me hizo sentir que lo que escribía tenía valor". Se puede conocer más información sobre el libro aquí. En 2018 se trasladó a Comodoro Rivadavia junto a su familia, con el objetivo de estudiar el profesorado de Letras. El cambio de territorio tuvo un impacto directo en su obra. “La Patagonia te cambia la forma de mirar”, sostiene. Ese mismo año comenzó a vincularse con la escena local y conoció a Angelian, con quien inició una colaboración sostenida. Ya instalado en la ciudad, lanzó su primer álbum grabado íntegramente en Comodoro, Poética del alma. El disco reúne canciones de tono introspectivo, con instrumentales marcadas por pianos y climas melancólicos, y constituye uno de los trabajos más representativos de su identidad artística. Allí aparecen temas como Días tristes, donde aborda de manera directa la experiencia de la depresión, y Consejos para nadie, una canción dedicada a su hermano menor, pensada como un mensaje a futuro sobre la vida, las dificultades y la necesidad de mantenerse firme frente a la adversidad. Desde entonces, Tomin optó por un formato más fragmentado: lanzamientos de singles, con una frecuencia que varía según sus tiempos laborales como docente. “Siempre intento sacar un tema cada uno o dos meses”. Entre sus producciones más recientes destaca Desahogo, uno de los temas que considera mejor logrado tanto en lo musical como en lo audiovisual. Paralelamente, profundizó su trabajo técnico. Además de escribir e interpretar, produce sus propias instrumentales desde hace cuatro o cinco años, una decisión vinculada a la necesidad de tener control total sobre su obra para publicarla en plataformas digitales. “Quería que todo fuera de mi propiedad”. Su método de trabajo fue evolucionando: primero escribía la letra y luego armaba la base; hoy experimenta también el camino inverso, buscando mayor fluidez rítmica y variedad de flow. La dimensión audiovisual también forma parte de su recorrido. Aprendió a editar y filmar sus propios videoclips, apoyado en una formación autodidacta sostenida por la observación y el consumo constante de producciones musicales. “Siempre estoy mirando cómo están hechos los videos”. Esa atención al detalle se refleja en piezas que acompañan y refuerzan el contenido de las canciones. Aunque tuvo experiencia en escenarios durante su adolescencia, actualmente no prioriza las presentaciones en vivo. “Prefiero que la gente escuche los temas con atención”, explica, consciente de que sus letras requieren escucha activa. Su público, en muchos casos, no proviene exclusivamente de la escena joven: docentes, trabajadores y adultos se acercan a su música, incluso dentro del ámbito escolar donde trabaja. En el presente, Tomin Wolf continúa produciendo y grabando material nuevo. Entre sus próximos lanzamientos se encuentra Por Deporte, un tema recientemente finalizado que tendrá videoclip. Su proyección no responde a una estrategia cerrada, sino a una convicción clara: seguir haciendo rap, sostener la escritura y profundizar una obra que se construye canción por canción, con coherencia, constancia y una identidad definida. Dentro de BRAC, su lugar se afirma desde esa perspectiva. “Es un equipo de artistas que colaboran entre todos”, resume. En ese espacio colectivo, su recorrido musical encuentra un marco donde la palabra, el sonido y el trabajo compartido se potencian. BRAC: HACER DESDE EL SUR, SOSTENER EN CONJUNTO BRAC surge a partir de una idea desarrollada por Emmanuel Tapia, quien concibe el proyecto como una plataforma capaz de articular artistas, territorios y disciplinas. La marca nace en Buenos Aires, a partir de experiencias previas dentro de la cultura urbana, y se consolida luego con la conexión directa con Comodoro Rivadavia. El primer paso concreto fue la incorporación de Angelian como artista del sello, vínculo que permitió activar el eje Buenos Aires–Comodoro y darle proyección real a la propuesta. “Ahí nos conectamos y empezamos a impulsar esto entre los dos”, señala a El Patagónico. A partir de esa base, el proyecto comenzó a crecer y a sumar integrantes, siempre bajo una lógica de organización y roles definidos. Dentro de BRAC, Tapia cumple un rol central como productor general y productor audiovisual. Es quien desarrolla el concepto de la marca, gestiona las conexiones, organiza los procesos y lleva adelante el trabajo visual del