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  • Ganadería ovina: cómo pasó de ser una de las principales actividades agropecuarias del país a caer en picada desde los años 70

    » Clarin

    Fecha: 16/12/2025 18:46

    El sector ovino supo ser, desde los albores de la Patria, una de las principales actividades ganaderas del país, con un desarrollo y una cantidad de cabezas que ubicaban a Argentina como una potencia en la producción lanera y de carne. Según los registros de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, en 1895 se llegaron a contabilizar un total de 74 millones de cabezas, en su gran mayoría, ubicadas en la provincia de Buenos Aires. Pero el avance de la ganadería vacuna y la agricultura fue empujado a la actividad hacia el sur del país, más precisamente, a la Patagonia, donde supo asentarse y crecer, más allá de que Buenos Aires seguía jugando un papel preponderante, como así también lo hacían las provincias del Litoral. Entre 1925 y 1970 el rodeo se estabilizó entre las 40 y 50 millones de cabezas, pero, a partir de 1971, las existencias ovinas emprendieron un camino descendente que sigue hasta el día de hoy. Para poder tener un panorama certero de lo que implicó esta caída en el stock alcanza con ver dos números: en 1970, el país contaba con 44,3 millones de cabezas, mientras que en 2024, esa cifra descendió hasta las 12,4 millones. Dicho de otra manera: queda apenas poco más de un cuarto del rodeo ovino que había hace 55 años, más allá de que a partir del 2000 se registró una recuperación que duró hasta 2015, para después volver a caer. En ese interín, a finales de los años 60, Argentina exportaba más de 200.000 toneladas de lana, mientras que en la actualidad, el volumen se ubica en 31.088 toneladas base sucia. Esta debacle responde a un serie de factores: desastres naturales (nevadas extremas, sequías, erupciones de volcanes); avance de otras actividades (ganadería vacuna y agricultura); y bajos precios internacionales, sobre todo en las décadas del 80 y 90 por la sobreproducción australiana, para citar algunos. Con el deshielo aparecieron cientos de ovejas muertas en un campo de la Patagonia. Foto: Captura de video La Opinión Austral Pero llegando más a estos años, se sumaron otros aspectos: inestabilidad macroeconómica y cambiaria, con la brecha como un factor determinante; la depredación de especies como pumas, zorros y perros asilvestrados; la competencia con el guanaco; y la falta de políticas públicas hacia el sector, con la eliminación de la Ley Ovina como última estocada. Según datos aportados por el presidente de la Federación de Sociedades Rurales de Chubut, Osvaldo Luján, en los últimos 18 años el total de existencias ovinas en Patagonia se redujo en un 35%, pasando de casi 10 millones de ovinos a 6,5 millones. Así, la producción de lana se redujo en un 51% pasando de 47.000 toneladas a 23.000 toneladas. Para Luján, “la sequía ha sido un factor importante en los últimos años incidiendo en forma directa en la capacidad de forraje y agua necesaria para la producción”, mientras que el “crecimiento exponencial del guanaco sin un control hace inviable la producción, estimando que existen en Patagonia cerca de cuatro millones que compiten directamente con la oveja por el forraje y el agua”. Por otro lado, ubicó a la depredación de animales salvajes y perros asilvestrados como otro factor importante como condicionante para la actividad, ya que “ha ido en aumento al no existir una política de equilibrio entre la fauna y la producción. Pasamos de índices de mortandad por este concepto que se consideraba razonable de un 7/8 % a porcentajes de más de 20% en algunas zonas”. Fundaciones Otro de los factores que los productores entienden como una razón que puede explicar la debacle de la actividad es el avance de las fundaciones y ONG’s medioambientales, como así también el establecimiento de nuevos parques nacionales y áreas protegidas. En este sentido, el representa de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) en la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz, César Guatti, indicó que “la proliferación de áreas protegidas y parques nacionales y otras figuras distintas en forma de ONG’s en fundaciones, despoblaron los campos de la ganadería y generaron una sobrepoblación de plagas que afectaron directamente a los productores agropecuarios”. Guanacos en Tierra del Fuego Imagen del sitio Día de Pesca “Se creaba un parque nacional y los productores agropecuarios que rodeaban ese parque debían abandonar la producción ovina porque era una fábrica de pumas y zorros que atacaban sin piedad a las ovejas y muchos ganaderos tuvieron que cerrar o abandonar los campos”, sostuvo Guatti. Luján ahondó en este aspecto: “Las fundaciones se han adueñado de campos productivos cerrando los mismos a la producción, lo que provocó el abandono de campos vecinos o la imposibilidad de producir por parte de los mismos