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» Clarin
Fecha: 15/12/2025 00:52
Los brazos apoyados en las piernas, la transpiración que le cae sobre su cara y gestos que aducen el cansancio propio de un entrenamiento duro que finalizó hace pocos minutos. Es una mañana de sábado en un gimnasio del barrio porteño de Flores y el que descansa de su actividad es Franco Bonavena, nieto del icónico boxeador Oscar Natalio Bonavena, el popular Ringo, gran figura de los pesos pesado de los años sesenta. Franco, de 28 años, se dedica al boxeo desde hace dos años y de unas pocas peleas de exhibición saltó a combates amateurs y ahora se prepara para participar del evento Párense de manos 3, en el que se va a medir con Agustín Monzón, nieto del histórico campeón mundial de los medianos, Carlos Monzón. Franco tiene rasgos angulosos, cortantes, y en la mirada se percibe la seguridad y la picardía de su abuelo. Hay algo de Ringo en sus facciones, más allá de la nariz achatada por los golpes. Practicó varios deportes: fútbol, tenis, natación y rugby, este último durante doce años. Franco Bonavena y su rostro duro, anguloso. Foto: Mariana Nedelcu. El boxeo le llegó de grande por insistencia de unos primos que entrenaban en un gimnasio de Flores, cerquita de su casa. Sin ninguna pretensión más que pasar un rato familiar y seguir en línea con la práctica de una actividad, se anotó. Y lo que empezó sólo como una diversión pasatista se terminó convirtiendo en su obsesión. “Arranqué para divertirme. En ese momento estaba jugando fútbol en un torneíto con mis amigos y, como sólo era dos veces por semana, dije: ‘Me anoto en algo más para seguir entrenando’. Y me vine a boxeo porque yo estaba a diez cuadras del gimnasio. Cuando arranqué, venía con mis primos. Ellos me enseñaron a meter los primeros golpes. Al principio, yo era una especie de Robocop: no sabía moverme, caminar, nada”, dice Franco entre sonrisas. Pero su capacidad de aprendizaje fue más rápida de lo que se pensaba y sus condiciones se dejaron entrever en la primera exhibición que hizo, al punto que le aconsejaron sacar la licencia de boxeador. “En dos años hiciste lo que un pibe cualquiera tarda cinco”, le repetían sus entrenadores. “Metí dos exhibiciones antes de debutar de amateur, algo que no suele pasar. La mayoría de los pibes meten diez o quince exhibiciones y recién ahí dan el paso siguiente. Cuando empezás como amateur, siempre está el miedo a perder, a no llegar bien a la pelea, a no dar el peso o a decir: ‘Hoy falté a entrenar, me estoy fallando a mí mismo’. Igual, esto te lo digo como un ejemplo, nada más. Nunca falté al gimnasio”, aclara en tono serio y sin perder la meticulosidad con la que se toma el entrenamiento. Y agrega, casi como una definición de estilo que lo emparenta con su abuelo: “Cuando me subo arriba de un ring, quiero que haya algo de emoción”. Practicar boxeo, explica, fue su manera de buscar “autosuperación” y no una forma de responder a la presión del apellido o a la obligación de continuar el “legado” del inolvidable Ringo. El boxeador Ringo Bonavena con su hijo Natalio, papá de Franco, en sus años de plenitud deportiva. Foto: Archivo Clarín. Eso creció más en el ámbito de los medios, dice, que empezaron a construir su historia dentro de esa narrativa. En el entorno familiar, la noticia de que iba a subirse al ring fue tomada con naturalidad, si bien su mamá es un poco más reticente por el miedo a los golpes que pueda recibir. “Mi papá (Natalio) siempre fue por el lado de estimularme para que estudie, trabaje. Pero tampoco me dijo ‘estás muy grande para el boxeo’ o ‘estás haciendo una pelotudez’. A mi vieja no le gusta que pelee, pero tampoco le gustaba que jugara al rugby. Ahí sí tuve un nocaut y acá cero. En rugby me golpearon la cabeza y se me apagó la tele completamente, perdí el conocimiento por cinco horas y estuve internado dos días. Boxeando no me pasó nunca”, dice. En línea con la pretensión universitaria de su padre, las horas que no está dentro del gimnasio se las dedica a estudiar la carrera de diseño multimedial en la escuela Da Vinci, especializada en artes. Es apasionado por la creación de contenido y hasta hace poco trabajó en una empresa en la que desarrollaba este tipo de tareas. Lo hizo durante cuatro años, pero renunció para dedicarse a la construcción de su carrera pugilística. Del boxeo lo que más le gusta es la obligación de “ser cada vez mejor”. Y lo explica: “En un deporte de equipo dependés de otras personas; acá dependés de vos solo, entonces tu rendimiento en el ring tiene que ver con todo lo que hayas aprendido. Y eso me gustó muchísimo”. Reconoce que de adolescente no le interesaba el boxeo y que las peleas de su abuelo las vio más de grande, aunque no todas “porque son un montón”. Pero ahora que forma parte del mismo universo, destaca que la que más veces miró fue el legendario combate contra Muhammad Ali en el mítico Madison Square Garden. Fue hace cincuenta y cinco años, el 7 de diciembre de 1970, y tuvo el mayor pico de audiencia televisiva del país, con 79.3 puntos de rating. La actuación de Bonavena será recordada por siempre. Le peleó de igual a igual al boxeador más grande de todos los tiempos, quien recién pudo derrotarlo por nocaut técnico en el último round, el decimoquinto. “Para