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  • Carmen Martín Gaite e Ignacio Aldecoa, dos vidas literarias reunidas en la Biblioteca Nacional

    » Diario Cordoba

    Fecha: 19/12/2025 11:40

    A mediados del siglo XX, una nueva generación de escritores comenzó a abrirse camino en el mundo de las letras españolas. Ajenos tanto al clasicismo del 98 como a esa exaltación de las esencias nacionales y del pasado imperial tan del gusto de los escritores falangistas, estos nuevos autores comenzaron a publicar historias costumbristas, inspiradas por la realidad cotidiana y en la que se percibían influencias tanto del existencialismo francés como de la generación perdida estadounidense. Una generación de la que formaban parte nombres como Jaime Gil de Biedma, Juan García HortelanoJuan MarséLuis Martín SantosJesús Fernández SantosJosé Agustín Goytisolo, José Ángel ValenteIgnacio AldecoaCarmen Martín Gaite y Rafael Sánchez Ferlosio. Como no podía ser de otra forma en una dictadura, estos nuevos creadores buscaron las pocas grietas que dejaba el régimen franquista para poder dar sus obras a la imprenta. De esta forma, fundaron sus propias revistas con más entusiasmo que éxito —Revista Española apenas vendió 80 ejemplares de su primer número antes de cerrar—, sortearon la censura y utilizaron la estructura del Movimiento a su favor. Por ejemplo, premios como el Nadal, vinculado a la revista y editorial falangista Destino, que contribuyó a la renovación de las letras españolas al premiar títulos como Nada, de Carmen Laforet (1944), Nosotros, los RiveroDolores Medio (1952) y, por encima de todas ellas, El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, premiada en 1955 y, dos años después, Entre visillos, de Carmen Martín Gaite que, por entonces era la esposa de Sánchez Ferlosio. El matrimonio se había conocido en Madrid, después de la que la autora, brillante estudiante de la Universidad de Salamanca de la que todos auguraban que sería catedrática, decidiera abandonar su tierra natal con la intención de convertirse en escritora. La decisión, inusual para una mujer de esa época, fue apoyada por sus padres, los cuales siempre habían educado a Camen y a su hermana Ana María en un ambiente de libertad. Tanto es así que, cuando finalizada la Guerra Ana María no pudo continuar sus estudios en el Instituto-Escuela, heredero de la Institución Libre de Enseñanza, los padres decidieron que las dos hermanas recibieran educación en casa, para alejarlas así de los colegios religiosos y del ideario nacionalcatólico que se impartía en ellos. Una libreta de Carmen Martín Gaite que se puede ver en la exposición. / Cedida En la capital, además de a Sánchez Ferlosio, Martín Gaite conocería a Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre, Jesús Fernández Santos, Josefina Rodríguez de Aldecoa, Carlos Edmundo de Ory o Luis Martín Santos, autor de Tiempo de silencio, que le obsequiaría, en una primera edición de su novela, con una dedicatoria en la que afirmaba: "Para Carmen Martín Gaite, compleja y polivalente". Dicho ejemplar es una de las piezas que conforman Carmen Martín Gaite. Un paradigma de mujer de letras, exposición que la Biblioteca Nacional dedica a la escritora salmantina hasta junio de 2026 y en la que también se incluye el manuscrito de Entre visillos, novela presentada al Nadal con el pseudónimo de Sofía Veloso Losada, el nombre de la abuela materna de la escritora. Una decisión que, según el comisario de la muestra y biógrafo de la escritora, José Teruel, respondía a la convicción de Martín Gaite de que, después de la popularidad de Ferlosio, firmar con su nombre le perjudicaría. Con lo que no contaba la escritora fue con los celos de su esposo por su inesperado éxito literario, ni con el bloqueo creativo derivado de las responsabilidades familiares. Aunque la escritora aprovechaba el sueño de su hija Marta, nacida en 1956, para acudir por las noches al Ateneo, durante varios años apenas escribió una novela, Ritmo lento (1963). La autora solo superaría esa sequía creativa después de su separación matrimonial, ocurrida en 1970. A partir de entonces, Martín Gaite retomaría su tesis doctoral, El proceso de Macanaz: historia de un empapelamiento (1970), publicaría ensayos —como Usos amorosos del dieciocho en España (1973), Usos amorosos de la Postguerra española (1981) y El cuento de nunca acabar (1983)— y comenzaría a experimentar con los textos y los collages, antes de sumirse en el que sin lugar a dudas fue la mayor tragedia de su vida. "La gente dice que Carmen siempre estaba riendo, pero eso no es cierto", explicaba José Teruel durante la visita guiada de prensa a la exposición mientras señalaba algunas fotos tomadas después del fallecimiento de Marta Sánchez Martín en 1985. Una tragedia