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  • No tendrás nada, ¿serás feliz?

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 20/12/2025 10:39

    Hace algunos años empezó a circular la frase "no tendrás nada y serás feliz" a veces en tono de denuncia de un complot o conspiración para desposeer a la población del mundo. Según parece, la frase surgió en 2016 en el Foro Económico Mundial y se refería a un modelo económico en que la gente alquilaría lo que antes solía comprar. La autora de la idea habría sido la política socialdemócrata danesa y ministra Ida Auken, que imaginó una economía de servicios por suscripción, con poca propiedad pero fácil acceso a los bienes. Lo que ella presentó en el Foro Económico como utopía fue rápidamente interpretado como distopía por los que vieron ante todo el disciplinamiento y la pérdida de la autonomía individual. Auken aclaró luego que tenía en la mira una vida de servicios compartidos. La suscripción a los servicios se presentaba como una liberación de preocupaciones persistentes, pero el peligro detrás del beneficio era la aceptación de ser controlados al detalle por grandes corporaciones. Dos ejemplos ilustran sobre la nueva situación: un joven recordaba que su abuelo compró un disco de vinilo hace medio siglo y lo escuchó cuando quiso hasta que murió: era suyo. El nieto está suscripto a Spotify, paga mensualmente la suscripción y tiene disponibles millones de canciones; pero si dejara de pagar por cualquier infortunio económico en menos de 24 horas no podría escuchar nada. Una fábrica de automóviles lanzó al mercado un coche con asiento calefaccionado. Pero el dueño del auto, a pesar de haberlo pagado íntegramente, no es dueño de la calefacción, que se activa por suscripción. En el posmodernismo que reemplazó al modernismo ya no es suficiente consumir sin pausa, comprar mientras se pueda; ahora hay que pagar por existir. Antes el que compraba era dueño a perpetuidad, ahora el suscriptor paga un rescate mensual para liberar el uso. El filósofo coreano Byung-Chul Han da una imagen más elaborada del funcionamiento del sistema, que según él dejó de funcionar hace dos décadas sin que las universidades se hayan enterado todavía, porque se siguen explicando en ellas las teorías de Adam Smith y continuadores. Según el ejemplo de Byung Chul Han alguien crea un producto exitoso y decide venderlo en Amazon. Las ventas crecen y los algoritmos detectan que el producto genera tráfico. Entonces Amazon lo copia, lo fabrica más barato y modifica el algoritmo de búsqueda para que el producto original desaparezca de los primeros resultados de búsqueda y su lugar lo ocupe la copia de Amazon. "No es competencia, es extracción feudal con máscara digital", y eso porque Amazon, como el señor feudal, es el dueño de la plaza del mercado, el recaudador de impuestos y el juez que decide quién es visible y quién desaparece. El que se creía un inventor libre resulta un siervo generando datos para el señor feudal, al que va a parar la ganancia. La sociedad que resultaría del nuevo modelo económico tendría similitudes estructurales con el feudalismo europeo, que surgió tras la caída de Roma cuando los campesinos, en tiempos de desintegración social y desvalimiento, buscaban jefes militares que pudieran defenderlos de bandas de saqueadores. A la larga, esos jefes, que en algunos casos habían quedado vacantes por la caída del imperio, se convirtieron en señores feudales y los campesinos en siervos. En la presunta economía futura, la propiedad que será reemplazada por el alquiler de servicios por suscripción no desaparecerá: pasará a manos de unas pocas corporaciones con poder suficiente para decidir sobre el rebaño de consumidores-suscriptores. El político y economista griego Yannis Varoufakis tiene un papel preponderante en la teorización sobre el nuevo sistema, que entiende como una forma de capitalismo que sustituirá al neoliberalismo. El regreso a la Edad Media europea pronosticado por los críticos del sistema que despunta tendrá muy marcada la relación siervo-vasallo, pero prescindirá de los principios religiosos y éticos del Medioevo. La divinidad, si persiste, será inmanente, no transcendente: será el dinero con las formas que tome; una suerte de capitalismo absoluto, una realización tan completa de su naturaleza propia que solo la puede seguir la declinación. Los señores feudales ejercían autoridad absoluta en su feudo: política, económica y judicial. En el postcapitalismo una minoría se apoderará de todo el planeta, mientras al resto solo le quedará esperar lo que quieran arrojarles para mantenerlos vivos. Esa es la finalidad de la transferencia de recursos de los pobres cada vez más pobres a ricos cada vez más ricos, y de las reformas laborales y la destrucción de las empresas menores. Pocas corporaciones, actualmente más ricas y poderosas que muchos Estados nacionales, tienen ahora a mano la inteligencia artificial para perfeccionar su dominación, que debe conducir a la desaparición del sujeto: el ser autónomo kantiano será reemplazado por un ser heterónomo, es decir, sometido a una voluntad ajena, como el siervo de la gleba al señor feudal. El habitante de la distopía tecnofeudal será el hombre actual llevado al extremo: conocedor solo del presente, sin cultura, manipulable sin límite, sin reacción, sin consciencia. En el mundo actual, que deja presentir el que vendrá, la moneda de cambio son cada vez más los datos. Las corporaciones que los acumulan, los procesan y los comercializan disponen de un poder enormemente mayor que el de los usuarios. Los dueños de los datos son el equivalente actual de los propietarios de la tierra en la edad media europea, cuando la tierra era el único valor real, económico, social y simbólico. Los siervos ofrecían su trabajo a cambio de protección. Cuando las bandas de saqueadores aparecían en el horizonte, podían refugiarse dentro de las murallas del castillo: era la protección que les ofrecía el señor. En el nuevo orden de cosas, los usuarios ofrecen sus datos a cambio de poder entrar a las plataformas regidas por algoritmos. Según Varoufakis, las preferencias de los consumidores son ahora moldeadas por los algoritmos, que las condicionan, las crean y las cambian a voluntad, manteniendo en cada uno la ilusión de que surgen de su fuero íntimo. En la Alta Edad Media, solo los señores feudales y el rey, que era primus inter pares, tenían acceso a los datos, mientras los demás vegetaban en una ignorancia bendecida por la iglesia. El tecnofeudalismo concentra riqueza y poder por un lado y por el otro genera grandes desigualdades y miseria, de modo de socavar las bases de la democracia, que según los padres fundadores de los Estados Unidos necesitaba una distribución amplia de la propiedad. La discusión sobre si el nuevo sistema implica la muerte del capitalismo o es meramente un reacomodo que le permita pervivir no parece tener mucha sustancia; la verdad es que lo que viene no parece mejor que lo que se va. Tras años de estudio, Varoufakis entiende que el capitalismo ya no gobierna el mundo porque el propio capital lo mató junto con los cambios tecnológicos recientes, que acabaron como un parásito con el organismo parasitado. Ahora hay señores dueños del «capital de la nube», y todos nosotros somos ya o seremos sus siervos en breve, cuando termine el proceso de crecimiento de la desigualdad. De la Redacción de AIM.

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