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  • “La Navidad es como un beso del cielo a la tierra, que nos ayuda a encontrarnos con Dios y a unirnos entre nosotros”

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 21/12/2025 11:07

    “La Navidad es como un beso del cielo a la tierra, que nos ayuda a encontrarnos con Dios y a unirnos entre nosotros” El Debate Pregón dialogó con el presbítero Luciano Lonardi, párroco de San Antonio. Si bien hace varios meses que se hizo de cargo, nos debíamos esta de conversación y más aún en este Año Jubilar que ya finaliza y la proximidad de la Navidad. ¿Hacemos un repaso de sus estudios y posterior vocación y desempeño? P. Luciano: Nací en 1986 en Larroque; concurrí ahí a la escuela primaria y secundaria, y me recibí en el Instituto Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de las Hermanas Franciscanas de Gante, en 2004. Siempre viví con mi familia: mi mamá, mi papá y mi hermana. En 2005 me fui a Buenos Aires para hacer el CBC de Arquitectura en la UBA. Sin embargo, al año siguiente, en 2006, regresé para ingresar al seminario. Siempre había tenido la inquietud vocacional, aunque primero quise probar la carrera de arquitectura, porque toda mi vida había dicho que sería arquitecto. Me fue bien en el CBC, pero el llamado de Jesús fue más fuerte. Cuando el amor de Cristo se pone por encima de todo, no queda más que lanzarse. Ingresé en 2006 al Seminario Mayor Diocesano María Madre de la Iglesia, en Gualeguaychú. Allí cursé los estudios de Filosofía y Teología. Durante el seminario también realizábamos pastoral: se nos asignaba una comunidad por dos años para acompañar en la fe y aprender. Terminé en 2013. Ese mismo año hice pastoral en la parroquia Santa Teresita, de Gualeguaychú y el 20 de diciembre fui ordenado diácono por Monseñor Eduardo Lozano. Él me dejó en Santa Teresita como diácono y me dio la misión de enseñar teología en el Sedes Sapientiae. El 19 de septiembre de 2014 fui ordenado sacerdote, Desde entonces han pasado 11 años de ministerio. Me desempeñé como vicario en Santa Teresita hasta 2020. Durante ese tiempo también fui administrador parroquial en la Parroquia MNtra. Sra. de Luján. de Ibicuy, cuando el párroco Ezequiel se trasladó y luego lo reemplazó Pedro Brassesco. En 2020, Monseñor Jordán me trasladó a la Basílica Inmaculada Concepción de Concepción del Uruguay, donde permanecí dos años. Allí también ejercí como administrador en San Miguel Arcángel de Caseros. En febrero de 2022 fui designado párroco en Luján de Ibicuy, donde estuve tres años, hasta que Monseñor Jordán me envió a San Antonio. Curiosamente, mis destinos coincidieron varias veces con los del P. Pedro. Ya en los años de pastoral del seminario (2011 y 2012) venía los fines de semana a San Antonio, acompañando al Padre Isidro en su enfermedad y luego colaborando con Pedro como administrador. ¿Cómo se siente en San Antonio? P. Luciano: Estoy muy contento y cómodo. Es una gracia de Dios haber sido recibido con tanto cariño por la comunidad. Me sorprende la fe de la gente y cómo recurren al sacerdote. El ministerio se vive con alegría al poder servir, y además me siento muy apoyado porque la comunidad está ávida de hacer cosas y de colaborar. Cuento con excelentes colaboradores, funcionan muy bien los Consejos como el de Asuntos Económicos y el de Pastoral. Por ejemplo, cuando recién llegué propuse hacer un bono contribución para afrontar algunos problemas económicos que teníamos. La respuesta fue inmediata: todos aceptaron y las instituciones colaboraron en la distribución. Eso nos dio un respiro. También está el consejo de pastoral, donde cada institución envía un representante. Allí compartimos impresiones, inquietudes, ideas creativas y organizamos las grandes celebraciones: Pascua, fiestas patronales, entre otras. El Consejo de Asuntos Económicos tiene la misión de preservar el patrimonio y ponerlo en valor. Además de los gastos habituales —luz, gas, empleados, asignaciones de los sacerdotes— debemos cuidar lo que tenemos, que es una verdadera belleza. Por ejemplo, había una grieta que separaba la torre de la nave central, pero gracias a Dios ya se reparó y no se llueve más como antes. Aun así, sabemos que las restauraciones son costosas y los recursos limitados, pero confiamos en que Dios proveerá y en la generosidad de la gente, que ama profundamente la parroquia San Antonio. Entre los colaboradores uno de sus los principales es Javier Bello que conoce de memoria el templo y todos sus vericuetos. Me dijo: “Vos sos el primer párroco que subió a la torre”. Yo lo acompaño hasta las campanas, arriba en la torre. Es un gran apoyo. Estamos trabajando en pequeños pasos: cambiamos la luminaria, restauramos algunas imágenes y colocamos nuevamente al Niño Jesús de Praga, que estaba guardado. Queremos preservar y poner en valor el templo, que