dado que la fauna busca la comida y el agua donde existe producción. Hoy tenemos solo en Chubut un estimado de 40% de campos abandonados”. Brecha cambiaria Más allá de la fuertísima caída de los precios internacionales que se dió en las décadas de los ‘80 y ‘90, junto a desastres naturales como la erupción del volcán Hudson en 1991 y la “nevada del siglo” en 1995, que golpearon a la actividad, a comienzos de este siglo la actividad tuvo un repunte, pero que solo duró hasta 2015. En los años posteriores, hubo un fenómeno propio de la macroeconomía argentina que impactó de lleno en la actividad, como en casi todos los rubros cuyo principal mercado es el exterior: la brecha cambiaria. “Desde el punto de vista económico, muchas políticas nacionales también jugaron en contra de esto. La lana es un producto exportable en un 100%. Nosotros tuvimos una brecha entre tipos de cambios oficiales y paralelos de más del 100%, lo cual dañó significativamente a la producción, dado que percibíamos casi la mitad a valores reales”, comentó Guatti. Según Luján, las pérdidas por esta situación han sido más que millonarias, sobre todo durante la presidencia de Alberto Fernández: entre la zafra de 2019/2020 a la de 2023/24, la merma en los ingresos de los productores alcanzó los US$ 309 millones. Caída de la Ley Ovina En junio de este año, el Gobierno nacional decidió derogar la Ley de Promoción de la Ganadería Ovina y de Llamas (Ley 25.422), argumentando poca efectividad y “alto costo burocrático”. Ya en 2024 decidió disolver el Fondo Fiduciario para la Recuperación de la Actividad Ovina (FRAO), que constaba de unos $3.000 millones y era la herramienta de financiación de la normativa. La Ley buscaba “promover y recuperar la ganadería ovina, ofreciendo financiamiento, asistencia técnica y subsidios para modernizar explotaciones, mejorar la calidad de la lana y carne, y fomentar el desarrollo rural”, objetivos que, según indicó el gobierno de Milei, no se consiguieron. Ovejas Pero no lo piensan así en el sector, ya que muchas entidades expresaron su rechazo a la decisión oficial. “Fue el golpe de gracia que se le dio al tema de la producción ovina”, consideró Jorge Masi Elizalde, productor ganadero de 9 de Julio en Buenos Aires y Vocal Consejero de la Fundación Barbechando. e integrante de la Comisión de Carnes de la misma. Para Elizalde, “a partir del 2000, cuando nació la Ley Ovina junto con el fideicomiso, permitió revertir la tendencia que tenía en ese momento la ganadería ovina, sobre todo en Patagonia, después de las erupciones de los volcanes que diezmaron bastante la producción y permitió que volvieran a crecer de vuelta”. “Hoy estamos en un limbo, porque no tenemos el apoyo de la Ley Ovina. Algunos productores siguen, pero muchos se están bajando”, indicó. ¿Cómo se sigue? Pero los productores ovinos no se dan por vencidos, sino que pretenden seguir apostando por la actividad. “El productor ovino es por vocación, y no deja de producir buscando las herramientas necesarias para que esto se revierta”, planteó Luján. Pero sostuvo que “no solamente se podrá realizar con mayor inversión y profesionalización de la producción, sino también con políticas de estado que establezcan un plan integral para mantener la producción en una región que solamente esta actividad puede mantener el arraigo y la soberanía”. Para Luján, “este plan debe contener todos los temas que son necesarios para la producción, como un plan sanitario; de control del guanaco y predadores; hídrico; de incentivo a la producción a través de baja de impuestos; uno normativo para la compra de campos por parte de las fundaciones; y líneas de crédito accesibles para recuperar el capital de trabajo perdido”. Además, afirmó que los productores deben “realizar cambios tranqueras adentro, profesionalizar el manejo y las herramientas necesarias para una producción más eficiente. “La lana fina Patagónica tiene su mercado y es reconocida internacionalmente, se necesitan definiciones de los estados provinciales y nacional para que podamos seguir adelante con la producción”, concluyó. La alimentación de las ovejas es de base es pastoril, (pasturas consociadas con lotus, trébol blanco, festuca y raigrás). En cuanto a la producción de carne, si bien es acotada comparada con las otras proteínas, ya que en 2024 se produjeron unas 14.500 toneladas res con hueso, de las cuales 5.000 se exportaron, y mantiene un consumo interno de apenas 1,5 kilos por habitante al año según estimaciones privadas, hoy muestra señales de firmeza en sus indicadores. Para Guatti, “se mantiene estable en la producción de carne cordero para la exportación, con mercados muy valorizados como la Unión Europea, lo que nos permite mantener un nivel bastante constante a lo largo de estos años, acompañado por una industria frigorífica muy bien montada en la Patagonia que permite acceder a estos mercados”.

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