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» Clarin
Fecha: 15/12/2025 01:05
La gira federal de Mondongo comenzó “a museo lleno”. Con filas de visitantes de todas las edades, tanto para entrar al Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario, como para ver de cerca a la Calavera III una vez dentro. La aventura fue la de acompañar al emblemático dúo de artistas a mostrarle al público, bajo la coordinación de Arthaus, sus obras, en la primera parada del flamante itinerario. Actividad que en este caso se sumó a los festejos por los 300 años de la ciudad. Las exhibidas: la serie Argentina (Paisajes) –la venta más cara del arte argentino en una subasta hasta ahora, por USD 1,2 millones–, y la pieza Calavera III, que nunca se había mostrado en la Argentina, salvo unos días en Arthaus para el anuncio de la gira. La sola presencia de esta última, en el hall del museo, provocó una fila orgánica que se turnó pacientemente para tener un momento con la obra y apreciarla de cerca. Paisaje argentino. La obra plantea una alternativa a la Pampa. Plastilina en todas partes Llegaron a trabajar con chicles, perlas, balas, vidrios, pan, espejos y hasta fiambres, entre otros elementos poco convencionales que despertaron contradicción y sensaciones de todo tipo. Pero estas obras son de plastilina. La serie Argentina (Paisajes) está compuesta de quince paneles que se exhiben como una sola e imponente panorámica, en un recorrido que atraviesa la vida y la muerte. “Es una gran metáfora de la Argentina”, sugieren ambos artistas, Juliana Laffitte y Manuel Mendanha. El espectador se enfrenta a una textura opaca –la plastilina absorbe la luz– de una fuerza impactante que sobresale de los cuadros. Cada cachito del material es solo una parte, un detalle más de un paisaje gigante pero, no por eso, menos perfecto y minucioso. Otro de los paneles de la serie. Realizaron esta serie entre 2009 y 2013, y cuando la empezaron venían de trabajar nueve años seguidos sin pausas ni vacaciones. Un amigo los invitó a un campo en Entre Ríos y la naturaleza allí los deslumbró: era invierno y el nivel del río había bajado. Los árboles estaban caídos a la altura del suelo, a la vez que otros empezaban a brotar a 90 grados hacia arriba. Aquello disparó en sus mentes una metáfora con la muerte y la resurrección que asociaron, de inmediato, a la Argentina. “Trabajamos en un sótano sin contacto con la luz natural y fue muy impactante entonces el encuentro con la naturaleza. Sacamos muchísimas fotos y al regresar decidimos hacer este cuadro. No pudimos parar por cinco años, que fue lo que nos llevó. Tiene que ver con el misterio de la naturaleza, su magia, su fuerza y resiliencia, que las personas debemos imitar”, expresa Lafitte. Mondongo La secuencia comienza en un río seco, una cárcava abandonada por el agua, pero decanta en un río vivo que mira de frente al visitante al entrar a la sala como “la posibilidad de un horizonte”, traza Mendanha. Este alto relieve intercala lo que la pareja de artistas vio con cierta ficción: hay calaveras, humanos y frases escondidas en las texturas. “Nos pareció interesante poner guiños que expandieran las posibilidades de interpretación. Preferimos que se generen preguntas”. La pieza fue originalmente hecha para una muestra en el Museo Moderno en 2013, después pasó por el MAXXI de Roma en 2016 y el Museo Mar de Mar del Plata en 2022. Hasta que se mostró en Malba Puertos en 2024, para la apertura de aquel espacio, estuvo guardada en un depósito. Mondongo En ninguna de esas ocasiones, además, se exhibió como lo hace ahora: en panorámica, pensada con el orden de un camino que tiene comienzo y final, y que envuelve a través de un efecto inmersivo que resulta de la apuesta a lo manual, largo y lento. En contextos donde ese tipo de experiencias tienden a generarse con tecnologías de mapping y realidad virtual. “Este trabajo habla de la Argentina y queríamos que se quedara acá, también porque la serie de las calaveras está dividida en distintas partes del mundo y poco exhibida. Este no es el paisaje usual de la Argentina, pero a la vez es muy argentino”, sugiere Mendanha. Cuando le contaron de esa intención a Andrés Buhar, fundador y director de Arthaus –y quien finalmente adquirió la serie–, él redobló la apuesta: les propuso itinerarla por todo el país hasta su destino final en Buenos Aires. “Los Mondongo rechazaron una importante oferta de un museo de afuera porque querían que la obra se quedara aquí. Esa convicción me convocó”, dice el coleccionista, que llamó entonces a la especialista en gestión cultural Guadalupe Requena –ex directora institucional del Malba–, para organizar una ruta con parada en distintos museos públicos de acceso gratuito del país.
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