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  • El retorno de C. G. Jung: claves para comprender la incertidumbre del presente

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/12/2025 06:43

    El retorno de C. G. Jung: claves para comprender un tiempo marcado por la incertidumbre (Crédito: Bettmann Archive) Hablar de la vigencia de Jung hoy significa reconocer que su obra ofrece claves esenciales para comprender un tiempo profundamente marcado por la incertidumbre, la aceleración y la sensación de que los marcos culturales heredados ya no alcanzan para interpretar lo que nos sucede. Jung sigue siendo actual porque supo describir con lucidez lo que ocurre cuando las formas racionales y tecnificadas que sostienen a una civilización comienzan a agrietarse. En lugar de explicar este malestar únicamente en términos sociales o económicos, lo situó también en una dimensión simbólica e interior: cuando una cultura deja de relacionarse con sus imágenes, con su sombra y con los arquetipos, experimenta una pérdida de sentido que acaba reflejándose en todos sus niveles. Por eso, sus ideas sobre la sombra, los arquetipos, la importancia de lo inconsciente y la necesidad de un diálogo honesto con las realidades interiores de la psique adquieren hoy una relevancia renovada en un mundo que asiste al retorno de lo simbólico bajo formas inesperadas. Frente a un escenario global que oscila entre la saturación tecnológica, el puritanismo constante y la sensación de vacío existencial, Jung nos propone recuperar la imaginación como vía de conocimiento: una herramienta que no se limita a producir ficciones, sino que permite orientarnos cuando los sistemas tecnificados dejan de ofrecer respuestas convincentes. En este sentido, Jung no es solo un psiquiatra influyente, sino un pensador que cuestiona la hegemonía de lo meramente racional de la historia de Occidente y reivindica la importancia del símbolo como dimensión constitutiva de la experiencia humana. En un mundo donde proliferan aparentemente los discursos sobre la salud mental, la ansiedad contemporánea y el desarraigo, su obra invita a mirar más hondo y preguntarse qué narrativas, qué imágenes y qué rituales necesita nuestra época para recomponer su vínculo con lo Real. En la cultura contemporánea siguen vivos muchos elementos que Jung identificó hace más de un siglo, aunque adoptan formas nuevas y muchas veces fragmentarias. La presencia constante de narrativas arquetipales e imaginales en el cine, las series, los videojuegos y la literatura de género muestra que la sociedad continúa elaborando, a través de aparentes ficciones compartidas, nuestros miedos, deseos y tensiones más profundas. Los mundos fantásticos que consumimos masivamente funcionan como laboratorios míticos donde se ensayan figuras de crisis y de transformación. El héroe que debe atravesar su propia crisis para renacer —como analizó Joseph Campbell, siguiendo huellas cercanas a las junguianas— reaparece sin cesar. Las fuerzas que amenazan con destruirlo todo, los viajes iniciáticos, los paisajes interiores convertidos en escenarios épicos y las figuras que encarnan lo “otro-que-humano” son expresiones modernas de arquetipos ancestrales que no han perdido su poder configurador. Jung fue un médico psiquiatra, psicólogo, ensayista suizo y una figura clave en los inicios del psicoanálisis Pero no solo en la ficción se manifiestan estas fuerzas. También persiste un deseo profundo de espiritualidad, aunque muchas veces desligado de las instituciones religiosas tradicionales, marchitas e ideologizadas. Ese deseo se traduce en la búsqueda de prácticas de interioridad —meditación, terapias simbólicas, exploraciones oníricas, rituales reinterpretados— y en un renovado interés por tradiciones antiguas que ofrecen un mapa simbólico más rico que el que proporciona el pensamiento tecnocrático. Estas tendencias, lejos de ser simples modas, revelan un desplazamiento cultural significativo: lo reprimido por la modernidad —lo mítico, lo sagrado, lo imaginal— continúa actuando, y lo hace precisamente allí donde menos lo esperábamos. La cultura popular se convierte, entonces, en un repositorio de imágenes arquetipales que hablan de crisis, mutaciones —como las del I