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  • Festejos que lastiman: el costo invisible del uso de pirotecnia en Gualeguaychú

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 20/12/2025 19:25

    Lo que a algunas personas les divierte, a otras con TEA (Trastorno del Espectro Autista) les provoca dolor, crisis sensoriales y sufrimiento prolongado. Aunque Gualeguaychú cuenta con una ordenanza de “pirotecnia cero” desde 2016, familias y profesionales advierten la falta de control para su cumplimiento efectivo y apelan a la empatía, la conciencia colectiva y el respeto para pasar las fiestas sin estruendos. Para muchas familias, las celebraciones de fin de año no son sinónimo de alegría, sino de angustia. Mientras el cielo se llena de fuegos artificiales y se escuchan bombas de estruendo, cientos de niños, niñas y adultos con Trastorno del Espectro Autista (TEA) atraviesan verdaderas crisis sensoriales que pueden durar horas e incluso días. En la ciudad, esta realidad motivó en 2016 la sanción de una ordenanza de “pirotecnia cero”, aunque su cumplimiento sigue siendo un desafío pendiente. “La pirotecnia no molesta: duele”: así lo resumió Carina Leonardi, presidenta de la Asociación TGD Padres TEA Gualeguaychú y mamá de Magno, un niño con autismo, en diálogo con Ahora ElDía. “La construcción de la ordenanza fue un trabajo comunitario entre varias asociaciones e instituciones locales: bomberos, el hospital, el colegio de veterinarios, proteccionistas y nosotros. Aunque los motivos que nos movilizaban a cada uno eran diferentes, la mayoría confluyó en la búsqueda del bienestar de la comunidad en general. En cuanto a la pirotecnia y las situaciones por impacto sonoro, recuerdo que, justo aquel año, en Navidad un joven con parálisis cerebral fue ingresado al hospital por convulsiones que se iniciaron junto con los estruendos y terminaron mucho más tarde, lo que demostró que el organismo humano no reacciona solo cuando se produce el ruido y se suspende cuando termina, sino que continúa y el efecto puede durar días”, contó Leonardi. María José, mamá de Simón, también compartió las vivencias de su hijo en cada oportunidad que se escuchan los estruendos: “Se encierra y no hay nada que logre calmarlo en ese momento, ni siquiera los protectores auditivos alcanzan para que no tenga un desborde. Llega hasta a golpearse a sí mismo y lastimarse. Eso me produce mucha impotencia y tristeza, no puedo más que abrazarlo y sostenerlo hasta que pase”. Desde la mirada profesional, la terapista ocupacional Mónica Pérez Benavídez, especializada en Integración Sensorial y que actualmente trabaja en el Consultorio Intens con 25 años de trayectoria, explicó que muchos chicos y chicas dentro del espectro presentan hipersensibilidad auditiva: “Los umbrales para percibir sonidos son muy bajos. Estímulos que para otros pasan casi desapercibidos, en ellos impactan como algo doloroso. El sistema nervioso central no puede procesarlo y la reacción es inmediata: miedo y ansiedad; no pueden adaptarse a eso que está pasando”, señaló. La música fuerte, el bullicio, los micrófonos, las licuadoras, una ambulancia o una cortadora de césped ya pueden resultar abrumadores. La pirotecnia, al ser algo repentino e imprevisible, potencia el impacto: “El cuerpo libera cortisol, la persona no puede focalizarse ni adaptarse al entorno. Es un estado de alerta constante”, explicó la especialista. Las consecuencias pueden ser tanto físicas (correr sin rumbo, cubrirse los oídos y hasta autolesionarse) como emocionales (llanto, irritabilidad, crisis de pánico y miedo intenso). A pesar de la vigencia de la ordenanza, el uso de pirotecnia persiste. Para Leonardi, el problema es estructural: “Hay muchas ordenanzas que quedan en pausa. Se redactan, se firman y se guardan. Falta control, sanción, pero sobre todo conciencia. Entender que un sonido puede doler es difícil para muchos. Y la empatía no se compra, se construye. A veces no está a la vuelta de la esquina”, reflexionó. Puede interesarte Prepararse para sufrir menos Tanto las familias como la terapia ocupacional compartieron herramientas para reducir el impacto, aunque coincidieron en que ninguna reemplaza el respeto colectivo. Leonardi mencionó la anticipación como una de las claves: “Cada familia tiene sus propios desafíos, pero puedo contarles que algo que ayuda es anticipar con historias o ‘episodios ilustrados’, con imágenes claras de lo que va a acontecer y de lo que podemos hacer. Por ejemplo, con pasos: abrazo fuerte a mamá, me quedo en mí habitación y me cubro con mi manta de peso, e ir al lugar más silencioso de la casa (aunque a veces sea el baño). Saber que eso termina en algún momento es muy importante”. La mamá de Magno también trajo a colación los casos en que las infancias no pueden interpretar imágenes: “Tener a mano objetos de apoyo para tranquilizar y regular es muy beneficioso. Es cuestión de hacer lo que a cada persona le calma, a veces es una manta de peso, a veces esconderse en un lugar chiquito; otras, escuchar música. Algunas familias optan por irse al campo o salir en el auto antes de la medianoche con los vidrios arriba y la música fuerte, y regresar cuando los estruendos hayan terminado”. “Esto no deja de pasar con la edad, -continuó Carina- a veces son los hijos que acercan a sus padres los protectores auditivos, los que se apuran a abrazarlos para contener y los que esperan horas para que la crisis sensorial termine. Tenemos también adultos imposibilitados de participar de reuniones, o de disfrutar, porque están reponiéndose del shock sensorial”. Pérez Benavídez también hizo hincapié en los llamados “filtros auditivos” como herramienta: algunos son como auriculares con cancelación de sonido (similares a los que usan las personas en las fábricas para amortiguar el ruido), otros son como los tapones que se usan para natación. “La pirotecnia sonora nos afecta a todos porque hay personas que somos neurotípicos o que no estamos dentro de las características del espectro y, sin embargo, somos sensibles auditivos y nos afecta. También es riesgosa por otros motivos: los accidentes con quemaduras aumentan notablemente, el sufrimiento de las mascotas. Creo que es algo que no beneficia a nadie”, remarcó la profesional y aclaró que todavía hay que seguir recordando sobre la problemática todo el tiempo a la población, a modo de crear mayor concientización: “No nos dejemos llevar solo por el deseo o el impulso de tener una diversión. Más aún cuando esta diversión para unos, puede ser algo que afecte negativamente a otros. Seamos más empáticos con los que nos rodean”, concluyó Pérez Benavídez. Leonardi, en la misma línea, apeló al respeto mutuo: “Es una cuestión de humanidad. Realmente nos encantaría que todos tengamos unas muy felices fiestas sin estruendos, sin miedos, sin caos, sin confusión. Pedimos más luces y menos ruidos. Agradecemos a quienes ya lo han comprendido y apelamos a la sensibilidad de quienes aún no lo entienden, como vecinos que suelen usar de base de estruendos las puertas de casas de familia donde saben que hay personas con hipersensibilidad auditiva: sepan que no es un chiste, que es muy dañino y que se puede disfrutar de otro modo”.

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