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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 20/12/2025 20:10
A los 26 años, David Ayala dejó nuestra ciudad para probar suerte en el país asiático. En diálogo con Ahora ElDía contó cómo es trabajar en otra región, adaptarse a su cultura y estar lejos de la familia y los seres queridos. Además, describió una vivencia por demás llamativa: sufrir un sismo en carne propia. Emigrar implica mucho más que cambiar de país: también supone dejar atrás rutinas, personas queridas y comodidades para empezar una nueva vida desde cero. Eso es lo que eligió David Ayala, un joven gualeguaychuense de 26 años que vive en Japón, gracias a una visa Work and Holiday (un programa de intercambio que permite residir y trabajar legalmente durante un año en el país asiático). Antes de irse, su vida en Argentina era la de un chico común: trabajaba dando clases en dos escuelas privadas, estaba terminando la carrera de Geografía, participaba en voluntariados y era catequista, compartía tiempo con su familia, su novia y sus amigos. En noviembre de 2024 decidió viajar a la otra punta del mundo. Actualmente, David reside en Niseko, una reconocida estación internacional de esquí ubicada al norte de Japón, famosa por la calidad de su nieve. Ahí trabaja para una empresa de origen chino con personal de distintas nacionalidades. Sus tareas son variadas y dependen de la temporada: limpieza de nieve, limpieza en complejos turísticos y, ocasionalmente, seguridad nocturna. Comparte la experiencia con su novia y, además, coordina a un pequeño grupo de jóvenes argentinos que llegaron recientemente al país bajo el mismo programa de visa. Un terremoto, en carne propia La rutina es exigente, pero estable: luego de trabajar, David pasa tiempo con su novia y, cuando puede, sale a pasear. Sin embargo, la tranquilidad se vio alterada semanas atrás por un hecho inesperado que sacudió al país entero: el 8 de diciembre un potente terremoto golpeó Japón. El sismo fue sentido a lo largo de gran parte del territorio japonés y generó numerosas réplicas en los días siguientes, incluyendo temblores adicionales que desencadenaron nuevas advertencias de tsunami, aunque sin daños graves ni víctimas fatales. “Tuvimos dos temblores: en el primero, yo estaba trabajando y mi novia también. Estábamos haciendo la guardia de seguridad, y yo estaba en una camioneta. Ella, a unos cien metros en una casa, que es vidriada, por lo cual se veía para adentro. Al principio, noté que la camioneta empezó a moverse para todos lados, y vi que mi novia salió corriendo de la casa, sin entender qué es lo que sucedía. El teléfono comenzó a sonar con una alarma de terremoto”, contó David. El chico resaltó lo sorprendente que fue esta experiencia: “Abrí la puerta, apoyé el pie en el piso y sentí en el cuerpo cómo me temblaba todo, y le grité a mi novia ‘¡Es un terremoto!’. Nos asustamos mucho, era la primera vez que experimentábamos eso. Pero, si bien fue angustiante y sacudió todo, no fue tan dañino como en otras partes de Japón”. Este país asiático está preparado para este tipo de eventos, ya que, como relató David, “es uno de los lugares donde más terremotos y tsunamis hay en el en el mundo. Esto tiene que ver con la posición geográfica que se encuentra el país: en lo que se llama el cinturón de fuego, una región de la tierra en la que están continuamente en movimiento y en fricción las placas tectónicas, y eso hace que tenga muy a menudo acontecimientos de este tipo”. Puede interesarte Es así como el gobierno posee alarmas: tanto en los dispositivos electrónicos, como también en las ciudades (con sirenas y altavoces). En cuanto a los protocolos, el joven gualeguaychuense dijo que la mayor parte de las casas y los edificios están preparados arquitectónicamente para afrontar estos fenómenos. “Luego el terremoto, al tener una población tan acostumbrada a todo esto, la vida sigue. Si no hubo algún tipo de problemática grave, la vida realmente sigue como