proyecto. “La producción audiovisual la hago yo: filmo, edito y desarrollo el video final”. Si bien el equipo aporta ideas y miradas, la ejecución y el armado final de cada pieza audiovisual están a su cargo. Tapia junto a su familia. Tapia subraya que su lugar no responde a una lógica de protagonismo individual, sino a una responsabilidad concreta. “Todos somos fundamentales”, afirma, aunque reconoce que el motor operativo del proyecto pasa por su trabajo cotidiano. Desde la producción visual, la organización general y las conexiones, su tarea sostiene el funcionamiento integral de BRAC. En su concepción, producir no es únicamente gestionar recursos o cerrar fechas. “También es estar, escuchar y sostener”. Por eso su trabajo atraviesa todas las etapas: ensayos, grabaciones, rodajes y futuras presentaciones en vivo. Su presencia garantiza continuidad y coherencia, especialmente en un contexto donde la mayoría de los proyectos se desarrollan sin estructuras externas. Uno de los ejes que más subraya es la proyección a largo plazo. “Si pensás solo en el momento, se termina rápido”. En BRAC, esa idea se traduce en una construcción gradual, donde cada paso se apoya en el anterior. La planificación no aparece como una limitación creativa, sino como una condición necesaria para que las ideas puedan sostenerse en el tiempo. Tapia no se concibe como una figura visible dentro del proyecto. “Mi lugar es atrás”, dice, sin dramatizarlo. Su tarea consiste en articular, ordenar y acompañar, entendiendo que el crecimiento colectivo depende de que cada rol esté claro. “Cuando cada uno sabe lo que tiene que hacer, las cosas fluyen”. Desde esa posición, Emmanuel Tapia se convierte en una pieza clave del funcionamiento de BRAC. Su experiencia en la cultura hip hop, su práctica en la autogestión y su mirada estratégica sostienen el andamiaje que permite que el proyecto avance. No desde el protagonismo, sino desde la constancia del trabajo diario. En tanto, el trabajo de Andrés González dentro de BRAC se define por una premisa clara: estar atento a lo que sucede y darle forma. Su vínculo con la música y el audiovisual se construyó desde la práctica constante y desde la cercanía con los procesos creativos de otros artistas, siempre con una mirada puesta en el detalle y en la coherencia entre sonido e imagen. A lo largo de su trayectoria, fue consolidando un rol que excede la producción musical. Grabación, mezcla, filmación y edición forman parte de un mismo proceso de trabajo, pensado de manera integral. “A mí me interesa capturar momentos”. Desde ese lugar, suele ocupar un lugar detrás de cámara o fuera del centro de escena, acompañando cada etapa sin interferir en la identidad del artista. “Yo estoy atrás, filmando o editando audio”. Una figura clave en su camino es Ignacio Chávez, conocido artísticamente como Cuban Soda. La relación entre ambos comenzó hace más de siete años, cuando Andrés grabó su primer tema. “Él apostó en mí desde el principio y fue el que me impulsó a seguir produciendo”, señala. Con el tiempo, Cuban Soda desarrolló una carrera que lo llevó a firmar con una subdivisión de Warner Music, experiencia que también impactó en la mirada profesional de Andrés. “A él le fue muy bien y a mí eso me motivó a ir por más”. Ese vínculo se sostiene hasta hoy, no solo desde lo artístico, sino también desde lo personal. “La placa y el micrófono que uso ahora me los regaló él”. Para Andrés, esos gestos condensan una forma de entender el trabajo creativo: confianza, acompañamiento y apuesta mutua. Dentro de BRAC, su función consiste en traducir ideas en piezas concretas. Cada lanzamiento implica pensar el sonido, la imagen y la narrativa como partes de un mismo lenguaje. “No es solo grabar un tema y listo”. Su tarea es acompañar al artista en todo el recorrido, desde la concepción inicial hasta la publicación final, cuidando que cada decisión tenga sentido. Andrés reconoce que ese nivel de involucramiento puede ser demandante. “A veces querer estar en todo satura”, admite. Por eso destaca el valor del equipo con el que trabaja. “Tengo gente a la que le puedo delegar porque sé que lo harían con las mismas ganas que yo”. Esa confianza permite sostener un ritmo de trabajo constante sin perder calidad ni compromiso. Su lugar dentro del proyecto no se define por la visibilidad, sino por la