es uno de los más lindos de Entre Ríos. -Volviendo a la vida pastoral, este año recibimos la visita de unos misioneros y toda la comunidad colaboró, por ej. Centro de Jubilados, el Club Urquiza y varios comercios. Se alojaron en los salones de Cáritas y en los salones de catequesis. Vinieron 50 jóvenes de Capital Federal, del Santuario de la Medalla Milagrosa. Los acompañaba el Padre Diego Martínez, director de Obras Misionales Pontificias de la Arquidiócesis de Buenos Aires y capellán del Instituto Medalla Milagrosa, junto con profesores y la apoderada legal del colegio. Fue una experiencia hermosa. Decidimos que la misión se realizara en las manzanas del centro de la ciudad, dentro del radio parroquial. Mucha gente se sorprendió porque nunca se había hecho una misión así en la ciudad. Volviendo a la misión, mucha gente se sorprendía al recibir visitas de la Iglesia Católica, ya que suelen ser más frecuentes las visitas de hermanos evangélicos o protestantes. Sin embargo, la misión ayudó a tomar conciencia del valor de compartir la fe. El hecho de que los misioneros fueran de afuera también generó apertura: la gente les abría las puertas y el corazón. Los jóvenes estaban sorprendidos: “En Capital nadie abriría la puerta a un desconocido”, decían. En ese momento, investigando descubrí que la parroquia San Antonio tiene 300 manzanas a su cargo, lo cual es muchísimo. Nuestro desafío es llegar a todas las familias, aunque sabemos que es difícil. Retomando el tema de su función como párroco y quien lo acompaña, nos dice: P. Luciano: Actualmente estoy acompañado por el Padre Nicolás Rodríguez, de Gualeguaychú, de la parroquia Santa Teresita. Con él me une algo muy especial: cuando era estudiante de ingeniería en la UTN de Concepción del Uruguay, los fines de semana participaba en la Infancia y Adolescencia Misionera de Santa Teresita, donde yo era vicario. Un día me pidió conversar y me confió que estaba pensando en iniciar un discernimiento vocacional. Me pidió que lo acompañara, y así lo hice durante todo su camino en el seminario, hasta su ordenación como diácono y sacerdote. Hoy la providencia nos encuentra trabajando juntos aquí. Repasemos las próximas festividades… P. Luciano: -El Jubileo concluye el domingo 28 de diciembre, en la misa de las 20:30 horas, aquí en el templo jubilar de San Antonio. Esa noche será la única misa de todas las parroquias, porque invitamos a todas las comunidades a participar de la clausura del año jubilar. Será una misa de acción de gracias, pidiendo a Dios que los frutos sean fecundos. El próximo Jubileo será en el año 2033, el Jubileo de la Redención, por los 2000 años de la muerte de Cristo. Luego, el siguiente será en 2050. Pasemos a la Navidad. ¿Cómo se preparan y qué mensaje quiere dar a la comunidad? P. Luciano: -Nos preparamos con mucha esperanza y alegría. Queremos que la Navidad sea un tiempo de encuentro, de fe compartida y de gratitud. Mi mensaje para la comunidad es que vivamos la Navidad con el corazón abierto, reconociendo que Dios se hace presente en lo sencillo y cotidiano, y que nos invita a ser portadores de su amor en cada gesto. La Iglesia nos invita a preparar el corazón durante el Adviento para recibir la alegría de la vida nueva que Jesús nos trae: la paz y la salvación. La Navidad no es solo un recuerdo de lo que ocurrió hace 2000 años en Belén, sino un misterio de fe que se actualiza hoy. Jesús nace para nosotros, para iluminar nuestras tinieblas, animarnos en la esperanza y ayudarnos a dar prioridad a los más pequeños y a los demás. En un tiempo marcado por el ajetreo de fin de año, las fiestas y la cultura consumista, debemos ir más a lo profundo. Lo más lindo de la Navidad es el encuentro: con la familia, con la comunidad, y también la oportunidad de reconciliarnos, perdonar o pedir perdón. Amo el tiempo de Adviento porque todo se viste de luz y de vida, con cantos y villancicos que nos recuerdan la ternura de un Dios que se revela en lo pequeño y cotidiano. La Navidad es como un beso del cielo a la tierra, que nos ayuda a encontrarnos con Dios y a unirnos entre nosotros. Siempre me gusta decir: ¿quién puede tener miedo de un niño? Al contrario, cuando uno ve a una madre con su bebé, eso atrae, invita a acercarse. Así también Dios se hace pequeño para ponerse en nuestras manos y pedir nuestro amor. Jesús no viene a quitarnos nada de lo que hace la vida plena y feliz. Al contrario, viene para traernos vida en abundancia, llenarnos de paz y perdón, reconciliarnos y ayudarnos a vivir la fraternidad. La invitación es a abrirse al amor de Dios, a pedir la gracia de tener una experiencia de encuentro con su amor en esta Navidad, y a animarnos a caminar juntos como comunidad. Dios no quiere que nadie quede excluido de la familia de sus hijos. Nadie sobra, todos hacen falta.

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