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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/12/2025 04:33
Ada murió a los 36 años, la misma edad a la que falleció su padre: pidió que la enterraran junto a él Eran los años victorianos en el Reino Unido. Años en los que allí y en el resto del mundo, la vida de las mujeres, incluso las de las mujeres de las familias aristocráticas, no se caracterizaba por el acceso a la educación superior. Sobre todo si esa formación era en el ámbito científico. Pero aunque eran esos años, hubo mujeres que desafiaron a su época. Y una de ellas fue Ada Lovelace, una joven de una familia londinense acomodada que creció en medio del abandono de su padre y de los miedos de su madre, y que se convertiría nada menos que la primera programadora que tuvo el mundo. Ada nació hace exactamente 210 años en la capital británica, y su nombre al nacer fue Augusta Ada Byron. Era la única hija reconocida de Lord Byron, que para ese entonces ya era un famosísimo poeta en los círculos intelectuales de Europa, y de Anne Isabella Milbanke. Su madre era parte de una familia de alcurnia y dedicaba su vida a la matemática, algo poco frecuente para una mujer de esos años. El mismísimo Byron apodaba “Princesa de los Paralelogramos” a su esposa, de quien se separó apenas un mes después de que naciera Ada. El poeta abandonó Inglaterra cuatro meses después de irse del hogar familiar y no volvió nunca más. Byron moriría en Grecia cuando Ada tenía apenas ocho años: no había vuelto a verla. Lord Byron se fue de Inglaterra cuando Ada tenía cinco meses. Él ya era un prestigiosísimo poeta (Foto: Wikipedia) A medida que su hija crecía, Anne Milbanke se preocupaba cada vez más por la posibilidad de que Ada heredara la inestabilidad emocional de su padre, eso que llamaba “la locura poética” de Byron. Para evitar ese destino a toda costa, Milbanke previó una educación distinta de lo habitual para su hija. La matemática, la lógica y las ciencias en general se convirtieron en la columna vertebral de los conocimientos a los que accedía Ada. Anne estaba segura de que se trataba de disciplinas que ahuyentarían cualquier inclinación artística y, sobre todo, romántica que pudiera venir de Lord Byron. La salud de Ada, frágil para una niña de sus condiciones económicas, impactó directamente en su formación. El brote de sarampión a sus 14 años paralizó sus piernas durante casi un año y usó ese tiempo para estudiar obsesivamente los temas que más la atraían. Para ese entonces, Ada llevaba al menos dos años estudiando principios básicos de ingeniería y la anatomía de las aves con el objetivo de construir una máquina voladora a vapor, un proyecto que después plasmaría en su libro Flyology (Vuelología). Para impulsar la educación matemática y científica de su hija, Anne contrató a tutores renombrados de la época, como William King, William Frend y Mary Somerville, una prestigiosa matemática y astrónoma escocesa que se convirtió en mentora y amiga de Ada. Uno de los diagramas en los que Ada "programó" el algoritmo para trabajar la serie de Números de Bernoulli en una máquina Cuando Ada tenía 17 años, fue justamente Somerville quien le presentó a Charles Babbage, el matemático e inventor que cambiaría su destino. Era 1833 y Babbage ya había ganado fama en el mundo científico por su proyecto de la “Máquina Diferencial”. Babbage quedó cautivado por todo lo que esa joven ya sabía y por la velocidad a la que aprendía. La llamó “La Encantadora de los Números” y se hicieron amigos, lazo que los uniría hasta el final de sus vidas y que implicaría una colaboración intelectual constante en la que aprendían el uno del otro. Ada se casó en 1835 con William King, que había sido su tutor y que enseguida iba a convertirse en conde de Lovelace. Ella recibiría el título de condesa y juntos tendrían tres hijos: Byron -nombre que recuperaba el apellido de su padre-, Anne Isabella -en honor a su madre- y Ralph Gordon. Ni las exigencias victorianas de etiqueta hacia las mujeres, ni la triple maternidad detuvieron la vida científica de Ada. En 1839 volvió a volcarse de lleno al estudio de la matemática. Su tutor de entonces, Augustus De Morgan, sostuvo que la capacidad de su discípula era digna de “una investigadora matemática de primer nivel mundial”. Hacia 1842, aún sin saberlo, Ada se acercaba a la cumbre de su potente carrera. Charles Gabbage había diseñado una evolución de su proyecto anterior, la Máquina Analítica: se la consideró el antecedente teórico de las computadoras modernas. La Máquina Analítica proyectada por Babbage y mejorada por Ada Lovelace Un ingeniero italiano especializado en matemática, Luigi Menabrea, escribió en un artículo en francés describiendo el invento de Babbage tras escucharlo en una conferencia en Turín. Después de eso, Babbage le encargó a Ada que tradujera el artículo al inglés. Ada fue por más: no sólo tradujo el artículo que tan minuciosamente describía la máquina, sino que además sumó siete notas explicativas basadas en su profundo conocimiento del dispositivo proyectado por