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» Misionesopina
Fecha: 16/12/2025 05:13
Por Martín Lozina* La Argentina del presidente Milei presenta una paradoja económica que desafía la lógica tradicional de los mercados: un país con una deuda elevada y problemas macroeconómicos estructurales, mantiene, a pesar de todo, un riesgo país (EMBI) inusualmente bajo, en comparación con su historial y situación actual. Este fenómeno, enmarcado en el ascenso de un gobierno con fuertes lazos con el establishment financiero internacional, exige un análisis que vaya más allá de las cifras, apelando al sentido común. El riesgo país, medido habitualmente por el EMBI (Emerging Markets Bond Index) de J.P. Morgan, refleja la sobretasa de interés que un país debe pagar sobre sus bonos en dólares, comparada con los bonos del tesoro de EE. UU. Un riesgo país bajo significa que los inversores perciben un menor riesgo de default o incumplimiento de pago. En el caso argentino, el bajo nivel actual del EMBI se atribuye a expectativas de ajuste fiscal riguroso. El mercado valora positivamente la ortodoxia fiscal extrema y la promesa de "déficit cero" de la administración Milei. La motosierra y la licuadora (ajuste del gasto y licuación de ingresos vía inflación) son vistas como un compromiso real de priorizar el pago de la deuda sobre el gasto social o la inversión productiva. Por otro lado, la influencia de los "amigos del mercado", hace que los bonos argentinos se promuevan como un vehículo de inversión atractivo para fondos de inversión extranjeros que anticipan la revalorización de activos bajo un gobierno pro-mercado. El factor más llamativo y que nos obliga a recurrir al sentido común, es la relación de la cúpula del gobierno con el establishment financiero. Es la fuerte presencia de ex ejecutivos de entidades financieras globales (como J.P. Morgan, con larga experiencia en reestructuraciones de deuda argentina) y figuras vinculadas al Fondo Monetario Internacional (FMI) y bancos de Wall Street en puestos clave del gobierno. La historia Argentina nos enseña a mirar la realidad desde la perspectiva de los oprimidos, de las mayorías empobrecidas. Esta óptica nos genera una pregunta ¿riesgo país bajó, pero riesgo de default social alto? Para los tenedores de bonos, el riesgo es que Argentina no les pague. El gobierno de Milei, al priorizar el pago de los acreedores por sobre todas las cosas, reduce el "riesgo país" para el capital financiero global, pero aumenta dramáticamente el riesgo para el "país real". El riesgo real es que el país siga una política que pague la deuda a costa del hambre, la educación pública y la salud. Ajuste regresivo, el superávit fiscal se logra por un fuerte recorte en jubilaciones, subsidios al transporte, la energía y transferencias a provincias. Pero toda la trama se complejiza cuando ex ejecutivos de bancos acreedores o agencias calificadoras se convierten en funcionarios que negocian la deuda, no es una anécdota, sino un mecanismo que se ha hecho costumbre en los últimos años en Argentina. El conflicto de intereses que genera la presencia de ex empleados de las mismas entidades que miden el riesgo país y poseen la deuda genera una sospecha legítima. ¿Quién define la "confianza"? Si los negociadores argentinos son ex ejecutivos de los acreedores, la "confianza" se construye asegurando que el acuerdo final pudiese beneficiar a sus antiguos empleadores y al sistema financiero que los sostiene. La baja del Riesgo País puede leerse, en este contexto, no como una señal de solvencia económica del país, sino como un voto de confianza de la elite financiera en sus propios hombres dentro del gobierno. No sería descabellado pensar en una "deuda odiosa", donde se cuestione la legitimidad de una deuda contraída, muchas veces, sin beneficio social directo y cuya reestructuración sigue beneficiando al capital especulativo. Podríamos pensar en la legitimación de la política de ajuste que se está llevando adelante en el país. La baja del riesgo país se utiliza como un trofeo político para legitimar las políticas de ajuste socialmente dolorosas. "Miren, los mercados confían en nosotros" es el mensaje, desestimando las protestas sociales y las críticas al brutal recorte estatal. De esta manera se puede observar que algunos se aseguran la renta. El precio bajo de los bonos en el mercado secundario (pre-Milei) permitió a los fondos buitre y grandes inversores adquirirlos a descuento. El gobierno, al asegurar la voluntad de pago y reducir el riesgo, garantiza una renta extraordinaria a estos capitales, reafirmando un modelo de transferencia de riqueza de las arcas públicas hacia el capital financiero global. El bajo riesgo país de Argentina, en un contexto de altísima vulnerabilidad social y económica, es un indicador que debe ser analizado con escepticismo radical. La historia de nuestro país, nos invita a desenmascarar esta aparente "confianza del mercado" y a verla como un riesgo sistémico para la soberanía popular. Mientras los mercados aplauden el ajuste y el riesgo país baja por la garantía de pago a los acreedores, el riesgo de default en la deuda social del Estado argentino con su pueblo se dispara. La clave no está en cómo reducir el EMBI, sino en cómo liberar al Estado y a la economía de la tutela del capital financiero y reorientar la riqueza nacional hacia la satisfacción de las necesidades de las mayorías. El verdadero riesgo que el país debe evitar, es el de convertirse en una mera factoría de riqueza para Wall Street, a costa de la dignidad de su gente. *Productor Periodístico
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