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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/12/2025 14:36
Argentina's President Javier Milei, center left, hands a trophy to polo player Adolfo Cambiaso of La Natividad La Dolfina during the Palermo Open awards ceremony in Buenos Aires, Argentina, Sunday, Dec. 7, 2025. (AP Photo/Rodrigo Abd) La presencia de Javier Milei terminó de convertir la noche del Abierto en algo más que una final de polo. El Presidente llegó rodeado de funcionarios, asesores y empresarios cercanos al mundo del campo y las finanzas, se sentó en el centro de la escena y convirtió el palco en un escenario político. Desde allí aplaudió, se inclinó sobre la baranda, señaló a Cambiaso, lo esperó a pie de campo y lo abrazó ante las cámaras. Hubo sonrisas, palmadas en la espalda y una foto larga, repetida desde todos los ángulos: el máximo dirigente del país junto a la máxima figura del polo moderno, en el corazón de Palermo. Mientras tanto, Gonzalo Pieres cargaba con una doble derrota: la deportiva, evidente en el 17–13, y la política, más silenciosa pero igual de contundente. Cuando intentó acercarse para el saludo protocolar, la comitiva presidencial ya estaba girada hacia otro lado: fotógrafos pendientes de Cambiaso, custodios marcando distancias, movimientos rápidos organizando el paso siguiente de Milei. El encuentro no ocurrió. En un mundo donde la imagen vale tanto como el resultado, quedarse sin ese apretón de manos es quedarse, también, fuera del cuadro del poder. El contexto hace que esa escena pese todavía más. Pieres llega a este final con un año deportivo adverso y con un frente económico e institucional que ya no se puede disimular: una estructura costosa de caballos, campos y organización, compromisos financieros crecientes y la necesidad permanente de sostener sponsors, favores y vínculos. En ese marco, la clausura reciente del predio por la organización de un torneo sin las habilitaciones correspondientes no fue sólo un trámite administrativo: fue una señal de alerta sobre cómo se gestionan los límites en un ambiente que siempre se creyó por encima del control estatal. De pronto, un apellido histórico del polo quedó expuesto ante inspectores, expedientes y multas, y ya no sólo ante árbitros y espectadores. La Asociación Argentina de Polo aparece en ese tablero como actor clave y, al mismo tiempo, como rehén. Es la institución que ordena el calendario, regula los hándicaps, define quién juega dónde y bajo qué reglas. La clausura dejó a Pieres en el centro de la tormenta ante los organismos de control, pero también lo dejó en una posición incómoda frente a la propia AAP: cualquier gesto hacia Ellerstina –un permiso, una excepción, un silencio– puede leerse como privilegio; cualquier sanción, como ruptura con uno de los grandes sostenes económicos y deportivos del circuito. Así, Pieres no sólo enfrenta sus problemas: arrastra a la Asociación a una situación delicada, obligada a demostrar que puede marcarle la cancha también a los apellidos pesados. En ese tironeo, la retirada anticipada de Palermo, antes de la premiación y sin esperar a que sus hijos recibieran las medallas, no se lee únicamente como bronca por el resultado. Es el gesto de un dirigente deportivo que siente que pierde terreno en todos los frentes: en el marcador, en la mesa chica del polo, en la relación con la Asociación y en el vínculo con el poder político. Perder una final duele; perder capacidad de negociación, mucho más. Desde el palco, la comitiva presidencial fue testigo de esa escena: un hombre que se va sin mirar atrás mientras el Presidente elige posar con otro. La foto de Milei con Cambiaso funciona como ratificación de una figura en ascenso perpetuo, mientras que la ausencia de saludo a Pieres condensa su fragilidad: el hombre que necesita interlocución con el Presidente se queda, por una noche, golpeando una puerta que no se abre. El Abierto de Palermo 2025 deja, así, una imagen incómoda para el establishment del polo. De un lado, Cambiaso sumando copas y acercándose al récord máximo de Palermo, sin necesidad de exhibir nada más que su juego, su familia y un presidente dispuesto a prestarle capital simbólico. Del otro, Pieres cargando con deudas, una clausura reciente, un vínculo cada vez más áspero con las reglas y las instituciones de su propio deporte, y dejando a la Asociación Argentina de Polo en una encrucijada: o aplica las normas sin miramientos, aun sobre sus propios socios estratégicos, o queda pegada a la idea de que hay un club al que nunca se le cae la vara. En ciertos mundos, el resultado deportivo ya no alcanza. También hay que sostener el crédito económico, la habilitación institucional y la cercanía con el poder político. Milei, con sus gestos y su comitiva, eligió claramente dónde invertir esa cercanía. Pieres, esta vez, quedó del lado de afuera de la foto y dejó a la Asociación frente al espejo: decidir si sigue orbitando alrededor de los mismos nombres o si se anima, por fin, a cobrarles también a ellos las faltas.
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