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  • Landriscina, poeta del humor y héroe de la literatura oral argentina

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/12/2025 04:46

    Landriscina, poeta del humor y héroe de la literatura oral argentina Siempre de traje. El saco: cruzado. La corbata: con detalles. Sobre el hombro izquierdo, un poncho de guarda pampa que subraya su representación folklórica, su adherencia a lo regional. Una mano en el bolsillo que sale cada tanto para gesticular junto a la otra alguna efusividad. La mirada serena, la boca floja. Verborrágico y medido, frente a un micrófono de pie, Luis Landriscina erigió con paciencia, como escribe Vidal Mario en su libro biográfico, “un estilo único e irrepetible”. Hoy cumple 90 años. Una nueva masividad “Su rara virtud de cuentista magnetizaba multitudes, porque cada cuento suyo era un compendio de imágenes costumbristas, de acentos y de tonadas incomparablemente reproducidas con ingenio y delicadeza”, escribe Vidal en Landriscina: un mundo de amor y de humor, su única biografía hasta el momento, publicada en 2022. Actor, cuentista y humorista, según Wikipedia. Su presencia ahora irrumpe en las redes. Un aura familiar y lejana lo envuelve. Nueva masividad para el poeta del humor. El video del show de 1994, 30 años de sonrisas, tiene más de cinco millones de vistas en YouTube. Cuentos de campo tiene 4.2; Como dentrando a salir, 3.6; Las fiestas y los parientes (un cuento solo, doce minutos y pico), tres millones. El show Es mundial de 1990 y Venga y le cuento de 1995 tienen 2.3. La mayoría, sin imagen: tapa del disco y audio original. Estos son los videos del canal oficial de Landriscina, hay que agregar todos los demás, y los shorts, lo que hay en Sportify, Instagram, Tik Tok, etcétera. Son números. No dicen mucho. Hablan de una popularidad que perdura, sí, pero también de una novedad que puede ser efímera, quién sabe. Lo que sí está claro es que el lugar que ocupa Luis Landriscina en eso que podríamos llamar humor argentino, y que quizás valdría estirar la categoría a literatura oral, es enorme. Porque el objetivo de reír está en primer plano, pero en sus historias hay algo más: la búsqueda de un tono, la construcción de una atmósfera, el hallazgo de una poética, el extrañamiento ante una sensibilidad. Landrscina, el mes pasado año, durante el acto “Malvinas, una nueva Vuelta de Obligado” en el Senado de la Nación (Foto: Jaime Olivos) Casi gringo Le pusieron Luigi, como su padre. Pero no era el primero. Luigi padre y Filomena, italianos emigrados a la Argentina, tuvieron ocho hijos, dos de aquel lado del Atlántico, seis de este. Luigi, que es Luis Landriscina, que nació en Colonia Baranda, Chaco, en 1935, perdió a su madre en el último parto. Aún no había cumplido los dos años. Por eso lo criaron sus padrinos, españoles ellos, en la ciudad de Villa Ángela. Las historias que le contaba su madrina, escribe Vidal Mario, “lo inclinaron hacia la narrativa oral”. A fines de los cincuenta y principios de los sesenta, tuvo una banda de folklore, Los Cardinales, donde recitaba entre canción y canción. También escribía poesía, ya había publicado. Pero fue en enero de 1964 el acontecimiento que inicia todo: representó a su provincia en el Festival Nacional del Folklore de Cosquín contando cuentos y recitando el poema “Casi gringo”, una autobiografía en verso que recorre la herencia migrante, la muerte de su madre y la relación con su tierra. Ganó el Premio Revelación. “Yo soy del Chaco argentino, / nacido en ésta región, / soy tan hijo de esta tierra, / que me siento emparentado / al quebracho colorado / y al capullo de algodón”, comienza el poema. Después de eso vinieron los viajes: recorrer el país contando historias. También hizo televisión y cine. Poco a poco se fue agigantando un mito en presente. Hoy pasa sus días en su casa de Olivos, junto a su esposa. Sigue viajando, visitando lugares. Hace unos meses estuvo en Uruguay para despedir a un viejo amigo enfermo: Pepe Mujica. Joven y tradicionalista, Landriscina en uno de sus primeros espectáculos (Foto: Prensa Palacio Libertad) Narración extendida “Como soy provinciano, soy de narración extendida”, dice en una de sus grabaciones en vivo. “No soy muy proclive al chiste, sino al cuento. Y el cuento, lo deben saber los que han estudiado algo de literatura, tiene planteo, desarrollo y epílogo. Y el chiste no, porque es de zonas apuradas, que son las grandes ciudades, los grandes conglomerados humanos que son las ciudades de cualquier lugar del mundo, que tienen pautas de vida distintas a los puebleros. No es ni mejor ni peor... es distinto”, continúa. El ejemplo es muy clarificador. “Si yo fuera contador de chistes de teatro de revista, le diría: ‘Una vez un tipo le dijo al otro...’ Y acá ya está marcada la pauta de vida de la ciudad. Ya le dije ‘un tipo’, no le puse nombre, ni le dije cómo era, ni qué rostro tenía, ni de dónde venía, ni para dónde iba. Era un tipo. Así es la ciudad. Usted se puede atropellar con mil personas, dos mil personas, cruzarse en un subterráneo, pero no sabe quiénes son. Son miles de personas, son tipos”, explicó. Landriscina junto a Jorge Guinzburg, Les Luthiers, Tato Bores, Quino, y el Negro Fontanarrosa, entre tantos otros (Foto: Archivo Gente) “Y eso trasladado a cuento, ¿cómo sería? Y ahí está la cosa“, y poco a poco empieza a dotar de características al personaje, para que deje de ser un mero cono en la calle y pasa a tener presencia, matices y ser eso: un personaje. Cómo se llama, cómo viste, dónde vive, cómo vive, cómo piensa, de dónde viene, adónde va. ”Y a usted le puede caber el derecho de decirme: ‘está bien, sí, está pintoresco el relato, pero muy largo...’ Y yo lo único que quería con esta pintura es demostrar la diferencia de pautas de vida“. La vida en comunidad Visto al calor del tiempo, Landriscina no confronta con las grandes ciudades en sí sino con lo que representaban en ese momento: la sombra sorpresiva de un mundo que no solo estaba terminando de formarse, sino que estaba anunciando su forma definitiva. Un mundo hecho de anonimatos aislados, de velocidad —y por consiguiente de brevedad—, pero también de una frialdad que enmascara el ensimismamiento, la soledad, el egoísmo, el desinterés, la apatía, la indiferencia, el destrato, el individualismo. Su universo narrativo está centrado en la vida en comunidad. Una comunidad que no reniega de su malicia ni escatima bondades; que no es endogámica, sino diversa, hecha de pequeñas comunidades complejísimas lo suficientemente cerradas como para no desdibujarse en el océano y lo suficientemente abiertas como para someterse a la fricción nacional. No es casualidad que la mayoría de sus cuentos no sean suyos, sino historias que le contaron en algún paraje. Como una literatura anónima y popular. En Landriscina hay una reticencia al impacto. Por eso el extravío, la historia que fuga hacia el detalle, las fabulosas tonadas regionales, la ocurrencia popular, la narración extendida... Una fuga hacia el detalle Si los productos culturales se enmarcan en determinadas tecnologías, a Landriscina se lo puede asociar a esta escena. Hubo un tiempo, no hace tanto, en que los autos tenían algo llamado estéreo. Se ponían CDs, también casetes, y se escuchaban, no solo canciones, también cuentos, historias, monólogos, diálogos, chistes. Similar al podcast. En los noventa y en los tempranos 2000, Landriscina contaba sus relatos en la intimidad de las familias que salían a la ruta en vacaciones. En total, grabó 36 discos. En el boom del chiste frenético en las rondas de humor de la televisión, de las columnas humorísticas en las radios, de la picaresca radical, Landriscina caminaba a un costado —lo venía haciendo desde hacía tiempo— con narraciones “para toda la familia”, con historias sin la pomposidad sexual de entonces, sin puteadas ni exabruptos, abriendo el mundo en una perspectiva tempranamente diversa en lo cultural, donde reflejaba acentos y tradiciones de las provincias argentinas y de las comunidades inmigrantes. Al humor se le carga la responsabilidad de ser efectivo. Como al terror. Hacer reír, asustar, cumplir expectativas, eficiencia, etcétera. En Landriscina hay una reticencia al impacto. Por eso el extravío, la historia que fuga hacia el detalle, las fabulosas tonadas regionales, cosmovisiones a un par de kilómetros de distancia, observaciones milimétricas que de tan singulares acarician lo universal, la ocurrencia popular, la pilla picardía, la narración extendida en un mundo cada vez más breve y compacto.

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