que hizo que Carmen Martín Gaite abandonase de nuevo la escritura. "Ella decía que era inmoral hacer literatura sobre la muerte de una hija", recordaba Teruel antes de llamar la atención hacia el manuscrito de Caperucita en Manhattan, el libro a través del cual la escritora pudo canalizar el duelo por la muerte de la hija. Un texto lleno de referencias personales y simbolismos en el que explica cómo la ciudad puede ser un bosque para soñar la libertad o para perderse en ella. Vista de la exposición 'Carmen Martín Gaite. Un paradigma de mujer de letras', que se puede visitar en la Biblioteca Nacional. / Cedida En esa historia, decía Teruel, "a Caperucita no se la come el lobo, sino que cae por un agujero que se llama Libertad", un detalle que enlaza con uno de los collages de la autora reproducidos a gran tamaño en la sala, y en el que, junto a una foto de Carmen Martín Gaite y Marta Sánchez Martín y otra de la Estatua de la Libertad, hay una nota de la escritora en la que se lee "… la Libertad siempre da algo de miedo cuando se ve de cerca, ¿no lo sabías?". Aldecoa inédito La exposición de Carmen Martín Gaite coincide en fecha y lugar con Ignacio Aldecoa. El oficio de escribir, una muestra sobre otro de los grandes escritores de la Generación del 50, que murió tempranamente, en 1969, a la edad de 44 años. Comisariada por José Ramón González, en ella se destaca el empeño del autor vitoriano por vivir de la literatura "que no de las novelas", puntualizaba González, "sino de los cuentos, las conferencias o los artículos de prensa que publicaba". Vista de la exposición 'Ignacio Aldecoa. El oficio de escribir', también en la BNE. / Cedida Organizada de forma cronológica, al igual que la de Martín Gaite, el visitante puede adentrarse en la vida familiar de los Aldecoa, conocer la vocación artística de su padre —del que se exponen algunos lienzos— y saber algo más del ambiente cultural en el que creció el escritor, así como de los proyectos literarios en los que se implicó en su juventud, como sus artículos para Revista española, El correo literario y su relación con los postistas, especialmente con Carlos Edmundo de Ory, del que se expone parte de la correspondencia mantenida entre ambos. Atento también al aspecto más personal del autor de Gran Sol o Santa Olaja de Acero, González ha conseguido la mesa en la que escribía Aldecoa, una pieza de madera de estilo castellano que él y Josefina Rodríguez compraron en el Rastro, fotos personales y la hélice del avión de Jules Védrines, pionero de la aviación que cubrió la distancia entre París y Madrid en 1911 pero que se fue a estrellar en Vitoria, lo que hizo que el tío del escritor se hiciera con la hélice dañada que posteriormente sería colocada en su despacho. También se muestran cuatro magníficas fotografías de Ramón Masats —con el que Aldecoa firmaría el fotolibro Neutral Corner para Lumen en 1962—, primeras ediciones de sus libros, carteles de sus adaptaciones al cine, entre los que están Con el viento solano, Los pájaros de Baden Baden y Young Sánchez, todas de Mario Camus, y, por encima de todo, el manuscrito de Gran Mercado. "Esa pieza justifica toda la exposición", afirmaba entusiasmado José Ramón González, antes de relatar el periplo de esta novela perdida de Aldecoa y que, a día de hoy, permanece inédita. Una curiosa imagen del escritor Ignacio Aldecoa. / Colección de Susana Aldecoa "Se puede decir que un 70% de la novela es inédita, porque es cierto que Aldecoa empleó algunas partes para un cuento y para otra obra", comentaba el comisario sobre una historia coral al estilo de La Colmena, ambientada en los años 40 y protagonizada por unos personajes dedicados al estraperlo y a buscarse la vida en un mundo en el que, "según ellos mismos cuentan, todo está en venta. Por eso, el Gran mercado, que es un lugar físico en la historia, también funciona como un elemento simbólico", aclaraba. El manuscrito, que fue encontrado junto a una segunda novela inédita de Aldecoa que no ha podido exponerse porque su mal estado ha obligado a que sea restaurada, fue presentado a la censura el 15 de junio de 1953 y obtuvo el visto bueno para su publicación el 25 de ese mismo mes. Sin embargo, ni José Manuel Lara, propietario de Planeta, procedió a editarla, ni el escritor reclamó el manuscrito. "No sabemos qué ocurrió. Puede que Aldecoa pensase que tenía que retocar la novela o que fuera víctima de su gran creatividad, porque en esa época tuvo una gran producción —razonaba González, que se mostraba esperanzado por el futuro del texto—. Lo lógico es que se acabe publicando. De hecho, la Diputación Foral de Álava ha mostrado su voluntad de apoyar la edición, pero eso es algo que depende de la familia de Aldecoa".

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