Ching— y búsquedas de sentido, aunque a veces lo hagan de forma caótica o fragmentada. Jung ayuda a comprender por qué estas formas regresan y por qué lo simbólico vuelve a convertirse en un recurso imprescindible para afrontar la catástrofe existencial y la incertidumbre contemporánea. Su pensamiento permite leer las tensiones de nuestro tiempo no solo como problemas sociopolíticos mediados por condiciones materiales, sino también como síntomas de un desequilibrio profundo entre nuestras imágenes interiores y el modo en que organizamos la vida colectiva. En un mundo dominado por la inmediatez, la hiperrealidad, la hiperexposición y el algoritmo, Jung recuerda la necesidad de cultivar espacios de silencio, imaginación y escucha. Allí donde el ruido mediático nos empuja a la distracción constante, él nos invita a volver hacia la frágil interioridad como un territorio donde siguen actuando fuerzas que no pueden reducirse a algoritmos, estadísticas o diagnósticos clínicos de normalidad. Entre los elementos que hoy reaparecen con fuerza, la sombra ocupa un lugar central. La cultura contemporánea se ve atravesada por manifestaciones colectivas de la sombra: polarización, proyecciones masivas, demonización del otro, fascinación por narrativas de destrucción o colapso. Jung adelantó que, cuando una sociedad se desentiende de sus contenidos oscuros, estos no desaparecen sino regresan de manera distorsionada y cargada de violencia. De ahí la importancia de asumir que la sombra no es un enemigo externo, sino parte constitutiva de la psique. Reconocerla —tanto a nivel individual como colectivo— es un primer paso para evitar que se proyecte de forma destructiva sobre el mundo. Carl Gustav Jung nació el 26 de julio de 1875 en Kesswil, Suiza, y murió el 6 de junio de 1961 en Küsnacht, mismo país Del mismo modo, el retorno de lo imaginal y lo simbólico adquiere una relevancia particular. Las imágenes interiores no son meras fantasías subjetivas o ficciones patológicas; poseen una densidad propia y pueden orientar procesos de transformación real al ser humano. En una época en la que la imaginación suele ser relegada a un plano decorativo, Jung plantea que esas imágenes del intermundo que vivimos en soñando o en una experiencia visionaria pueden revelarnos posibilidades de sentido inaccesibles desde la sola racionalidad. Este reconocimiento de la imaginación como órgano de conocimiento invita a reconsiderar su papel en la vida moderna. La imaginación activa, tal como la entendía Jung, permite dialogar con las figuras que emergen en lo inconsciente, explorar los mundos intermedios donde se gestan las transformaciones psíquicas y reconocer aquello que nos reclama desde el interior. Y es que la búsqueda de totalidad, tan característica del pensamiento junguiano, reaparece hoy como una necesidad urgente. En un mundo devastado por el Antropoceno, atravesado por crisis ecológicas, tecnológicas y espirituales, la idea de totalidad que Jung propone no se refiere a una síntesis forzada, sino a un modo de habitar la complejidad sin negar las tensiones que nos constituyen como en el viejo arte de la alquimia. Jung nos recuerda que integrar lo reprimido, lo desconocido y lo simbólico no es un lujo psicológico, sino una tarea imprescindible para evitar que la catástrofe interior se proyecte sobre el mundo exterior. No es tiempo de lamento ni lloros, no hay que situarle en un catafalco y darlo todo por perdido. Su pensamiento ofrece un marco para comprender por qué la imaginación, lo mítico y lo sagrado vuelven a ocupar un lugar central en la cultura contemporánea. Y, sobre todo, por qué prestar atención a estos elementos puede convertirse en una oportunidad para comprender el potencial y la vocación que se despliega en un ser humano que se conoce a sí-mismo y se atreve a asumir la profundidad y la trascendencia de su vida.7 *La conferencia magistral Aniversario de los 150 años del nacimiento de C. G. Jung se realiza el miércoles 10 de diciembre a las 19 en la sede de Malba, con la participación de María Magdalena Demaría, Alejandro Marshall, Antonio de Diego González, Leandro Pinkler y Bernardo Nante. Organiza la editorial de El hilo de Ariadna.

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