Babbage. Las siete notas se identificaron con letras, de la “A” a la “G”. Cuando terminó su trabajo, las notas explicativas eran tres veces más largas que el texto original, mucho más completas. La “Nota G” fue la que torció la carrera de Ada y la que, además, pasó a la historia. Allí, Lovelace describió con enorme detalle y paso a paso el método para que la Máquina Analítica calculara una secuencia numérica ya existente, los Números de Bernoulli. Ese paso a paso sería nada menos que un algoritmo reconocido hasta hoy como el primer programa informático publicado de la historia. La Máquina Analítica no llegó a construirse durante la vida de Ada, pero se comprobó que su código era teóricamente intachable. Muchos años más tarde, ese código sería puesto a prueba en computadoras con resultados exitosos que no sorprendieron a la comunidad científica, que ya había reconocido a Lovelace como una inspiración. Aquella traducción, aquellas notas explicativas y, sobre todo, esa “Nota G” demostraron algo que distinguía a Ada de otros científicos de su época. Lovelace podía pensar la matemática más allá de la aritmética y, según ella misma describía, se apoyaba no sólo en sus estrictos conocimientos científicos sino también en su intución y su imaginación para desarrollar sus postulados. Ada creció en la era victoriana: no eran años en los que las mujeres se dedicaban a la ciencia Definía esa forma de trabajar como “ciencia poética”, una mirada que se oponía de raíz a todo lo que su madre había querido para Ada. Y que la acercaba a ese padre con el que había convivido nada más que su primer mes de vida y al que no había vuelto a ver. Babbage consideraba que su máquina era una calculadora de avanzada, pero Ada fue por más: consideró que si la máquina podía trabajar con números, esos números podrían representar otros símbolos (letras o notas musicales por ejemplo) y procesar información más allá de lo estrictamente numérico. “Supongamos que las relaciones fundamentales entre los sonidos fueran susceptibles de tales expresiones y adaptaciones: la máquina podría componer piezas musicales todo lo largas y complejas que quisiera”, escribió Ada en su célebre “Nota G”. En esa nota, y en esa cita, Ada prácticamente definió la informática moderna: describió el pasaje de una calculadora a una computadora general. En sus escritos, la científica advirtió que el aparato no tendría como objetivo “originar” nada por sus propios medios, sino que su “inteligencia” sería para gestionar las instrucciones recibidas por seres humanos. Se trata de una advertencia de enorme vigencia ahora mismo, en plena revolución de la Inteligencia Artificial. La vida de Ada se convirtió en una tragedia estrepitosamente. A fines de la década de 1840 empezó a apostar en carreras de caballos de forma cada vez más problemática. Junto a un grupo de amigos matemáticos, intentó desarrollar un modelo para predecir cuáles serían los caballos ganadores: querían hacer saltar la banca. Pero el intento de los apostadores fracasó gravemente y se endeudó por miles de libras, una suma millonaria para su época. El trabajo de Ada Lovelace ayudó a pensar, a mediados del siglo XX, en el desarrollo de computadoras cada vez más modernas Un cáncer de útero deterioró su salud muy gravemente en medio de la debacle causada por la adicción al juego. Pasó sus últimos meses bajo un sufrimiento físico inaguantable y murió el 27 de noviembre de 1856. Tenía 36 años, la misma edad a la que había muerto su padre. Pidió que la enterraran exactamente al lado de ese padre del que no se acordaba en la iglesia de Santa María Magdalena, en Hucknall, cerca de Nottingham. Esa distancia que su madre había intentado crear entre Ada y Lord Byron luego de que él las abandonara se extinguió en la decisión final de esa hija que quiso volver a acercarse. Durante prácticamente un siglo el trabajo de Ada cayó en el olvido. Pero hacia 1950, y en medio de investigaciones en el mundo de la matemática y la computación, su legado científico fue rescatado y reconocido por su enorme influencia. Por el algoritmo que desarrolló y por la convicción de que una máquina que podía procesar números podría también procesar otro tipo de información se la considera la primera programadora del mundo y una visionaria respecto del potencial de la informática. El reconocimiento que obtuvo a partir de la segunda mitad del siglo XX implicó que Departamento de Defensa de los Estados Unidos nombrara “Ada” a su lenguaje de programación estandarizado en 1980. Además, el segundo martes de octubre se celebra el Día de Ada Lovelace en todo el mundo, una jornada para visibilizar el trabajo de las mujeres en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática. La insistencia materna con la matemática y las ciencias duras hizo que Ada se convirtiera en una destacada investigadora de su era. Y su capacidad para ir más allá gracias a la imaginación, esa que Lord Byron ponía en juego en cada verso de su poesía, la volvieron una revolucionaria del conocimiento.
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