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  • Tabernas, juicios y melodías prohibidas: la historia detrás del crimen de cantar en la Ginebra del siglo XVI

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/12/2025 08:44

    La Ginebra del siglo XVI prohibió el canto considerado inmoral bajo estrictas normas calvinistas y vigilancia social (Imagen Ilustrativa Infobae) ¿Quién podría imaginar que una simple canción de cuna podría desencadenar una pena para una madre que la entona o que un tarareo se debía pagar con cárcel? Aunque parezca increíble, cantar llegó a considerarse un delito en la Ginebra del siglo XVI. Entre 1542 y 1552, autoridades civiles y religiosas iniciaron más de cien procesos judiciales contra personas acusadas de cantar canciones consideradas inmorales. Los casos abarcaron todas las clases sociales e incluyeron situaciones cotidianas, como mujeres que entonaban melodías mientras trabajaban en sus hogares. El control social sobre la música marcó un cambio profundo en la vida pública y privada de la ciudad. La reforma protestante transformó la ciudad suiza de Ginebra tras la llegada de John Calvin en 1542. El nuevo gobierno, liderado por reformadores calvinistas, estableció reglas estrictas para modelar la conducta de los habitantes. Las autoridades buscaron erradicar toda forma de canto calificado como indecente, situación que afectó a gran parte de la población, desde aprendices y nobles hasta familias sencillas. Más de cien procesos judiciales se abrieron entre 1542 y 1552 contra ciudadanos acusados de cantar canciones indecentes (Imagen Ilustrativa Infobae) Durante esa década, el tribunal conocido como Consistorio, compuesto por líderes civiles y religiosos, se ocupó de perseguir lo que consideraban desviaciones morales. De acuerdo con JSTOR Daily, cantar se convirtió en uno de los focos principales de vigilancia, debido a la difusión de canciones con letras sexuales, insinuaciones o relación con el baile, este último prohibido por las autoridades calvinistas por considerarlo puerta de entrada a la fornicación. Calvin apreciaba la música como una forma poderosa de oración colectiva. Sin embargo, advertía que la melodía podía influir de forma negativa en los corazones, igual que el veneno se cuela en un recipiente a través de un embudo. Según Melinda Latour, musicóloga citada por JSTOR Daily, para el líder religioso era fundamental regular los efectos sociales de la música. Cantar como símbolo de resistencia y disciplina colectiva El Consistorio, tribunal civil y religioso, persiguió el canto popular por su supuesta relación con la inmoralidad y el baile (Imagen Ilustrativa Infobae) Las canciones populares de la época solían mezclarse con otros comportamientos sancionados, como el consumo de alcohol, el juego y la prostitución. Entre los casos registrados por el Consistorio figuran un caballero que cantó con su criado en carnaval, siete aprendices que lo hicieron juntos en la calle y varias personas que entonaron melodías durante su actividad laboral. En muchos juicios, los acusados intentaron defenderse aludiendo a que interpretaban canciones permitidas. Este repertorio, de acuerdo con Latour, incluía cantos religiosos, piezas patrióticas y marchas, cuya legitimidad no era cuestionada. El tribunal solía mostrarse inflexible cuando consideraba que existía una tentación hacia acciones más graves, como el adulterio o las relaciones extramatrimoniales. La preocupación de las autoridades no se limitaba al contenido de las letras. También les inquietaba el contexto y la actitud asociada al acto de cantar. El jurista Lambert Daneau, contemporáneo de Calvin, argumentaba que las canciones interpretadas durante bailes estaban impregnadas de impureza y fomentaban la transgresión. Las autoridades calvinistas asociaron la música y el canto con la tentación, el adulterio y la transgresión moral en la sociedad (Imagen Ilustrativa Infobae) Los taberneros y taberneras fueron objeto frecuente de acusación. El Consistorio los llevó ante la justicia por permitir que en sus establecimientos se combinaran canciones prohibidas, juegos de azar y comportamientos sexuales considerados ilícitos. Según Latour, aunque el adulterio se percibía como un delito mucho más grave que el canto indecoroso, era la música la que facilitaba la observación y la denuncia pública. Las autoridades replicaban la misma lógica en otros ámbitos de la vida cotidiana. Emitieron repetidas proclamas que recordaban la prohibición de cantar y aumentaron las penas para quienes persistieran en esa conducta. Sin embargo, la práctica resultó tan arraigada que erradicarla se volvió un desafío constante para el Consistorio. La persecución al canto reflejó el esfuerzo por construir una ciudadanía disciplinada, regulada conforme a los ideales calvinistas. De acuerdo con JSTOR Daily, la clave residía en que la disciplina era para los calvinistas un método esencial de cohesión social, en contraste con otras corrientes protestantes, como el luteranismo. Taberneros y aprendices fueron frecuentemente acusados por permitir o participar en cantos prohibidos en espacios públicos y privados (Imagen Ilustrativa Infobae) Las crónicas de la época muestran cómo la sociedad de Ginebra vivió una tensión permanente entre la vida cotidiana y las exigencias morales de los reformadores. La imposición de códigos estrictos generó numerosos conflictos y denuncias, pero no logró eliminar la costumbre popular de cantar, que sobrevivió como una forma modesta de resistencia cultural. Según la investigación de Latour, las reiteradas advertencias del Consistorio apenas lograron moderar, pero no suprimir, la presencia de canciones en la vida diaria. La música continuó desempeñando un papel fundamental en la expresión individual y colectiva, a pesar de las restricciones. Hasta hoy, ese episodio recuerda cómo la regulación del arte y la vida privada formó parte de experimentos sociales más amplios, con efectos complejos sobre la identidad y la convivencia de las comunidades.

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