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» Diario Cordoba
Fecha: 14/12/2025 04:24
La alarma pública que ha generado el reciente brote de peste porcina africana (PPA), como el ocurrido en Cataluña, ha consolidado esta enfermedad animal como una de las más relevantes de este siglo por su enorme impacto económico y compleja epidemiología. Desde la perspectiva, distinguir los riesgos reales para la salud humana y los estrictamente veterinarios y económicos, es un ejemplo de cómo un virus puede ser devastador para la industria cárnica sin representar amenaza para las personas, según fuentes científicas. El virus de la PPA pertenece a la familia Asfarviridae y es un ADN virus que afecta exclusivamente a los suidos, es decir, al cerdo doméstico, los jabalíes y especies salvajes como los facóqueros africanos. La infección produce fiebre hemorrágica y alta mortalidad. Se transmite por contacto, ingestión o por garrapatas. El virus es endémico en África, desde donde se propagó hasta la Península Ibérica, permaneciendo endémico durante 30 años y finalmente fue erradicado hasta este brote. No infecta a humanos, porque necesita un tropismo específico, precisando de los suidos para replicarse. La PPA no es un problema de salud pública, no es zoonótica, sino una enfermedad estrictamente veterinaria y económicamente devastadora para la industria. La gravedad de la PPA radica en su altísima letalidad en cerdos domésticos, cercana al 100%, y en su capacidad para persistir en el ambiente y en productos animales. El virus puede sobrevivir durante semanas o meses en carne refrigerada, congelada o curada, lo que convierte a los productos porcinos sin tratamiento térmico en posibles vehículos de transmisión entre granjas o regiones. La ausencia de una vacuna eficaz, y su difícil control, explica por qué los países imponen prohibiciones estrictas de importación desde zonas afectadas: no para proteger a las personas, sino para evitar la propagación del patógeno a la ganadería nacional. El pilar de la medicina preventiva es el manejo seguro de la carne. Cuando procede de áreas oficialmente libres de PPA y se acompaña de una trazabilidad documentada, la carne no constituye una vía de transmisión. Además, los tratamientos térmicos industriales, como cocción prolongada o esterilización enlatada, inactivan completamente el virus. El transporte en la cadena de distribución alimentaria añade bioseguridad si se siguen los protocolos de envasado, limpieza y desinfección de superficies, incluso las ruedas de los vehículos y calzado de los intervinientes con métodos de descontaminación. La importancia de la genómica para rastrear orígenes y patrones de diseminación ha sido crucial para la identificación de un genotipo inusual, como el ‘grupo 29’ hallado en Cataluña. Ha generado hipótesis sobre su posible procedencia, incluyendo la posibilidad de una fuga accidental de un laboratorio que trabajaba con variantes de referencia. El virus hallado en Barcelona no encaja en los genotipos habituales, por lo que se denominó de forma arbitraria ‘grupo 29’, como variante inusual en Europa. De ahí la sospecha de virus de laboratorio. Este recelo debe estar sujeto a los datos auditados. La capacidad para contener el brote pone a prueba los sistemas de sanidad animal, que deben responder con rapidez, rigor y transparencia. La PPA, aunque no sea una amenaza para las personas, sí lo es para la industria que alimenta a millones de personas y que sostiene economías enteras. Su control es una responsabilidad compartida entre científicos, administraciones, productores y ciudadanía. *Médico
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