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Parana » Radio La Voz
Fecha: 17/12/2025 18:06
Desde la ventana del excafé de Paragüita se veía pasar la rutina del poder: empleados de la Casa Gris y del Palacio Judicial cruzándose sin mirarse, apurados por marcar, como si el reloj fuera más importante que el contenido de sus carpetas. Afuera todo parecía normal. Adentro, no. Los pasillos estaban en calma aparente, pero no en silencio real. Ahí, donde el eco guarda memoria y las paredes escuchan mejor que los hombres, los Perros ya no discutían casos sueltos. Esa etapa había quedado atrás. Los nombres propios se habían vuelto irrelevantes. Ahora hablaban de algo más grave y más difícil de probar: el modo. El Grillo Canoso —viejo operador de expedientes y lector atento de las grietas del sistema— fue el primero en ponerlo en palabras. —Esto no es un concurso mal resuelto —dijo, sin levantar la voz—. Es un patrón. El Perro Negro, que había visto pasar gestiones, nombres y promesas, asintió sin sorpresa. —Puntajes altos, ¡afuera! Contactos, ¡adentro! En este concurso y en otros. Siempre es igual. El Perro Gris, acostumbrado a escuchar los argumentos oficiales, agregó con ironía contenida: —Y después te lo explican con palabras prolijas. Que la entrevista... que el perfil... que la ponderación cualitativa… Desde el fondo, el Perro Marrón —especialista en detectar subtextos— corrigió: —Perfil de agenda. De agenda política. Los pasillos ya no murmuraban nombres propios. Murmuraban método. Concursantes que rinden, estudian y esperan. Y suplentes eternos que no ganan nunca, pero tampoco se van jamás . El Grillo Canoso volvió a intervenir: —El concurso es decorado. La decisión se toma en otro lado. El examen es para la foto de Instagram. El Perro Joven, recién llegado al mundo de los pasillos, preguntó lo que muchos pensaban: —Entonces… ¿para qué existe el Consejo? Nadie respondió enseguida. El silencio fue una respuesta en sí misma. El Perro Viejo —memoria viva de reformas fallidas— rompió la pausa: —Si la idea es seguir poniendo gente a dedo, que tengan la honestidad brutal de decirlo. El Grillo Canoso no disintió: —Porque así como está, el Consejo de la Magistratura —o Consejo de la Vagancia, como le dicen los pasillos— solo genera gasto. —Gasto, frustración y tiempo perdido —enumeró otro—. Sueldos, viáticos, estructura… para legitimar decisiones ya tomadas. El Perro Joven insistió, esta vez con datos: —¿Cuántos concursos propios hizo esta gestión? El Grillo ni dudó: —Cero. Ninguno iniciado. Solo cerraron los heredados de la gestión anterior. El Perro Negro completó el cuadro: —Mientras, hay más de cien cargos vacantes en toda la provincia. Todo cubierto con suplencias que después se defienden solas. El Perro Viejo sentenció: —El Consejo no selecciona. Administra el tiempo hasta que el cansancio haga su trabajo. Ahí apareció la palabra que ordenaba todo el razonamiento. —Discrecionalidad —dijo el Grillo Canoso—. El perfume caro. —¿Perfume? —preguntó el Perro Joven. —Sí. Para tapar el olor al desvío de poder. La teoría que circulaba por los pasillos del fuero local y vecino era precisa, casi quirúrgica. El Grillo la explicó sin adornos: —No eligieron dentro de la terna. Manipularon el orden de los concursos. Aceleraron unos, frenaron otros. Para que justo quedara disponible el nombre que querían poner. El Perro Negro tradujo: —O sea: discrecionalidad antes de la terna, no sobre la terna. —Desvío con expediente prolijo —cerró el Grillo—. Después te dicen: “ es facultad del Gobernador ”. El Perro Gris introdujo otra ausencia notoria: —¿Y el Colegio? El silencio fue inmediato. El Grillo empezó y se detuvo: —El Colegio de la Abogacía… Y luego siguió: —El Colegio se comió los mocos. Nadie rió. —No defendió al gremio. No defendió los puntajes. No opinó. No dijo nada. Para que el Gobierno no se enoje. El Perro Viejo agregó: —Dejó de defender al colectivo de la abogacía. Y uando una institución no defiende a los suyos, deja de representar. —Encima figurando como amicus curiae —sumó el Perro Gris. —Amicus mudo —corrigió el Grillo—. Si no respondés, si no querés participar para no exponerte, entonces salís del listado. —Y si no defendés los concursos ni los puntajes —agregó otro—, tampoco tiene sentido que tengas representantes en el Consejo. —Invertir gente, tiempo y dinero en eso —cerró el Perro Negro— pasa a ser una farsa institucional. Hubo un silencio breve. Hasta que alguien dijo lo que faltaba: —¿Y la cena? Los Perros levantaron la cabeza. El Grillo explicó: —La privada. El senador del departamento. La concursante elegida. Mesa chica. Sin agenda. Sin acta. —La entrevista gastronómica —ironizó el Perro Marrón—. Esa no suma puntos, ¿no? El Grillo siguió: —Lo raro es que el Gobernador pro, ahora libertario, paladín del cambio… termine eligiendo a alguien camporista, kirchnerista de la primera hora. El Perro Viejo reflexionó: —Ideológicamente es un oxímoron. A menos que la ideología no importe. —Exacto —asintió el Grillo—. Importa la utilidad. —Y encima —agregó el Perro Negro— con antecedentes públicos de conflictos. —Audios. Episodios. Notas en medios locales. No es rumor —enumeró otro. —Parece que la violencia no descalifica —dijo el Grillo—. Lo que descalifica es la independencia. El Perro Joven habló por última vez: —Entonces… ¿qué es todo esto? El Perro Viejo lo miró fijo: —Es un sistema donde el mérito estorba, la discrecionalidad se disfraza y el silencio se vende como prudencia. —Y donde el concurso —cerró el Grillo— deja de ser selección y pasa a ser puesta en escena. Las luces parpadearon. Un expediente quedó abierto sobre un escritorio vacío. Desde algún despacho se escuchó algo sobre consensos, normalidad y gobernabilidad. Pero los pasillos —que recuerdan lo que el acta omite— ya habían anotado lo importante: Cuando el Consejo no selecciona, cuando el Colegio no defiende, y cuando la cena pesa más que el puntaje, la institucionalidad no falla: se simula --- Esta Charla de Pasillo es una obra de ficción política y sátira institucional . Los personajes, instituciones, ideologías y situaciones descriptas son construcciones alegóricas .
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