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» Diario Chaco
Fecha: 21/12/2025 23:22
La trayectoria artística de Luis Landriscina constituye uno de los aportes culturales más sólidos y perdurables que la provincia de Chaco ha dado al país. Su obra, profundamente arraigada en la oralidad, el humor y la memoria colectiva, no solo trascendió las fronteras geográficas, sino que consolidó una manera de narrar lo argentino desde el color de cada provincia, sin estridencias ni concesiones a las modas de turno. Él nunca se limitó a ser un contador de cuentos, desde su irrupción en los escenarios se fue constituyendo y sigue siendo un intérprete sensible de la identidad cultural argentina. Más de uno habrá de preguntarse por qué decidimos hablar de don Luis, en este espacio donde cada semana intentamos reflejar y reflexionar sobre aspectos conflictivos de nuestra realidad. La respuesta a ello, arranca en la pausa que tantas veces es necesaria en todo proceso de vida. Como esos reposos que hace en sus narraciones Landriscina, para que el pensar sea profundo. Es decir que lo evocamos para que no nos sigamos atropellando con lo urgente, que tantas veces deja en estado "invisible" lo más valioso, lo más profundo, lo que más puede perdurar. En los cuentos de Landriscina aparecen el campesino, el hachero, el peón, el vecino del pueblo, figuras muchas veces relegadas del discurso cultural dominante (que en nuestro país es el del porteño canchero y ganador). FIEL A LAS FORMAS Desde sus primeros relatos, este artista asumió una mirada respetuosa sobre la vida rural, los vínculos comunitarios y las pequeñas epopeyas cotidianas de hombres y mujeres anónimos. En sus personajes aparecen el campesino, el hachero, el peón, el vecino del pueblo, figuras muchas veces relegadas del discurso cultural dominante (que en nuestro país es el del porteño canchero y ganador). Landriscina, un observador puntilloso, expuso cada detalle de los rasgos identitarios de los "olvidados" y los llevó a la categoría de protagonistas. Ese gesto artístico tuvo un valor político y cultural profundo que no siempre fue valorado en toda su dimensión, porque devolvió dignidad narrativa a quienes rara vez eran escuchados, sin caricaturizarlos ni someterlos a la burla fácil. Desde aquella consagración en el Festival de Cosquin de 1964, la cultura chaqueña encontró en Landriscina un embajador que nunca renegó de su origen. Por el contrario, hizo de su pertenencia una bandera ética y estética. El paisaje, las costumbres, el lenguaje y el humor del chaqueño están presentes en su obra como elementos vivos, no como decorado. Pero además, recorriendo el país fue incorporando historias, tonadas y colores de otros lugares, al punto de haber reflejado a todas las provincias, en una pintura nacional narrada como no hay otra. Su modo de hablar, con pausas precisas y silencios elocuentes, reproduce la cadencia de la conversación popular y rescata la tradición oral como forma legítima de expresión artística. En tiempos cada vez más acelerados y de consumo rápido, su propuesta fue siempre la del relato paciente, atento al detalle y al sentido profundo de la palabra. Por eso no debe sorprender que cuando se repasa el listado de premios y distinciones obtenidas, uno va encontrando a muchas instituciones argentinas, en un llamativo consenso para valorar el trabajo de don Luis. Por ejemplo entre las décadas de 1970 y 1980 obtuvo cinco veces los "Premios Broadcasting", otorgados por su labor en radio con sus monólogos costumbristas. Alguna vez, él admitió: "La radio me enseñó a hablarle a uno solo, aunque escuchen miles". También en la década del 80 recibió el premio Konex, por su labor humorística y en aquel acto señaló: "El humor no es para burlarse del otro, es para reconocernos". Recibió dos premios "Martín Fierro", uno por su labor radial y otro por su programa televisivo. Ganó seis premios Santa Clara de Asís (incluido el "Santa Clara de Asís de Oro" en 2001), fundamentados en su aporte a los valores humanos y culturales en los medios de comunicación. En aquel año tan convulsionado para el país, él reflexionó: "Si algo cuidé en mi trabajo fue no avergonzar a nadie". Obtuvo más: tres "Estrella de Mar", entre 1990 y 2000, por su labor teatral en la temporada veraniega en Mar del Plata; dos premios Prensario, por su continuidad y vigencia en los medios de comunicación; y "Argentores", lo destacó por su trabajo autoral y su contribución a la narrativa oral argentina. Fue declarado "Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires". Fue distinguido como "personalidad Destacada de la Cultura"por municipios de todas las provincias argentinas y hasta el Instituto Nacional de la Yerba Mate le entregó un premio considerándolo un estandarte porque fue la primera persona que salió tomando mate en la televisión argentina. En 2024 la Cámara de Diputados de la Nación le entregó la Mención de Honor "Juan Bautista Alberdi". De las crónicas de esas premiaciones, rescatamos su precisión en las palabras: "Uno es del lugar donde aprendió a hablar, pero también del lugar donde lo escuchan", manifestó ratificando su prédica al debate respetuoso aun en el disenso. Pareciera que la presencia constante de Landriscina (quien ha viajado incluso cuando la fragilidad de su salud no lo aconsejaba) terminó por invisibilizar para muchos la magnitud de su legado. ¿LO HEMOS ESCUCHADO? Sin embargo, tenemos la sensación que ese valor cultural y simbólico que Luis Landriscina aportó al país, no siempre fue plenamente advertido en su propia tierra. Durante largos períodos, una parte de la sociedad chaqueña naturalizó su figura, reduciéndola al rótulo de humorista popular o contador de anécdotas, sin dimensionar la profundidad artística y el alcance cultural de su obra. Como suele ocurrir con quienes trascienden lo local, su reconocimiento fue muchas veces más explícito fuera de la provincia que dentro de ella, donde pareciera que su presencia constante (ha viajado incluso cuando la fragilidad de su salud no lo aconsejaba) terminó por invisibilizar la magnitud de su legado. No parece ser desinterés, sino una dificultad para leer a Landriscina como un constructor de identidad cultural y por eso advertimos una deuda simbólica en la provincia que no ha demostrado comprender y traducir en hechos concretos lo que don Luis tantas veces planteó con sus palabras. En estos tiempos de burla cruel e insulto fácil desatado en redes sociales, adquiere un valor gigantesco, por ejemplo, la defensa acérrima que él hizo al humor ligado al respeto, asi como su rechazo sistemático de cualquier la burla cruel, agravio o banalización del otro. Su ética artística se sostuvo en la idea de que reír no implica humillar y que el humor puede ser una herramienta de reflexión, encuentro y transmisión de valores. Además, como si lo anterior fuera poco, mantuvo su coherencia a lo largo de décadas. No ha sido el único ejemplo, pero sí el más notorio y trascendente. Tan clara es su fidelidad a Chaco que el video que aquí compartimos fue tomado en octubre de 2025, en el Domo del Centenario, cuando Resistencia hizo la selección e sus representantes al Pre Cosquin 2026. En su voz hay una pedagogía implícita, una voluntad de enseñar sin solemnidad y de respaldar a los que están en la búsqueda de ser reconocidos como artistas populares. Tal vez (y lo decimos así porque no podemos afirmarlo, pero si lo suponemos) su coherencia no sea compatible con las prácticas políticas más habituales. Por ejemplo, si nos remontamos a las veces que él se empeñó en mantener vigente el legado de otro extraordinario ejemplo que tuvo el país y que compartió una sólida amistad con don Luis: el doctor René Favaloro. Landriscina reconoció por ejemplo que se llevaban tan bien "porque nos dimos cuenta que queríamos las mismas cosas, nos dolían las mismas cosas y nos alegraban las mismas cosas". Además, para describirlo usó una frase simple y contundente: "Fue un hombre profundamente sensible, pero además un gran patriota; estaba enamorado de la Patria, como yo". Hace poco tiempo atrás, incluso fue más a fondo al confesar: "Es el amigo que más extraño y que más le hace falta al país". A 25 años de la muerte de Favaloro, la sensación de "olvido" de su legado de la dirigencia argentina tiene puntos de contacto con esto que reclamamos de reconocimiento pendiente hacia don Luis. Su manifestación en el arte es aún un puente entre generaciones, regiones y sensibilidades distintas. En un país atravesado por tensiones y broncas absurdas, su obra sigue ofreciendo una valoración de la entereza con que sostiene las ideas propias y el respeto con que escucha al que piensa distinto. Para nuestro Chaco, la vida de Luis Landriscina (con sus 90 años recién cumplidos), debería significar un capital simbólico invaluable, una voz que supo transformar lo local en universal sin perder jamás el acento de origen y como consecuencia, un ejemplo a seguir.
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