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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/12/2025 04:44
La historia de Franco y su abuela María Esther, las canciones como gesto de amor El video en el que Franco Rizzaro canta “Canción de Tomar El Té” de María Elena Walsh a su abuela, María Esther Micelotta, en el día en que ella habría cumplido 98 años, se transformó en un fenómeno viral en redes sociales. La publicación superó los 24 mil corazones en Instagram y alcanzó a más de 422 mil cuentas, convirtiéndose en un homenaje público al vínculo entre abuela y nieto, y en un símbolo generacional que resonó en miles de usuarios. La memoria musical de María Esther se convirtió en el hilo que sostuvo la despedida. “Hoy cumpliría 98 años mi abuela María Esther, y siempre es un hermoso momento para recordarla. Donde sea que estés, te amo y te extraño abuela. Yo te sigo cantando”, escribió Franco al compartir el video. La repercusión fue inmediata: miles de personas reaccionaron y comentaron, compartiendo sus propias historias y emociones. “Cada vez que subo un video pasa lo mismo. Es una locura y me encanta. Se nota el amor que transmite y me enorgullece, por ella y por todos”, dijo Franco sobre la viralidad de sus publicaciones. El vínculo entre Franco y su abuela sigue latiendo en la canción que compartieron desde la infancia. El vínculo entre Franco y su abuela se formó desde la infancia y estuvo marcado por la música, los cuentos y la complicidad cotidiana. Él recuerda que cada vez que la visitaba le cantaba la misma canción, una rutina que se mantuvo incluso cuando, tras un golpe fuerte en la cadera y otro en la cabeza, ella comenzó a perder la memoria. Con el tiempo, los olvidos se profundizaron y llegó a no reconocer a varios integrantes de la familia, aunque mantenía presente a los hijos. Aun así, cuando Franco llegaba y empezaba a cantar, ella recuperaba la letra completa, como ocurre en el video que se volvió viral. “Ese era un momento supertierno y superlindo, y yo disfrutaba mucho de eso”, dice Franco. El recuerdo de esos encuentros musicales sigue intacto. Franco habla de instantes que parecían frágiles y, al mismo tiempo, luminosos: la abuela ya no retenía nombres ni fechas, pero la canción abría una ventana a algo que permanecía. María Esther dedicó cuatro décadas a la docencia y dejó una huella que aún perdura en su comunidad. Ese pequeño ritual —sentarse a su lado, entonar la melodía, esperar el gesto mínimo que anunciaba que la reconocía— se volvió un refugio en los últimos años de su vida. Franco dice que no siente tristeza, sino una especie de serenidad: pudo acompañarla, estar cerca, sostener ese tramo final que duró casi dos años. Extraña su presencia, pero entiende que el cierre llegó cuando tenía que llegar. Y en esa aceptación, la música funciona como una manera de seguir compartiendo algo con ella, aun después de los 97 años que marcaron su despedida. El lazo entre abuelos y nietos suele tener un espesor difícil de nombrar: una mezcla de tiempo lento, refugio y pequeñas enseñanzas que quedan grabadas para siempre. En ese territorio, los abuelos transmiten valores, modos de mirar el mundo y recuerdos que se vuelven brújulas. Los nietos, a su vez, les devuelven una energía nueva, una razón para seguir atentos a la vida. En la historia de Franco y María Esther ese intercambio aparece también en una copla que ella solía recitarle: “Si el cielo fuera un papel / y el mar fuera un tintero / no alcanzaría a decirte / lo mucho que yo te quiero”, un gesto que hoy se transforma en un tesoro eterno. Como docente y narradora, María Esther construyó un universo propio que acompañó a varias generaciones. María Esther Micelotta fue durante cuatro décadas docente de Literatura en la escuela 31 de Béccar y formó parte de “Las Abuelas de Cuentos” de San Isidro. Su casa, en Las Lomas donde vivió siempre, funcionó como un punto de reunión que sostuvo a la familia durante años. Franco recuerda ese lugar como un territorio fundacional: las noches en que se quedaba a dormir, los desayunos recién hechos, el saludo al sol antes de empezar el día, los cuentos que ella repetía como un rito doméstico. Entre esos recuerdos aparece también la canción que él volvió a cantar en el video viral, una pieza de María Elena Walsh que ella misma le había mostrado cuando era chico. Para él, esa música resume la ternura de una relación que marcó su infancia y que aún hoy lo acompaña. La historia de Franco y su abuela recordó que, a veces, un gesto simple puede contener una vida entera. “Ya estar cantándole una canción que ella me enseñó cuando era chico es como un ida y vuelta de la vida precioso”, dice. La elección de “Canción de Tomar El Té” tenía un sentido profundo. La obra de Walsh, tan arraigada en la infancia argentina, funcionó para Franco como un puente entre el niño que fue y el adulto que acompañó a su abuela en sus últimos años. Él siente que cantar aquella melodía que ella misma le enseñó cuando era chico cerraba un círculo: primero fue ella quien lo cuidó y le abrió un mundo de historias y canciones; después le tocó a él estar a su lado, desde su manera de ser músico y actor, sosteniéndola con ese mismo afecto que había recibido. Para Franco, ese gesto simple condensó una vuelta completa de la vida. La canción que ella le enseñó de niño se convirtió en la forma de acompañarla en su tramo final. El final estuvo marcado por la música y por una memoria que la familia sostuvo incluso en los días más difíciles. Él entendió que, cuando alguien se va, queda alojado en gestos mínimos: una forma de hablar, un hábito, una sensibilidad que se transmite casi sin proponérselo. De María Esther conserva eso, un caudal de afecto que persiste y que seguirá acompañándolo. Con el paso de los días, el video dejó de ser solo una publicación viral para convertirse en un homenaje compartido. En esa escena íntima muchos encontraron algo propio. Franco siente que al compartirlo no solo celebra la memoria de María Esther, sino también la permanencia de un vínculo que sigue vibrando en otros. Franco Rizzaro consolidó en pocos años una trayectoria que combina actuación y música dentro de la escena joven argentina. Nacido en 1999, Franco Rizzaro construye desde 2018 una trayectoria que entrecruza música y actuación. Participó en telenovelas como 100 días para enamorarse y Pequeña Victoria, en series como Días de Gallos de HBO Max, y en películas como Temas Propios y Cómo mueren las reinas. Desde 2023 integra el sello Sony Music Argentina y, con 26 años, se afianza como una de las voces emergentes de la escena pop, con una sensibilidad que también dialoga con la historia que lo formó.
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