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  • Japón-Rusia: la paz más demorada del siglo XX

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    Fecha: 15/12/2025 07:13

    Es el 8 de agosto de 1945 en la Manchuria ocupada por el Ejército Imperial Japonés. Circulan rumores inquietantes: la ciudad de Hiroshima habría sido borrada del mapa por una nueva arma devastadora. El ejército de ocupación japonés, diezmado y mal equipado, apenas resiste. Esa mañana, entre disparos y el zumbido de los aviones, sus veteranos oficiales reciben la noticia que temían: la Unión Soviética está invadiendo Manchuria, donde reside—vale recordarlo—el último emperador chino, Henry Pu-Yi. Iósif Stalin había acordado con Winston Churchill y Franklin Roosevelt declararle la guerra a Tokio antes del 9 de agosto. Ahora, los soviéticos superan a los japoneses por ocho a uno, con armamento moderno, tanques, moral alta y abundantes suministros. La ofensiva soviética tiene, además, un innegable sabor a revancha. Cuatro décadas antes, tras una guerra de dos años, el Imperio de Japón se había convertido en la primera potencia asiática en derrotar a una europea: en 1905 hundió la flota del Imperio Ruso en disputa por el control del extremo oriental de Asia. La humillación en San Petersburgo fue total. La paz se alcanzó gracias a la mediación del presidente estadounidense Theodore Roosevelt, quien recibiría por ello el Premio Nobel de la Paz. Volviendo a 1945: una semana después del inicio de la invasión soviética, Japón se rinde, y pocos días más tarde concluye la feroz batalla por Manchuria. Pero la guerra termina sin que se firme un tratado de paz—aún hoy, ochenta años después, esa ausencia persiste. La razón es clara. Stalin había anexado varias islas reclamadas por Japón y expulsado de ellas a miles de habitantes japoneses. Moscú sostiene que esta anexión fue avalada en la Conferencia de Yalta de 1945. Tokio, en cambio, argumenta que Yalta no se refería a esas islas en particular. Para Rusia son las islas Kuriles; para Japón, los Territorios del Norte. A ello se suma que, tras la rendición japonesa, Estados Unidos asumió el control efectivo del país, alineándolo contra la Unión Soviética. Ese nuevo marco geopolítico dificultó aún más cualquier avance hacia la paz. Recién en 1956 ambas naciones firmaron una Declaración que dio por terminadas las hostilidades y reanudó las relaciones diplomáticas orientadas -ahora- a la firma de un tratado de paz. Pero las relaciones bilaterales se enfriaron en la década de 1970 —tras el acercamiento entre Japón y China— y volvieron a deteriorarse en los años 80 con la invasión soviética de Afganistán. El despliegue de fuerzas rusas en las Kuriles y sus maniobras militares incrementaron la desconfianza en Tokio, que reiteró que solo firmaría un tratado de paz cuando las islas le fueran devueltas. Tras la disolución de la URSS en 1991, el tema volvió a la mesa. En 1997, el presidente Boris Yeltsin llegó a considerar un intercambio de las islas por ayuda económica japonesa, pero la presión interna lo obligó a descartar la propuesta. El escenario cambió radicalmente con la anexión rusa de Crimea en 2014. Japón se sumó a las sanciones occidentales contra Moscú, posición que reforzó en marzo de 2022 con la segunda fase de la invasión rusa de Ucrania. Rusia incluyó entonces a Japón en su lista de países “no amigos”. En octubre de 2025 —ochenta años después de la anexión— la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, reiteró su intención de avanzar hacia un tratado de paz. Moscú, en un contexto defensivo, recibió inicialmente con cautela la iniciativa, condicionándola a que Tokio se distanciara del régimen de sanciones económicas derivadas de la invasión a Ucrania. Ese escenario parece improbable: en noviembre, el ministro de Defensa japonés insinuó que las sanciones podrían endurecerse. Sin embargo, en diciembre el canciller japonés aclaró que Tokio mantiene intacto su propósito de resolver la disputa territorial. Hoy, estas islas siguen siendo el núcleo de una tormenta diplomática lenta pero persistente entre el Kremlin y la Dieta Nacional japonesa. El desenlace de la guerra en Ucrania probablemente reconfigure posiciones y clarifique los cálculos geopolíticos de ambas potencias. Mientras tanto, tras ocho décadas, la paz entre Tokio y Moscú continúa atascada en el tiempo.

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