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  • Estrategia Nacional de Defensa (END): una nueva oportunidad

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/12/2025 23:03

    Carlos Alberto Presti es el nuevo ministro de Defensa El nombramiento como ministro de Defensa de un militar en actividad reavivó un debate complejo que pone en evidencia el desconocimiento general, el usufructo político de la situación y, una vez más, el escaso interés que la Defensa Nacional tiene para los argentinos. Pero, más allá del debate, se presenta hoy una buena oportunidad para que se asigne a la Defensa Nacional la importancia que merece y que asegure que Argentina continúe siendo una nación libre y soberana. Por primera vez desde 1983, existe la posibilidad de que áreas claves del ministerio sean ocupadas por militares (incluso en actividad) muy capacitados y sin condicionamiento político, en lugar de funcionarios de carrera política carentes en algunos casos de experiencia o trayectoria en defensa. Esta situación es común en otros estados más avanzados (Estados Unidos, Israel, Francia, etc.). El nuevo ministro tendrá la responsabilidad de realizar una gestión eficiente y transformadora que prestigie su cargo. No podrá ser uno más (desde 1983 hubo 23 ministros, con una duración promedio en el cargo inferior a 2 años). Pero este no es el tema central, sino que es a partir de él que surge la necesidad de plantear un cambio e iniciar el largo camino de transformar al sistema de defensa nacional serio y acorde a la importancia estratégica que pretendemos para el país. El “Estado”, como organización política de una nación, fija los objetivos o fines permanentes que la identifican y definen como tal. En nuestro caso, esos objetivos están establecidos (en su mayor grado de generalidad) en el preámbulo de la Constitución y son: “Constituir la unión nacional; Afianzar la justicia; Consolidar la paz interior; Proveer a la defensa común; Promover el bienestar general; Asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Su logro se alcanza con políticas planificadas y concretadas en acciones en diferentes áreas (educación, seguridad, justicia, salud, bienestar social, defensa, y otras). El gobierno establece las prioridades e importancia de cada área acorde a las necesidades. Algunas áreas de visibilidad casi nula son trascendentes para la existencia de la nación misma. Sin educación, el futuro de un país es inviable. Sin justicia ni seguridad, es imposible lograr y mantener la paz interior. Y sin una defensa convincente, su existencia misma, su capacidad de autodeterminación, su soberanía e integración en el orden internacional, serían inconsistentes. Y cada área debe tener objetivos, planes y acciones “acordados” y sostenidos en el tiempo como políticas de Estado, es decir, la “acción de administrar los asuntos públicos en orden a un interés fundamental, constituidos en una razón de Estado, que trasciende a los gobiernos y, por lo tanto, requiere del acuerdo o consenso de los actores políticos, en orden a un proyecto de nación”. La defensa nacional es trascendental para ese proyecto de nación, y es en este marco en el cual una “Estrategia Nacional de Defensa” puede constituir una política de Estado que asegure la recuperación ordenada del sistema de defensa. Se invocan muchas causas para justificar la crítica situación del sistema de Defensa (político-ideológicas, presupuestarias, condicionamientos extranjeros, etc.) y, aunque muchas son válidas, el problema principal es la falta de una política de Estado que regule a la defensa de manera integral, definiendo a mediano y largo plazo objetivos concretos, acciones necesarias, y medios y recursos disponibles. En orden a esa política de Estado, la reelaboración del marco legal del sistema de defensa nacional debe constituir una prioridad. El actual es anacrónico y, en general, no satisface las exigencias de un sistema de defensa nacional moderno y eficiente. Y una de las normas que debieran revisarse, aprovechando la experiencia obtenida en su último desarrollo, es el Decreto 1729/07 “Ciclo de Planeamiento de la Defensa Nacional”, cambiando, entre otros, el concepto limitante de la Directiva de Política de Defensa Nacional (DPDN) por el más amplio de Estrategia Nacional de Defensa. Las varias DPDN, elaboradas por el Ministerio de Defensa, fueron documentos sectoriales y no integrales. Cualquier previsión y necesidad de apoyo de otras áreas del Estado resultaron