si nada. Por ejemplo, en el segundo terremoto que vivimos (que no fue tan fuerte), nosotros estábamos adentro de un shopping: se movieron las lámparas, y el arbolito de navidad empezó a temblar. Cuando sonó la alarma, todas las personas se paralizaron. Vimos cómo se movió todo, y después de un minuto fue como que todos dijeron ‘ya está, ya pasó’ y volvieron a la normalidad”, explicó Ayala. La distancia hace que, en algunos casos, las noticias preocupen a las personas que están lejos. En relación a esto, David fue precavido: “Hoy en día las noticias son relativamente veloces, se conocen con rapidez, pero lo que hice, para que mi familia no se preocupara, fue anticiparme a las noticias y decirles lo ocurrido”. Vivir a más de 18.000 kilómetros “Se extraña la gente, se extrañan los amigos, la familia, los conocidos, la rutina que uno tenía allá, que de repente se rompe, para comenzar con una nueva etapa”, enumeró David, un poco nostálgico. En cuanto a lo material, el joven subrayó algo que tiene que ver con la comida: “Es difícil encontrar comida argentina acá. Tenés que hacerla vos, pero de todas formas, no encontrás todos los ingredientes para poder hacerla”. Además, el chico habló de cómo naturalizamos nuestros propios rituales: “También se extraña, por ejemplo, el juntarse los domingos a comer con la familia, o, de repente, levantarte a tomar mates con la familia también. Como es rutina, no sale de lo ordinario. Entonces estando lejos empezás a revalorar más eso y decir ‘lo que daría por tomar mate con mi vieja mirando tal programa’. Esos hábitos, desde acá, te das cuenta que valen oro”. En cuanto a su futuro, Ayala contó que es muy difícil saber cuánto tiempo se quedará en Japón, ya que esto depende del régimen migratorio del país, o si la empresa lo sigue necesitando. Sin embargo, confesó que tiene ganas de quedarse, por lo menos, un par de años más. “Si me acostumbro y me integro un 100% en la cultura japonesa, me quedaría. Porque, realmente, es una cultura muy rígida, muy chocante. Pero lo que tiene de rígido y chocante, también lo tiene de sorprendente o de maravilloso en otras cosas”, añadió. David, además, no dejó escapar la oportunidad para dar algunos consejos a quienes tienen pensado emigrar hacia otro lugar: “Primero que nada, yo realmente les diría que no piensen demasiado en lo que puede salir mal, en lo que puede salir bien, o en lo que le puede salir más o menos. Estas decisiones, si bien voy a sonar un poco audaz, no se deben pensar mucho, porque mientras más se lo piensa, uno más puede llegar a arrepentirse, porque esa ansiedad de decir ‘qué pasaría si’, es lo que te lleva muchas veces a incumplir una meta, no cumplir un sueño o simplemente no tomar acción sobre algo que uno quiere”. “Después, creo que el mundo es enorme, que las distintas culturas tienen cosas buenas, tienen cosas malas, pero al fin hay muchas cosas por aprender. No hay que tener miedo al mundo exterior porque, aunque depende mucho de la capacidad que tiene cada uno para adaptarse, si una persona quiere progresar, es inteligente, y va con humildad, es muy difícil que te vaya mal en algún lado”. Por último, describió el carácter contradictorio de emigrar: “A pesar de que, como dije, es una decisión que no tiene que pensarse mucho, sí es una decisión que lleva mucho tiempo: juntar los recursos económicos, los recursos legales, la logística. Es un esfuerzo que lleva tiempo, que lleva dinero, que lleva desgaste mental, físico, pero que realmente vale la pena”. “También es fundamental el apoyo de la familia, el apoyo de los seres queridos, de las personas cercanas. Sin eso, es casi imposible”, siguió David, y cerró: “Es verdad que hay un mérito propio, pero es ínfimo. Siempre hay alguien que te da la mano, que te trató bien en el momento en que estabas medio bajón, que te dijeron ‘dale, andá’, o que, cuando pensabas que todo iba a salir mal, estaba al lado tuyo y te dijo ‘¿y si te sale mal, qué?’”.
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