mí, fue un boxeador muy físico, más que un dotado técnico”, destaca Franco de su abuelo. Ahora, el turno de mantener el apellido en alto será de él, cuando el 20 de diciembre se enfrente a Agustín Monzón en la tercera edición del Párense de manos 3, el evento de boxeo informal que organiza el programa de streaming Paren la mano, que conducen Luquitas Rodríguez, Germán Beder y Alfredo Montes de Oca y que se emite por Vorterix. El influencer Agustín Monzón, caracterizado como boxeador. Foto: Archivo Clarín. Este festival, que genera mucha atracción en los jóvenes, organiza peleas con periodistas, streamers, influencers, modelos o mediáticos. Después de romper récords en la primera edición que se hizo en el Luna Park (2023) y repetir luego en el estadio de Vélez (2024), la tercera se llevará a cabo en el estadio de Huracán, el club donde se inició el abuelo de Franco; el lugar, Parque Patricios, que como dice la canción de la hinchada (“soy del barrio, del barrio de la Quema, yo soy del barrio de Ringo Bonavena”), es sinónimo del legendario púgil. Ahí peleará Franco, bajo la atenta supervisión de la estatua de Oscar, que está en la platea Miravé. “Es un sueño: estar en una cartelera con esa magnitud de llegada, pelear en la cancha de Huracán, poner mi apellido de vuelta en una cartelera importante de boxeo… Es en el barrio de mi familia. Es donde se forjó el legado”, dice. La idea de su participación arrancó como un chiste interno, cuando se topó con un video de TikTok de Agustín Monzón en el que hacía una campaña para estar en el line up del Párense de manos y a Franco se le ocurrió comentarle: “Yo te peleo”. “Nunca pensé que en base a un comentario podía nacer la idea, realmente”, explica, todavía sorprendido. “A las semanas propusieron nuestra pelea y nos convocaron. Fue todo rapidísimo. Al principio ni nos pesaron ni midieron, fue todo verbal”. Y agrega: “La idea es brillante. Teniendo en cuenta de que yo soy boxeador y él no (es influencer, hizo boxeo recreativo), Agustín está teniendo los huevos de aceptar”. -Pasaron dos años desde que arrancaste a boxear, ¿cómo analizás este presente y las cosas que te están pasando? -Todo lo que siento, lo siento después. Durante el momento me concentro en que tengo que hacer las cosas bien y que no puedo perder. Esa es mi postura. No puedo perder porque soy Bonavena. No me interesa lo que piensen los demás, es por mí. Después, internamente, me pasa que no sólo es porque soy Bonavena, sino por el esfuerzo que vengo haciendo. Esto no es un juego, me lo tomo muy en serio, como todo en la vida. Hace dos años vengo entrenando todos los días doble turno, cuidándome con las comidas y demás. A pesar de haber renunciado a su trabajo de oficina, reconoce que trabaja más que antes y que sus días empiezan muy temprano y terminan muy tarde. Cuenta que en un día le tocó grabar tres publicidades y que está terminando su documental en donde narra su camino al Párense de manos. Ya subió cuatro episodios a YouTube y el último será la pelea del 20 de diciembre. En rugby me golpearon la cabeza y se me apagó la tele completamente, perdí el conocimiento por cinco horas y estuve internado dos días. Boxeando no me pasó nunca. Franco Bonavena Boxeador “Mi idea es seguir con YouTube. Y hacer una serie recorriendo gimnasios de Estados Unidos y guantear. También me gustaría ir al Mustang Ranch, en donde mataron a mi abuelo y documentarlo. El año que viene voy a trabajar para hacer esa serie.” A Ringo lo asesinaron el 22 de mayo de 1976 en Nevada, Estados Unidos. El año que viene se cumplen 50 años del trágico y confuso episodio. El boxeador de Parque Patricios había llegado a tierras americanas tras un contrato de representatividad que había firmado con la promesa de una revancha contra Ali, pero lo cierto es que quedó bajo el imperio del mafioso Joe Conforte, quien manejaba el Mustang Ranch, un burdel disfrazado de casino que buscaba, sin conseguirlo, tener el glamour de Las Vegas. Ringo sólo tuvo una pelea y fue contra Billy Joiner, a quien le ganó por puntos. Las cosas no salieron bien. Él tuvo una relación cercana y conflictiva con Sally, la esposa de Joe. Y en un momento entraron al trailer donde vivía y le quemaron el pasaporte. Estafado y hastiado de ver cómo se burlaban de su credibilidad, Ringo quiso volver a Buenos Aires. Aquella noche del 22 de mayo, el argentino fue al Mustang Ranch y no lo dejaron entrar. William Ross Brymer, guardaespaldas de Conforte, lo mató de un balazo con una escopeta Remington. Al revivir la historia, Franco se remite a lo que le contaron y leyó, y solo comenta que a su abuelo le pasó lo que le pasó “porque se metió donde no tenía que meterse”. Se queda en silencio, se acomoda en la silla, inquieto, y sin más detalles, desvía la mirada hacia el cuadrilátero que está en el gimnasio, que permanece supervisado por el mural de su abuelo que está pintado en una de las paredes. -¿Cuál es tu sueño? -Mi sueño es que estas carteleras donde aparece el apellido Bonavena no se terminen. Que sigan en Estados Unidos, España, México, Chile. Me gusta ver dónde me lleva el camino. Mirá también Mirá también Peleando por un sueño en una disco: el rebusque de luchadores amateurs que buscan cambiar de vida
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