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Parana » Radio La Voz
Fecha: 19/12/2025 18:41
En redes sociales, un vecino del Departamento La Paz, se manifestó sobre las malas condiciones en que se encuentra el Hospital San Martín de Paraná: "todo parece armado para resistir, no para funcionar". Hacía mucho tiempo —gracias a Dios— que no caminaba por los pasillos del Hospital San Martín. Volví hoy, acompañando a una persona con su salud muy deteriorada. Y lo primero que sentí no fue alivio, fue impacto. Un impacto que no se explica solo con números ni estadísticas, sino con imágenes que hablan por sí solas. El hall principal de entrada estaba abarrotado. Lleno. Saturado como nunca lo había visto. Gente, gente y más gente. Una multitud que no estaba allí por casualidad. Esa imagen habla de algo que ocurrió en el tiempo: en los gobiernos, en las decisiones políticas, en la economía, pero también en la sociedad. Hubo un pasado —no tan lejano— en el que ese mismo hall no reunía ni la mitad de las personas que hoy se amontonaban esperando atención. El hospital que fue y el hospital que es ya no parecen el mismo. Busqué un baño. El de siempre ya no estaba. Pregunté. La respuesta llegó acompañada de una escena que también interpela: un policía sentado en una oficina montada sobre el pasillo, junto a otros empleados, en medio del gentío. Tal vez no sea improvisada. Tal vez yo me equivoque. Pero la sensación es clara: todo parece armado para resistir, no para funcionar. Afuera, bajo el sol, contra las paredes o directamente en el suelo, había más gente. No como la que alguna vez se veía esperando un turno. Esta vez parecían indigentes, rostros conocidos de los alrededores, pidiendo colaboración para comer, para sobrevivir. Algunos pedían cigarrillos, quizás para calmar una ansiedad que nadie atiende. El hospital como último refugio social, desbordado también por la miseria. Y entonces aparece lo más lamentable. Generalmente, quien llega desde el interior —muchas veces tras horas de viaje— lo primero que necesita es algo básico: un baño. Pregunta. Y la respuesta es tan absurda como cruel: “Ahí está, en medio de toda la muchedumbre”. A mano, sí. Donde debería estar. Pero no como debería estar. Lo que se encuentra allí no es un sanitario. Es un submundo. Terriblemente antihigiénico. Dos inodoros para cientos y cientos de personas que circulan de manera constante. Damas y caballeros, dice el cartel. Solo eso queda del “estilo”. Porque puertas adentro no hay dignidad, no hay limpieza, no hay respeto por el ser humano. Hay suciedad, abandono y vergüenza ajena. Un asco. Esa sería la frase más honesta. Pero también la más dolorosa. Porque cuando un hospital no puede garantizar baños limpios y suficientes, no falla solo la infraestructura: falla el Estado. Falla la gestión. Falla la idea misma de salud pública. El Hospital San Martín supo ser otra cosa. Hoy, tristemente, es el reflejo de un sistema que naturalizó lo inaceptable y obligó a la gente a agradecer lo mínimo, aun cuando ni siquiera eso está garantizado. Seguramente pasillos adentro, salas de por medio hay muchos, muchísimos otros baños, pero eso son otra cosa, porque los que están a la entrada, a mano de los que más necesitan, son los espejos de las gestiones. Los baños no son un detalle menor. Son el termómetro de la dignidad. Y hoy, en el Hospital San Martín, esa dignidad está rota.
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