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Paraná » 9digital
Fecha: 10/12/2025 00:00
Nunca tuve un potro El carnicero ataba sus potros frente a casa los sujetaba a los árboles con una soga que se enredaba entre sus patas dejaba los jinetes pastando toda la siesta. El tiempo se detenía como las sombras que proyectaban los animales. El día duraba demasiado mientras los hombres aterrizaban sus camiones en el borde de la calle. Un sol viejo replicaba formas simétricas entre la hierba acoplados de animales quietos entre las hormigas que acarreaban hojas como si fuesen mulas llevando fardos de alfalfa. Las luces y sus ausencias hacían posible que los establos fueran de palitos secos y grumos de tierra. Sin tener nada más que todo ese tiempo nosotros nos poníamos ojos de lechuzas observábamos cambiar los tamaños y las superficies de las cosas entre relinchos y el sonido del pasto que arrancaban las mandíbulas. Supe que un yuyo siempre cede al apetito de algo atado desde su cuello la tierra se ablanda entre dientes y despega cosas como cuando se separa el caparazón de una nuez. Nosotros mordíamos la raíz blanca de los tréboles sabíamos por donde no pisar para evitar espinas. Olíamos el amoníaco entre las flores de paraíso. Un mapa venía envuelto en un caballo que jamás nos perteneció. El carnicero levantaba la persiana de hierro y el cuero del potro arrastraba una ola desde sus orejas. Atención máxima entre sonidos y la piel que temblaba como un poncho.
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