09/12/2025 15:13
09/12/2025 15:12
09/12/2025 15:12
09/12/2025 15:11
09/12/2025 15:10
09/12/2025 15:10
09/12/2025 15:10
09/12/2025 15:10
09/12/2025 15:10
09/12/2025 15:09
» Diario Cordoba
Fecha: 08/12/2025 14:21
Descubrir la Navidad a miles de kilómetros de casa no es lo mismo que celebrarla. En Córdoba Acoge, muchos migrantes la viven como un capítulo más del país que intentan descifrar: luces, villancicos y rituales que no les pertenecen, pero que observan con la misma atención con la que aprenden a moverse por una ciudad y un contexto nuevos. Algunos lo contemplan con cierta incredulidad; la mayoría se ilusiona y trata de entender una tradición que aquí damos por universal. Para ellos, estas semanas se convierten en una primera puerta de entrada cultural, un pequeño puente hacia la integración. «¿Dónde está eso?», pregunta un joven de Mali al ver por primera vez un vídeo del alumbrado de Córdoba. En el centro de Córdoba Acoge, situado en el barrio de San Lorenzo, se ofrece formación, alojamiento y manutención a alrededor de 80 migrantes. La mayoría procede del África subsahariana, especialmente de Mali, y muchos carecen de educación básica, por lo que la enseñanza del castellano se realiza casi como si aprendieran su primer idioma. Las clases se dividen en tres niveles según el conocimiento previo y, además de lo más elemental, se trabaja la conversación y el vocabulario útil para desenvolverse o encontrar empleo, explica la profesora Noelia Mascuñano. Su situación obliga, en muchos casos, a que no puedan completar la formación, bien porque encuentran trabajo o porque deben cambiar de ciudad. Por eso las clases se imparten en el propio centro: «Intentamos ponérselo lo más fácil posible», señala. Face y Yaciba posan juntos en la puerta del centro de Córdoba Acoge en el barrio de San Lorenzo. / Víctor Castro Actividades para hacerles partícipes de las tradiciones locales Aprovechando la Navidad, el centro ha organizado para el 18 de diciembre una serie de actividades con las que acercar estas fiestas a los migrantes y «hacerles partícipes de nuestras tradiciones y costumbres. Que vean por qué la gente está más feliz en estas fechas», comenta Mascuñano. La mayoría procede de países musulmanes y con escaso desarrollo, donde la Navidad no existe. Entre quienes la descubren por primera vez están Faci y Yaciba, dos malienses de 25 y 27 años que llegaron a Córdoba hace un año y seis meses, respectivamente. «En mi país no se sabe qué es eso», explica Yaciba con esfuerzo en su aún limitado castellano. A ambos se les ilumina la cara al ver el vídeo del alumbrado: «¿Dónde es eso? ¿Cómo se puede ver?», pregunta Faci. Lo ven con la mezcla exacta de extrañeza y deseo que acompaña a un mundo que están descubriendo. Muchos migrantes vienen de países en los que no se celebra la Navidad Djidi y Soulemane, también malienses, han conocido la Navidad gracias al programa del centro. En sus hogares solo celebraban el Año Nuevo, con una comida especial. «En mi casa comemos siempre juntos, pero el último día del año hacemos una comida muy grande», cuenta Djidi. «¿Navidad? Nunca la había escuchado», admite Soulemane, quien confiesa que el 31 de diciembre se acordará «mucho» de los suyos. Ambos llegaron en patera a Canarias y han recorrido varios puntos de España antes de llegar a Córdoba hace unos meses. En Afganistán tampoco se celebra la Navidad, más allá de «cenar con la familia en Año Nuevo», recuerda Zobaid, un joven de 17 años que llegó a España hace tres como parte de un contingente de refugiados. Su esfuerzo y constancia le han permitido comenzar una FP para cumplir su objetivo: ser carpintero. No hará nada especial estas fechas, pero disfruta viendo las luces cuando acude al centro: «La gente está muy feliz», comenta con un castellano ya fluido. Las actividades navideñas previstas en el centro incluyen un bingo y una lotería en la que cantarán los números «como los niños de San Ildefonso», además de la visita de los Reyes Magos del colegio Fuensanta, a quienes entregarán sus cartas de deseos. «Es una buena forma de seguir mejorando el idioma y de descubrir nuestras tradiciones», explica Mascuñano. El día 24 también prepararán una comida especial. Otros residentes viven estas semanas como un redescubrimiento, como Timofei, un joven ruso de 19 años que abandonó su país debido a la persecución hacia el colectivo LGTBI. Allí celebraban la Pascua ortodoxa el 7 de enero, con misa y una comida familiar. «Aquí es muy diferente», comenta. Apenas quiere hablar de su país: se siente desligado de él. Le llama la atención la manera en que aquí se celebra la Navidad: «Es más alegre», dice. Su prioridad ahora es mejorar el español para apuntarse a un FP de Diseño y Moda. Su sueño es crear su propia ropa. «En mi país trabajé con marcas como Dolce & Gabbana o Valentina», cuenta con orgullo. Quizá los Reyes Magos lean esto en su carta. Y así, mientras Córdoba se cubre de luces, villancicos y prisas, en este centro de San Lorenzo la Navidad adopta otro brillo: el de quienes la descubren por primera vez, la miran con curiosidad y la van reconstruyendo como un puente -frágil, pero lleno de esperanza- hacia una vida nueva.
Ver noticia original