consistencia. Desde ese trabajo silencioso, Andrés González aporta una mirada técnica y sensible que permite que cada obra encuentre su forma definitiva. La participación de Ludmila Hermann en BRAC introduce una dimensión que no parte del sonido ni de la técnica, sino de la presencia. Tatuadora, modelo y estilista, su vínculo con el arte se construye desde el cuerpo como superficie de expresión. “El tatuaje también habla”, afirma, y en esa frase se condensa una mirada que atraviesa todas sus prácticas. Antes de integrarse al proyecto, Ludmila ya desarrollaba su trabajo de manera independiente en su negocio Bass Tattoo, explorando una identidad propia dentro del tatuaje. Esa experiencia le permitió afinar una sensibilidad particular para leer personas y contextos. “No es solo estética”, explica. “Tiene que tener sentido con quién sos y qué querés mostrar”. En BRAC, su rol se orienta a pensar la identidad visual de forma integral. Presencia escénica y producciones audiovisuales forman parte de un mismo proceso. “La imagen acompaña lo que se dice”. Desde esa perspectiva, su trabajo no funciona como un agregado final, sino como un elemento que dialoga desde el inicio con la música y el concepto de cada proyecto. Ludmila entiende el estilo como una construcción colectiva. “Todo se charla”, dice, al referirse a la dinámica interna del grupo. Esa forma de trabajo le permite intervenir sin imponer, aportando una mirada que complementa y refuerza el mensaje artístico. “No vengo a tapar nada, sino a sumar”. El cuerpo ocupa un lugar central en su concepción del arte. Tanto en el tatuaje como en la puesta en escena, aparece como un espacio donde se inscriben historias, decisiones y pertenencias. “El cuerpo es parte del mensaje”, sostiene. En un proyecto atravesado por la música urbana, esa lectura amplía el campo expresivo y aporta una capa de sentido que excede lo sonoro. Su participación en el video Fanática de Angelian. Su participación en BRAC también visibiliza otras formas de creación dentro de la escena. El tatuaje, el modelaje y el styling aparecen integrados a un mismo universo cultural, sin jerarquías. “Todo forma parte de lo mismo”, resume, al referirse al cruce entre disciplinas. Desde ese lugar, Ludmila Hermann aporta una mirada sensible y concreta a la construcción del proyecto. CUANDO EL TRABAJO SE VUELVE IDENTIDAD BRAC no se explica únicamente por los nombres que lo integran ni por los lanzamientos que produce. Se entiende por una forma de trabajo que se va afirmando con el tiempo. En ese entramado, cada integrante ocupa un lugar definido, no por jerarquía, sino por función: la palabra, la organización, la técnica y la imagen dialogan en un mismo plano. Las entrevistas coinciden en un punto que atraviesa todo el proyecto: la necesidad de construir algo que no dependa de impulsos aislados ni de lógicas externas. En BRAC, las decisiones se toman desde la experiencia y el conocimiento compartido. No hay fórmulas prefabricadas ni caminos únicos; hay procesos que se discuten, se prueban y se sostienen en conjunto. Andrés, Emmanuel y Angelián. La música funciona como eje, pero no como límite. Alrededor de ella se organizan criterios estéticos, dinámicas de producción y una manera particular de pensar el crecimiento. Cada obra es el resultado de un cruce: ideas que se escriben, se ordenan, se graban, se muestran y se defienden colectivamente. Nada aparece desligado de lo anterior ni pensado como un hecho aislado. Desde Comodoro Rivadavia, BRAC construye una identidad que no busca replicar modelos ajenos. El proyecto avanza desde el intercambio, conectando trayectorias, disciplinas y miradas, con la convicción de que el desarrollo artístico también es una práctica cotidiana. Trabajo, constancia y compromiso aparecen como valores comunes, más allá de los roles específicos. En un contexto donde muchas propuestas se diluyen en la urgencia o en la repetición, BRAC apuesta a otra temporalidad. Una donde el crecimiento no se mide solo en visibilidad, sino en solidez. Donde cada paso suma experiencia y cada integrante encuentra un espacio real para aportar. Así, más que un colectivo artístico, BRAC se afirma como una forma de hacer: sostenida, consciente y profundamente ligada a quienes la construyen. https://www.instagram.com/p/DP0OBIWDNor/

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