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» Diario Cordoba
Fecha: 08/12/2025 14:16
A primera hora de la mañana, cuando el tráfico empieza a espesar la avenida de la Igualdad y aún queda humedad en el asfalto, una figura destaca siempre en el mismo punto del semáforo. Isaac Nudubisi sonríe, levanta la mano y saluda a cada coche que se detiene, como si todos fueran viejos conocidos. «La gente tiene buen corazón, así que yo soy bueno con la gente», dice. Nigeriano de 50 años, lleva casi dos décadas vendiendo pañuelos y ambientadores en este cruce, donde medio barrio lo conoce por su cordialidad inagotable. Conforme se acerca la Navidad, los niños incluso lo buscan: saben que Isaac reparte caramelos y se disfraza de Papá Noel. Y, pese a su precaria situación, él también aprovecha estas fechas para enviar ayuda a su país. Su historia es la de tantos otros migrantes. Nacido en Nigeria, abandonó su hogar a los 24 años, cruzó el Sáhara andando y pagando a mafias que lo trasladaban de una región a otra hasta llegar a Marruecos, desde donde pudo cruzar la frontera. Sus primeros años en España los pasó en Sevilla, Málaga y Cartagena (Murcia), trabajando de todo: albañil, guardia de seguridad -cuando aún se contrataba sin titulación oficial-, en restaurantes y, sobre todo, en el campo recogiendo aceitunas. Hace casi 20 años se instaló en Córdoba y encontró en este punto de la capital su modo de vida. «Es muy duro; en invierno hace mucho frío y en verano demasiado calor», explica mientras desayuna en La Pionera, la taberna que tiene justo al lado. Su dueño, Antonio, lo define como una persona «genial» y con «un gran corazón». Isaac baja la mirada, juguetea con la cucharilla y admite: «Estoy todo el día de pie, las piernas me duelen mucho». Madrugar para salir adelante A este semáforo llega a las 7.15 horas, después de coger el tren de las 6.20 desde Sevilla, donde vive con su mujer y sus dos hijos. «En Córdoba nos pedían contrato de trabajo y yo no tengo de eso», cuenta. Permanece en el cruce hasta las 16.00, cuando emprende el camino de vuelta. Son cerca de nueve horas de pie y tratando constantemente con la gente. Aunque reconoce que algunos no son especialmente amables, insiste en que «la mayoría tiene buen corazón», siempre acompañado de una sonrisa que no se le borra en toda la conversación. Aun así, admite que es un trabajo «muy complicado» porque «depende mucho del día» el dinero que saca. Por eso, cuando puede enlaza temporadas en hostelería o en fábricas, que le permiten aliviar su situación. «Yo trabajo de lo que sea», afirma con firmeza. Su humanidad y cercanía lo han convertido en una figura muy querida desde primera hora de la madrugada. A los conductores habituales ya los conoce: les dedica un saludo, una broma rápida o unas palabras mientras el semáforo cambia a verde. Para sobrellevar la jornada lleva auriculares y escucha música religiosa. Isaac es muy creyente y a mediodía detiene unos minutos la venta para rezar. Quizá por eso la Navidad tiene para él un significado especial. Cuando llevaba un par de años en Córdoba, la iglesia de San Pablo le pidió que se vistiera de Rey Mago para entregar regalos a los niños; desde entonces colabora cada año. «Me gusta mucho hacerlo», confiesa risueño. También se pone un gorrito de Papá Noel y compra caramelos que reparte a los más pequeños: «Ellos se ponen muy contentos». Isaac Nudubisi en el semáforo donde vende pañuelos. / Víctor Castro Isaac es tan conocido como querido en la zona. A menudo le regalan ropa, comida o cualquier objeto que pueda servirle. «Ayer me dieron una bicicleta para mis hijos», comenta todavía sorprendido. Pero él no se queda con todo: cuando recibe algo que no necesita, lo guarda en un trastero que tiene alquilado en Sevilla y lo envía a Nigeria. «Tengo un contacto que me ayuda. Mando ropa y comida para los niños de mi país en Navidad o en la época del año que pueda», explica. «La gente es muy buena, especialmente en estas fechas», añade con convicción. Esta Navidad, Isaac no podrá darles regalos a sus hijos, pero sí una gran comida en familia. Y con eso le basta. A diario, en ese semáforo donde sostiene su vida con esfuerzo y fe, repite la idea que lo guía desde que llegó: «Si tú haces el bien, el bien vuelve».
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