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» Clarin
Fecha: 15/12/2025 00:58
El 2026 arranca con un pan abajo del brazo. Se está levantando la mayor cosecha de trigo de la historia. Una gran noticia para el agro, y por ende para el conjunto de la economía argentina, por el “efecto difusión” de la buena performance del campo sobre toda la sociedad. Lo bueno es que el trigo no está solo. Vayamos por partes… Hace menos de dos meses, cuando se realizó la tradicional ceremonia del remate del primer lote de trigo de la campaña, en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, los pronósticos vaticinaban una producción de 22 millones de toneladas. En la ocasión, el equipo de Estimaciones Agrícolas de la entidad presentó un informe que indicaba un aumento valor bruto primario de 4.665 millones de dólares, un 9,8% más que en la campaña anterior y récord histórico. Hasta ese momento, el clima había acompañado muy bien en todas las zonas productivas. Cuando entraron las cosechadoras, que van bajando de norte a sur, sorprendieron los niveles de rendimiento. En Salta, el Chaco y Santiago del Estero, donde el trigo se siembra con escasas expectativas, más que nada para mantener el suelo cubierto mientras se espera el momento de implantar los cultivos de verano (fundamentalmente soja). Pero llovió bien. Y a medida que las “corta y trilla” fueron bajando, se confirmaron rindes muy por encima de lo habitual. Al llegar al corazón agrícola de la pampa húmeda, en el eje Rosario-Córdoba y norte de la provincia de Buenos Aires, el aluvión fue imparable. Los rindes normales en los últimos años oscilaban en las 4 a 5 toneladas por hectárea. Este año el promedio en esa zona está arriba de las 6 toneladas, con muchos lotes que se arriman a la vara de las 10 toneladas. Falta cosechar todavía la mitad del área, incluyendo las zonas típicamente trigueras del sud de la provincia de Buenos Aires y La Pampa. Ahora la estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario apunta a las 27,7 millones de toneladas, un 20 % más que aquel pronóstico. Es decir que el valor de la cosecha triguera sumará 800 millones de dólares adicionales en exportaciones. En total los embarques de trigo generarán 3 mil millones de dólares. El segundo protagonista de la llamadas “cosecha fina” (que corresponde a los cereales de ciclo invierno-primavera) es la cebada. También viene muy bien y se espera una cosecha de 5,2 millones de toneladas, que aportarían otros 1.000 millones de dólares. Hay otros acompañantes por ahora menores: la colza, la camelina y la carinata. Son oleaginosas que tienen creciente demanda global por el fascinante desarrollo de los biocombustibles de aviación, que se elaboran a partir del aceite de estas especies. Los 4.000 millones de dólares que aportará la cosecha fina llegan en un momento clave, ya que la fuerte liquidación de divisas en el mes de octubre había generado el temor de un faltante de dólares hacia fin de año y principios del 2026. El gobierno había apelado a la suspensión transitoria de los derechos de exportación, para estimular las ventas. Así, logró anticipar el ingreso de 7.000 millones de dólares, un hecho clave porque en aquél momento no se había concretado el auxilio del gobierno de Trump. Pero muchos lo vieron como pan para hoy y hambre para mañana. La gran cosecha fina disipa esos temores. Hay un dato adicional: el gobierno se animó a reducir en un par de puntos las retenciones, en la inteligencia de que el “sacrificio fiscal” no será tal, ya que con semejante aumento de la producción se recaudará lo mismo o incluso más que en la campaña anterior. Con esta decisión, la administración Milei-Caputo disipa un inevitable frente de tormenta, ya que no iba a ser digerido fácilmente por la dirigencia ruralista que se rebajasen o eliminasen otros impuestos, postergando la reducción o eliminación de las retenciones. Ahora el foco está en el partido mayor: el de la “cosecha gruesa”. Soja, maíz en especial. Es temprano como para cantar victoria, pero todos vienen muy bien. Se ha logrado una gran siembra temprana en ambos cultivos, con un clima prácticamente perfecto. El maíz entrando en floración (el momento crítico) con los perfiles del suelo bien dotados de humedad. La soja también y los pronósticos climáticos son en general favorables. Y faltan las siembras “de segunda”, que son las que se hacen en el mismo lote después de levantar las de trigo y cebada. La actividad es febril y las redes están atiborradas de fotos y videos con los contratistas a tiempo completo. No está fácil andar por las rutas en estos días. Con los precios actuales y una producción de 50 millones de toneladas de soja y algo más de maíz, se puede esperar un ingreso de 30 mil millones de dólares solo por estos dos cultivos. A esto hay que sumar los de otras actividades de alto impacto girasol: girasol, sorgo, maní, algodón, arroz, legumbres, frutas, vinos, etc. que aportarán en conjunto unos 7 mil millones adicionales. Y las proteínas animales (carne vacuna principalmente, pero también aviar y lácteos) que merecen un recuadro aparte, traerán otros 5 mil millones. Sumando estas actividades, se puede estimar un ingreso potencial de 50 mil millones de dólares en el 2026, a pesar de que los precios agrícolas internacionales no son nada del otro mundo. La soja, por ejemplo, ronda los 400 dólares por tonelada, lejos de los 600 de hace quince años. Más allá de la contribución a la salud macroeconómica, esta buena performance del agro tiene un gigantesco impacto en todos los ámbitos de la sociedad. Se habla con cierta ligereza de “derrame”, que tiene una connotación negativa: los beneficios que llegan afuera del sector son los que surgen del “rebalse”. En realidad, lo que sucede es que en el hecho de producir, se van imbricando distintos eslabones de las cadenas productivas, y cada uno va recogiendo sus beneficios: los contratistas, los proveedores de semillas, fertilizantes, todos los insumos y servicios corriente arriba y corriente abajo. Un ejemplo de “corriente arriba”: el caso de Profértil, la mayor planta de fertilizantes nitrogenados (urea) de Sudamérica. Inaugurada hace exactamente 25 años, un gigante que apuntaba a la exportación, ya que su capacidad de producción excedía con creces la demanda interna. El insumo principal para producir urea es el gas. Pero la revolución tecnológica del agro argentino derivó en un mayor uso de urea. Es lo que explica estos rindes récord de trigo, como parte de un nuevo paquete que incluye genética, manejo, y la incursión voluptuosa de la ciencia de datos. La Inteligencia Artificial atraviesa toda la actividad. La cuestión es que Profértil despertó el interés de un gigante de las criptomonedas, Tether. Esta empresa primero compró Adecoagro, una gran empresa agroindustrial nacida en el país hace menos de dos décadas, que cotiza en Wall Street. Y ahora anuncian, en conjunto, la intención de adquirir el 100% del paquete accionario de Profértil antes de fin de año. Profértil se va a beneficiar de la abundancia de gas de Vaca Muerta. Y la urea, que antes se exportaba como tal, ahora se va envasada en granos de trigo y maíz. Valor agregado, el agro como industria. La industria verde.
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