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  • Maruja Mallo rompe moldes: ¿surrealismo, geométrica o algo totalmente distinto?

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/12/2025 04:52

    La pintora Maruja Mallo en su taller En este 2025, la artista Maruja Mallo (Viveiro, 1902 – Madrid, 1995) ha sido protagonista de una concienzuda exposición antológica en España, Máscara y compás, que se ha podido ver en el Centro Botín de Santander y ahora en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En ella se califica a Mallo de pintora surrealista pero… esta identidad está siendo cuestionada por la crítica especializada. Por ejemplo, en el documental de Antón Reixa Maruja Mallo: mitad ángel, mitad marisco (2013), el crítico de arte Fernando Huici y la historiadora Estrella de Diego discrepan de otros expertos –Antonio Bonet Correa, Juan Manuel Bonet, Antón Castro, Isaac Díaz Pardo– y consideran a nuestra protagonista más geometrizante que surrealista. Igualmente, en la 59 Bienal de Venecia (2022), la comisaria Cecilia Alemani situó a la gallega como pionera entre creadoras dadaístas, surrealistas y geométricas, como si no fuese fácil ubicarla en un movimiento concreto. "La verbena", de Maruja Mallo (1927) (VEGAP/Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) La mirada correcta Se trata de dilucidar si la gafa “surrealista” es la más apropiada para disfrutar de la obra de Maruja o si existen otras más ajustadas. Según De Diego, “no hay nada dejado al azar en el caso de Mallo”, lo que la separa de los surrealistas, siempre tan interesados en hacerlo surgir mediante toda clase de juegos. Igualmente, para Huici las estructuras geométricas que resplandecen en su obra expresan un rigor constructivo muy alejado de ensoñaciones y ocurrencias espontáneas características del movimiento al que se la quiere circunscribir. Por otro lado, no se puede negar que la artista utiliza estrategias surrealistas, si entendemos el surrealismo como esa corriente de pensamiento que se burla de la gazmoñería del burgués oponiéndole la vida sin tabúes del inconsciente. Pensemos, por ejemplo, en su serie “Cloacas y campanarios” (1929-32). Esta trata, en palabras de Mallo, de “muerto, esqueleto, andrajo y huella” y muestra todo eso además de excrementos “abandonados en la tierra baldía”. Podemos detenernos también en la estética personal de la artista, siempre muy pintada y vestida con colores fuertes que hacían las delicias de los creadores de la Movida. O revisar su forma grandilocuente de expresarse, con afirmaciones como “estoy en conexión con la Vía Láctea, con la astrología, la astronomía, la ciencia, el arte y con todo”, que nos recuerdan al histriónico Dalí. Para dilucidar el peculiar “surrealismo” de la gallega hemos empezado por analizar una de las obras de la serie “Cloacas y Campanarios”, la más onírica, según Patricia Molins, comisaria de la muestra actual: Antro de fósiles (1930). Detrás de la fachada surrealista de este cuadro, los esqueletos, las ruinas, la sequedad, los reptiles… hay unos trazados geométricos rectores de la composición basados en la proporción áurea. Antro de fósiles de Maruja Mallo Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía En este cuadro, pero también en otros muchos de la artista –como las Verbenas (1926-28)–, se establecen zonas y puntos de intersección donde se coloca a los personajes y objetos clave para que la pintura resulte más equilibrada y se ordene de una manera clásica. Esto no tiene nada que ver con la imagen de la surrealista que pinta guiada por la inspiración y siguiendo los dictados del subconsciente que rechazan Huici y De Diego. De la geometría a la cibernética Lo interesante es que esta estrategia formal permite a Mallo crear una distancia con el tema, porque la geometría no marca una lectura jerárquica o autoritaria, tan propia de la perspectiva cónica: nada se impone, todo se despliega a la misma distancia. Las figuras pasan las unas a las otras y se amoldan, como si la geometría fuera un medio para generar un espacio igualitario y confortable a la visión. En este sentido, podríamos considerar que la llamativa simetría de las series de los 40 “Las naturalezas vivas” y “Las cabezas” son la verdadera excentricidad de Mallo y no el tema o el aire onírico de las piezas. Por ejemplo, hay una Naturaleza viva de 1943 en la que dos rosas rojas se encuentran a igual distancia de un eje de simetría que pasara por el centro de la composición en vertical y que dividirá ambas figuras en dos mitades extrañamente iguales. Sucede lo mismo en La cierva humana (frente), de 1948, con los moñetes de la joven. Pero una simetría tan acusada parece más propia de formas mecánicas que de los seres vivos. Naturaleza viva III de Maruja Mallo, 1942. VEGAP Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo Bajo esta perspectiva, Mallo sería una artista cibernética. Es decir, está interesada en esa forma de comunicación entre lo animado y lo inanimado que entiende la naturaleza como un gran mecanismo. Pero también podríamos calificarla de creadora pop. Después de todo, en su serie de los atletas tanto los hombres como las mujeres son tan perfectos, estereotipados y graciosos como los Li’l Abner y Daisy Mae del cómic de los 50 de Al Capp. ¿O mejor consideramos que las series de las máscaras y los bañistas son más bien naif, dado que no hay perspectiva y es el afecto el que guía la composición, como sucede en las representaciones infantiles donde las figuras queridas son tan grandes como las casas o las montañas? Incluso podríamos circunscribir las fotografías de Maruja Mallo con manto de algas realizadas en Chile junto a Pablo Neruda en los años 40 en el Land Art, movimiento artístico que crea obras efímeras en la naturaleza con elementos encontrados y que se documenta por medio de la fotografía. ¿O deberíamos incluirlas en el terreno de la performance? Maruja Mallo, Autorretrato con manto de algas, 1945. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía Como se ve, es complicado encontrar solo una corriente artística para definir las creaciones de la gallega. De las numerosas gafas que podríamos usar para revisar la obra de Maruja Mallo, mi favorita es la de “cibernética”. Su curiosidad por la geometría guía su percepción desprejuiciada y le permite expresar un entramado de relaciones afectivas, culturales, ecológicas, feministas, políticas… con lo que se ponga por delante, sea corpóreo o incorpóreo, vivo o inanimado. Sus obras comunican cibernéticamente porque son propuestas liberadoras lanzadas al espacio para que surjan comunicaciones inesperadas con minerales, vegetales, animales o humanos. Estas imágenes activan la atención, no la capturan, y logran así hacer un vacío para que surja algo no programado. Fuente: The Conversation

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