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» Diario Cordoba
Fecha: 14/12/2025 03:59
Vuelvo a Nueva Carteya veintisiete años después. Próximo a mi jubilación regreso al lugar donde comencé mi trabajo como profesor de instituto, concretamente en el IES Cumbres Altas. En aquel curso 98/99 organicé una ruta de senderismo para el AMPA con el objetivo de recorrer el Monte Horquera y visitar sus recintos fortificados. En agradecimiento, me regalaron una placa que ocupa su espacio en la estantería del despacho de mi casa de Trassierra. Cerca, en las escaleras, está colgado un gran cuadro del Mapa Geográfico del Reyno y Obispado de Córdoba (año 1797) de Tomás López. Echando un vistazo al plano destaca, en la parte sur de la provincia, una gran mancha de vegetación. Está situada entre Montilla, Castro del Río, Baena, Doña Mencía y Monturque, y recibe el nombre de Monte Horquera, evidenciando la gran importancia que tenía por entonces este mítico monte, algunos años antes de que el clérigo Diego Carro Díaz fundara la población de Nueva Carteya en una zona junto al arroyo Carchena donde se localizaban abundantes restos arqueológicos, allá por el año de 1822. Pero no vuelvo por nostalgia o para recordar tiempos pasados, en realidad lo hago siguiendo los pasos del poeta baenense Miguel Colodrero de Villalobos, intentando averiguar lo que queda de aquellos paisajes que inspiraron la creación literaria de este vate tan pegado a su tierra. Recorrer estas lomas es ahora mucho más fácil, porque, con el nombre de «Sendero recintos fortificados», el Ayuntamiento de Nueva Carteya y la Junta de Andalucía han señalizado una ruta de 18,2 kilómetros por estos parajes. En este lomo gigantesco del Monte Horquera destacan por su altitud tres puntos, dos de ellos vértices geodésicos: en el extremo oriental Cumbres (766 metros), en el centro Plaza de Armas (755 metros) y a poniente, el más elevado de todos, Torre del Puerto (803 metros). Me dispongo a recorrer sus viejos caminos de cumbre en cumbre, coronadas muchas de ellas por misteriosos recintos ciclópeos, que según Juan Bernier, constituían una verdadera «línea Maginot» de fortificaciones ibéricas, confirmando que los pueblos antiguos tenían como primera necesidad de su existencia la altura. Es evidente que no se fiaban unos de otros y no podían dejarse sorprender por cautelosos ataques de guerreros infiltrados a través de las enormes masas de vegetación que llenaban estas tierras. Comienzo mi ruta en el extremo occidental del pueblo, por un camino entre olivos que transcurre paralelo al arroyo Carchena, que se descubre como un exiguo arroyuelo rodeado de pequeñas huertas que a tramos se envuelve de olmos y álamos. Sin embargo, en el siglo XVII, al menos a los ojos de Colodrero de Villalobos, este curso de agua se mostraba más copioso: «Rápido Carchena baja, / cubriendo apenas en él, / soberbio por caudaloso, / hinchado por montañez / ya sin límites de arroyo / monstro christalino es». Al llegar al camino de Los Garbanceros, cambio de dirección, y continúo en dirección oeste, en una subida continua hasta llegar a un collado que deja a la derecha el cerro de las Cuevas de Sequeira, lugar donde pudo ubicarse Soricaria, población citada en un par de ocasiones en el Bellum Hispaniense. Continúa la ruta señalizada rodeando por el oeste el cerro de Los Hormigos, pero llega un momento que la abandono para ascender hasta la Torre del Puerto, vértice geodésico instalado sobre los restos de una torre de forma cilíndrica, que perteneció al Señorío de la casa de Aguilar-Priego. Desde esta magnífica atalaya continúo por toda la cuerda del Monte Horquera hasta llegar al cerro de Plaza de Armas, nombre evocador de fortaleza o castillo, asiento de un magnífico recinto íbero desde el que partía un acueducto que llegaba hasta la ciudad de Ucubi (actual Espejo). Desciendo, de vuelta a Nueva Carteya, pasando por la ermita de San Pedro; pero antes, tomando un corto desvío me acerco a conocer el recinto amurallado de Las Neverías, otro asentamiento protohistórico con continuidad en época romana. Miguel Colodrero nos retrata en su poesía el estado de abandono que mostraban estas imponentes ruinas que se extienden por las cotas más elevadas del monte Horquera, versos que tanto podrían valer para los despojos de torre del Puerto, Plaza de Armas, Las Neverías o El Higuerón: «Mira esos pechos donde el tiempo esquivo / más edificios allanó de encinas / cubren las faldas de este cerro altivo; / completa espacioso sus ruinas / y verás que te dice cada piedra / que vivo polvo de fenecer caminas. / ¿No adviertes que medrada está la yedra / amortajando cuerpos derribados?... Esta verdad, aquellos torreones / te persuaden mudos y mudados». Estos versos nos hablan de cuerpos caídos y amortajados por frondosas yedras; de edificios allanados, más numerosos que las encinas que le daban sombra; torreones mudados de su altiva y pasada grandeza que, silenciosos, recuerdan lo efímero de las glorias humanas.
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