voluntaristas, limitando la capacidad del sistema e impidiendo el uso eficiente de recursos. En su lugar, una Estrategia Nacional de Defensa reflejará, sin dudas, una política de defensa de Estado acordada y perdurable, inexistente desde 1983 y sujeta en muchos casos a los vaivenes de la política partidaria. Desde la implementación del Decreto 1729/07, solo se realizaron dos ciclos de planeamiento de la defensa nacional, cuyo producto fueron dos Planes de Capacidades Militares (PLANCAMIL). Estos planes debían orientar la evolución del instrumento militar en 20 años. El de 2011 no fue aprobado, careciendo el país de objetivos que orientaran la construcción de su sistema de defensa, la incorporación de sistemas de armas y los planes de empleo para distintos escenarios. El de 2023, congelado desde el cambio de gobierno, fue hecho con visión amplia, integradora, innovadora y anticipativa, con previsiones para otras áreas del Estado. Algunas incorporaciones recientes de material (F 16, Stryker, helicópteros de Montaña) responden a dicho plan. Su continuidad (convenientemente actualizado) puede marcar el inicio de una Política de Estado para la defensa. La elaboración de una END debiera ser responsabilidad del PEN y constituiría el documento de mayor nivel de la Defensa Nacional. El Consejo de Defensa Nacional (CODENA) puede dar el marco ideal para involucrar a todas las áreas del Estado, cabiendo al ministro de Defensa (por ser su responsabilidad primaria) la dirección de su elaboración, su difusión y la supervisión en su aplicación y cumplimiento. Una Estrategia de Defensa Nacional adecuada podría tener una vigencia de diez años, para actualizarse en situaciones excepcionales (contra los 4 años de vigencia de la DPDN), permitiendo reducir los actuales plazos de planeamiento (3, 20 y más años para el corto, mediano y largo plazo respectivamente), muy extensos para adaptarse a las nuevas formas de conflicto y tecnologías implicadas. Una Estrategia Nacional de Defensa debiera incluir los lineamientos políticos esenciales de la Defensa Nacional, las estrategias sectoriales contribuyentes a ella, la orientación para el diseño y empleo del Instrumento Militar, y aquellas acciones contribuyentes a planificar y realizar por otros organismos, entre ellos, una síntesis de la situación geopolítica global, la descripción de las amenazas reales o genéricas incluyendo su probable evolución, y de los escenarios más probables de conflicto, los objetivos permanentes y los intereses vitales a proteger, los objetivos por área de gobierno contribuyente a la defensa y la situación ideal que concreta la Defensa Nacional de manera efectiva. Finalmente, debiera incluir como anexos las directivas para las distintas áreas del Estado cuya planificación y ejecución contribuyan a la defensa, para evitar superposiciones, lograr eficiencia en el uso de recursos y asegurar el cumplimiento de los objetivos establecidos. Su aprobación, debiera realizarse con el acuerdo de los distintos sectores políticos, para asegurar la continuidad de la estrategia más allá del gobierno de turno. Nuestro país, octavo del mundo en superficie, con incontables recursos naturales (que son y serán apetecidos por otras naciones), con un potencial de desarrollo inmenso, precisa asumir y preparar con seriedad su defensa (sin estridencias ni autoengaños propios de mentalidades pobres), constituyendo la Estrategia Nacional de Defensa el escalón inicial para ello. Su desarrollo integral y eficiente, requerirá de las autoridades responsables: CONOCIMIENTO profesional para su elaboración, aplicación y supervisión. COMPROMISO para asumir que la defensa nacional es una obligación, un contrato firme alejado de promesas electorales o de intereses político-partidarios. CONTINUIDAD para asegurar el logro de los objetivos en el desarrollo de los programas o proyectos y en la asignación de los recursos. CORAJE: la defensa nacional exige sacrificios que hoy muchos consideran innecesarios o costosos; quienes tengan la responsabilidad de preparar el futuro de la nación, deberán tomar decisiones críticas, asumir riesgos y soportar críticas. La llegada de un ministro profesional debe ser la gran oportunidad para disponer de un sistema de defensa nacional acorde a nuestro país. *El autor de esta nota es miembro del Foro Argentino de Defensa. También fue director general del Planeamiento Estratégico del Estado Mayor Conjunto de las FFAA

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