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  • Gobernar la inteligencia artificial: la autoría en crisis y la responsabilidad que no podemos delegar

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/12/2025 06:54

    La IA no generó la mediocridad, simplemente la hizo visible (Imagen ilustrativa Infobae) Uno de los argumentos más difundidos en favor del uso en todos los ámbitos de la inteligencia artificial es su aparente capacidad para reducir tiempos. El discurso dominante sostiene que la herramienta permite redactar más rápido, producir más contenido y resolver tareas complejas en minutos. Sin embargo, esa ecuación de eficiencia puede ser, en muchos casos, ilusoria. Más allá de sus capacidades técnicas, la inteligencia artificial ha generado un fenómeno menos evidente y, a la vez, más revelador: se ha convertido en un espejo que amplifica virtudes y defectos, que deja al descubierto tendencias humanas que antes podían ocultarse bajo prestigios personales o institucionales. En los últimos meses, se hicieron públicos episodios en los que obras firmadas por figuras de prestigio institucional contenían citas inexistentes, referencias falsas y afirmaciones atribuidas a autores que jamás las habían formulado. En este escenario, resulta fácil atribuir la responsabilidad a la IA, ya que esta genera alucinaciones, pero el problema es mucho más profundo. La tecnología expone cruelmente un modo de producción intelectual que se acostumbró a la delegación excesiva y a la revisión deficiente, confiando en que la forma puede reemplazar al contenido. La fascinación contemporánea por la IA, mezcla de esperanza, temor, delegación y fe, pone en evidencia la falta de integridad del trabajo intelectual humano. La reciente denuncia pública e institucional al presidente del Tribunal Fiscal de la Nación, derivada de un libro con citas inexistentes, no habla de un error tecnológico; revela la ausencia de mecanismos de control y verificación por parte de quien debió ejercer ese rol. La herramienta puede haber intervenido en el proceso, pero el problema, el verdadero problema, es humano: no se revisó, no se contrastó, no se ejerció la responsabilidad intelectual que se presume en cualquier obra. Surge entonces un nuevo tipo de autor, una figura irónica pero reconocible, que encuentra en la IA una creatividad ajena, un ingenio prestado, casi una identidad literaria que no le pertenece. Son, en cierto sentido, los Salieris de la IA, que dependen del brillo ajeno para suplir la falta de voz propia. No hay mérito en la elocuencia si no está sostenida por una intención consciente, un criterio propio y una comprensión real del contenido que se firma. La IA no generó la mediocridad, simplemente la hizo visible. Sin embargo, no todo termina aquí, estamos siendo testigos de un fenómeno cultural más profundo, una fascinación casi religiosa, un oráculo moderno que se invoca no solo en la producción escrita, sino también en espacios públicos donde algunos parecen ofrecer verdaderos testimonios de fe tecnológica. Conferencias y presentaciones que celebran, con un entusiasmo casi litúrgico, la velocidad con la que la inteligencia artificial permite hacer en minutos lo que antes llevaba horas. Se repiten como mantras el ahorro de tiempo y la inmediatez, hasta el punto que solo queda por escuchar un Gloria a la IA. Frente a esta dinámica, la solución no es demonizar la inteligencia artificial ni prohibir su uso. Nadie propone renunciar a sus beneficios, que son evidentes, el desafío consiste en gobernarla, es decir, establecer marcos claros, criterios éticos, estándares de verificabilidad y una cultura de responsabilidad autoral. Gobernar la IA implica exigir control humano significativo, revalorizar el juicio crítico, el rigor académico, la revisión entre pares y la integridad intelectual. La IA seguirá evolucionando, pero el problema central no está en la tecnología, sino en la responsabilidad de quienes la utilizan. Y ahí surge la verdadera pregunta de esta época: ¿hasta dónde estamos dispuestos a renunciar sin perder la dignidad del pensamiento, la integridad de la autoría y aquello que ninguna inteligencia no biológica puede reemplazar: la humanidad?

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